Tiene claro que hoy tiene más posibilidades que ayer de tener oficina en La Moneda. Pero, Cecilia Morel se caracteriza por ser, además de entusiasta, realista.
Por eso, ante la visión de ser la futura Primera Dama, lo primero que le surge es la sonrisa. “Más que verme en el rol estereotipado de Primera Dama, me vuelo pensando en los proyectos que voy a hacer, en quién me apoyaría”.
“Me he pillado muchas veces en que no me quedo dormida pensando qué es lo que quisiera hacer”, confiesa.
-Antes de eso, ¿crees que debe existir el cargo? Algunos plantean eliminarlo.
“Es algo que se da en todos los países del mundo, hasta los más avanzados como Estados Unidos o España, donde se hacen cargo de muchos programas sociales”.
-Pero sí Cecilia Morel fuera una psicóloga con pacientes, tendría que dejarlos.
“No necesariamente. Creo que es muy difícil abstraerte de un proyecto tan grande como un país y creo que esto, para la mayoría de las profesiones, hace que se te amplíen los horizontes y puedo aportar con lo mío en una escala muchísimo mayor.
“No siento que sea obligación ser Primera Dama y lo bueno, es que cada una mantiene su personalidad; la Leonor, la Martita, la Luisa, cada una tuvo su perfil”.
-¿Lo que más te incómoda es la parte protocolar?
“Lejos, las comidas, las mismas giras. Una vez acompañé al Presidente Aylwin y la agenda paralela de la señora Leonor era agotadora”.
-Muchas fundaciones dependen de ese cargo. ¿Crees que deben perpetuarse?
“Primero, a mí me gustan las que hay y ojalá se mantuvieran. Me encanta lo que hizo la Luisa en el plano cultural como las orquestas y coros de niños, el Centro Matucana. Están los adultos mayores, los niños, las artesanías, el MIM; ya es harto trabajo mantener las que hay”.
-¿Y sumar algunas?
“Lo que pasa es que todavía no tengo claro cuál, pero si he trabajado con jóvenes y mujeres, obviamente me gustaría seguir en eso, que es lo que sé y en lo que me gusta, que creo que es lo más importante. Uno hace mejor las cosas para las que tiene vocación a que si te lo impusieran”.
Como mujer de Piñera, en sus largos años de casados, lo ha acompañado en varios proyectos: fue la primera presidenta de la Fundación Futuro, hoy a cargo de Magdalena Piñera. Y desde hace algunos años dirige una fundación social, hoy llamada “Mujer Emprende”, en Conchalí, donde no sólo las mujeres reciben capacitación y se les apoya en la creación de su pyme, si no que se le entrega herramientas de desarrollo personal, familiar y cultural.
“Cuando la mujer se hace un poco más protagónica de su vida, dentro de lo que se puede, cuando no es tanto ya una hojita que la lleva el viento o producto de las circunstancias como un marido alcohólico, puede surgir más”, dice.
-¿Qué va a pasar con ella?
“Sigue como fundación privada y ha resultado ser una experiencia súper exitosa. Ganamos hace tres años un premio como proyecto innovador para la extrema pobreza”.
-¿Se puede replicar?
“Me encantaría amplificarlo, pero se necesitaría más apoyo de los empresarios, porque es un cuento que cuesta plata, pero que sus resultados son grandes. Cuando se apoya a la mujer, se mejora a la familia.
“Las mujeres son como una esponja, entonces, cuando se le abre una ventana, es como que se le abrieran mil. Nosotros las ayudamos a insertarse en la red social y eso la ayuda a salir. Esto no es un cursito cultural, nos interesa su participación”.
-Durante la democracia se han aprobado leyes a favor de la mujer como filiación, violencia intrafamiliar, divorcio. ¿Qué política crees que falta?
“Creo que las leyes no bastan. En el tema de la violencia intrafamiliar, primero se debe lograr que la mujer sienta una acogida porque aunque haya ley, le da vergüenza ir a un hospital a constatar lesiones; las mujeres no denuncian por el sólo hecho de que haya una ley, se debe hacer un trabajo interno”.
-¿Las leyes no son suficiente para promover cambios culturales?
“Exacto, hay que empujarlos con una acción específica”.