Se tituló en 1985 como Licenciada en Derecho de la Universidad Católica con tres coloradas (distinción máxima). Al poco tiempo de dejar las aulas, regresó por que la universidad la invitó a incorporarse al Instituto de Ciencias Políticas donde obtuvo su magíster. “Ése fue mi complemento, fue una combinación maravillosa que tuve la suerte de poder desarrollar”, dice.
Pero, el camino no le fue nada de fácil porque su condición de ciega la encontró cursando tercer año.
Nacida como una persona con todos sus sentidos, a los 15 años empezó a sufrir problemas de baja visión. El primer diagnóstico fue ‘problemas de ceguera nocturna’ lo que implicaba que en los cines no veía las escalinatas y butacas o que en las fiestas también tenía problemas para ubicarse.
Para enfrentar esta adversidad, cuyas consecuencias nunca comprendió a cabalidad, al principio, y seguir con sus estudios sacaba fotocopias aumentadas y contrastadas para facilitarse las cosas.
“Mi problema me conducía a la ceguera, pero nunca me conectaron, en ese momento, a la necesidad de una rehabilitación para ser discapacitada. Me comportaba como si no me estuviera pasando nada y eso tuvo un alto costo para mí, de estrés”.
-¿Cuándo perdiste la visión?
“Estaba en tercer año de Derecho y percibía problemas, como cuando salía tarde de clases y me caía por las escalas, pero yo no lo codificaba como una enfermedad grave a la vista. Recién entonces me hicieron exámenes oftalmológicos y se confirmó que estaba en un estado de visión muy deteriorado y me dijeron que mi enfermedad era incurable y progresiva, que no había nada que hacer y qué difícil que estés estudiando Derecho porque es una carrera donde vas a tener que leer tanto.
“Seguí estudiando, haciéndome la vidente, con una dificultad enorme en la visión. Cuando di el examen de grado las letras se me saltaban y estudiar luego, ciencias políticas fue igual de difícil”.
-¿Tuviste alguna ayuda?
“Una vez, en el magíster, di una prueba y como ya no podía respetar las líneas del papel escribí todo chueco. El profesor me bajó un punto y me dijo se cree muy graciosa escribiendo así, pero en ese momento no pude decirle lo que me pasaba, tenía temor a reconocer mi problema visual y no dije nada, preferí que me bajaran la nota”.
Cuando al fin logró comprender su situación, conocer a las personas discapacitadas y darse cuenta que había un mundo llamado rehabilitación se dio cuenta que “había estado sufriendo de más”.
“Tuve una desconexión con lo que era mi realidad que no es imputable a mi persona”, dice cuando lamenta que los oculistas de entonces no le hayan aclarado su realidad. De hecho, a comienzos de los ’90 viajó dos veces al extranjero para operarse, pero finalmente, su dura realidad se hizo presente.
María Soledad Cisternas entró a estudiar Derecho porque amaba “la justicia” y sentía una inclinación natural por el Derecho Público e Internacional. En cuarto año se convirtió en procuradora de una oficina laboral por lo que asistía a muchos comparendos y después derivó a un estudio de derecho comercial.
Ya ciega, se replanteó profundamente su vida, su profesión, su futuro y trató de encontrarle un sentido. “Tras retrotraerme, pero siempre sin dejar de trabajar -lo que fue muy importante, porque sentí que me podía seguir ganando la vida- vino mi replanteamiento vocacional y ahí se abrió otra luz maravillosa”.
-¿Y de ahí tu especialización en temas de discapacidad?
“Ahí emerge esta nueva María Soledad que le sigue gustando el Derecho Internacional Público, pero que explora áreas del Derecho que otros no han explorado como la discriminación, la diversidad. Me involucré profundamente en eso y lo empecé a asumir”.
Lo anterior explica la participación de esta abogada en diversas fundaciones como RedVisión, ser consejera de la Fonadis y miembro de la Conferencia Capacitación Beijing + 5 de Naciones Unidas que dio origen a la Convención de Derechos Humanos sobre Personas Discapacitadas. Hoy es directora del Programa Jurídico sobre Discapacidad de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales; asesora legislativa de la Unión Mundial de Ciegos y ejerce privadamente.
Se siente feliz, como especialista en temas de discapacidad, de ser pionera, de trabajar en una especialidad dentro de un tema especial y de tener que escarbar para descubrir y crear instrumentos efectivos.
-¿Te definirías como activista de los discapacitados?
“Creo que mi perfil es el de una persona estudiosa que le gusta respaldar sus dichos y generar escritos que tienen incidencia en el cambio. Si eso te coloca en una palestra activista, en mi caso, viene a ser una consecuencia. Tal vez mi perfil es el de una hormiga trabajadora entre cuatro paredes que aquello que produce, luego de un largo tiempo de análisis, lo socializa y comparte.
“Obviamente que lo que yo hago busca llamar la atención, generar cambios, hacer conciencia sobre esta situación, hacer evolucionar y catalizar procesos”.
No puede dejar de hacer una declaración de principios: “Esto es algo irrepetible en la vida de un profesional. Para mí ha sido una experiencia maravillosa, cuando miro y veo hacia atrás digo al final, aquello que apareció tan terrible, tan duro, tan doloroso en mi vida, como fue el quedarme ciega, a su vez, me marcó un camino clarísimo, o sea, a mi me lo dio hecho. Me dije María Soledad optas por quedarte llorando el resto de tu vida, enclaustrada, o sales a desarrollar tu vocación pero en un camino donde te necesitan más que en cualquier otro que te pudiste imaginar. Aquí me necesitaban y yo soy afortunada en eso; al final, la lectura fue positiva”.