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Miguel Ángel Guzmán: “La belleza no hay porqué tildarla de ligera”

El diseñador de moda implora que el buen gusto regrese al país, al igual que programas de TV que no enseñen sólo mujeres en bikini y zapatos de plástico. La moda es belleza, armonía e identidad. Por eso, incluso llega a defender a los compradores compulsivos de ropa. “¿Cuál sería el problema si te gustan los zapatos, las joyas, las pieles, los buenos cortes, los buenos diseñadores? Más terrible es ser un coquero”, afirma.

03 de Septiembre de 2010 | 14:58 | Ángela Tapia F.
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Andrea Robles, El Mercurio.
La inmensa sonrisa de Sofia Loren parece coquetearle al “I love you!”, que el diseñador Miguel Ángel Guzmán le escribió a su lado. Es apenas una fotocopia en blanco y negro, pero el glamour de la diva italiana traspasa el papel tamaño carta para transformarse en la musa inspiradora que el creador de moda chileno contempla en su taller.

Por ahí algún estudiante de diseño le ha llamado “vaca sagrada”, algo molesto por considerar que Guzmán es uno de esos personajes de la moda que parecen no dar cabida a nuevos diseñadores. A eso, Miguel Ángel, antiguo creador de los trajes de las Miss Chile, se defendió con sus 25 años de carrera y un “te falta mucho por trabajar”.

“A la mamá de la (Macarena) Puigrredón le probaba los vestidos a las 8 de la mañana y me iba con mi Volkswagen -que prácticamente era mi oficina- por Camino el Alba con el vestido colgando. ¿Quién se imaginaría eso? Yo no le vendí mi cuerpo a nadie para llegar a donde estoy. Ha sido trabajo y estudio, y por eso agradezco a mis padres que me permitieron una educación maravillosa y fueron visionarios”.

El reconocimiento a sus papás es más que meritorio. Aparte de venir de una familia que, como llama Miguel Ángel, era súper “fashionista” -“mi abuela paterna fue sastre de profesión y la madre de mi madre, por mi lado Ormazábal, creó un instituto de belleza”- tuvo la oportunidad de irse a estudiar y terminar “la secundaria” en Estados Unidos, siendo aún un adolescente.

“Cuando llegué, el shock cultural no fue menor. Yo venía de un país en dictadura, y poder ir hasta Estados Unidos, sin duda, cambió mi vida. Allá tuve una profesora que me dijo que tenía mucho talento y que pensara en estudiar algo con diseño. Y claro, uno pensaba en los prejuicios, eran los ‘80”. Pero Guzmán estaba más que acostumbrado a hacer caso omiso del qué dirán, cuando se paseaba por la ciudad que lo vio crecer, Viña del Mar, con sus gorros tiroleses con plumas y sus abrigos negros de inmensas hombreras.

“Era una suerte de Carrie Bradshaw, pero dentro del cuerpo de un hombre y en los ‘80... Y en Chile. Olvídate los problemas con mi papá, que era de carrera naval. Yo era como la perdición para él”. Al dar esta entrevista, Miguel Ángel se encuentra pronto a partir a Los Ángeles, donde además de visitar las ferias de moda, irá hasta su “class reunion”, tras 30 años de egreso.

-Desde entonces, ¿qué cambios has notado en la moda nacional?
“Principalmente, el que la gente tenga identidad en el vestuario. Amo a la gente joven con sus cortes de pelo, sus mohicanos, sus pantalones puestos a la mitad de las nalgas, estos pitillos, con sus sombreros. Ellos demuestran cómo el corazón se abrió, la mollera se soltó y se perdió esa sensación de la culpa. En mi tiempo, recuerdo que en algún minuto de mi vida tuve pololas. Y una vez entré a la casa de una de ellas, muy amada, con botas vaqueras de gamuza color cáscara, con unos pantalones amarillos, pero de un color muy sutil, una camisa blanca con rayas a tono y un cinturón increíble. Olvídate, casi se desmayaron”.

-Hace poco hiciste una crítica de que antes las mujeres querían verse más distinguidas y hoy parece que prima el look más...
“Putón, eso es verdad, cambiaron los cánones de belleza. Antes siempre se trabajaba –y no quiero sonar siútico- desde un patrón más europeo y hoy día, si no tienes medio kilo de silicona, si no estás en pelota a las 8 de la mañana con una cosa inllevable en el invierno, pareciera que no vendes. No sé, no logro entender en qué minuto se perdió el gusto. Me acuerdo de la Raquel (Argandoña), que era un espectáculo verla. Salía con un vestido más lindo que el otro todos los días, y en su minuto tuvo problemas por lo mismo, porque ella es una mujer que marcaba tendencias en un país totalmente pacato”.

-¿Nos faltan modelos a seguir como lo fue la Raquel en su momento?
“Más que modelos a seguir, me sorprende que en general, las mujeres elegantes y mediáticamente conocidas -porque hay mujeres muy elegantes por la vida- sean tan pocas. Pareciera que esta moda putona es la que manda. No sé, está la Kenita Larraín, con un pelo espantoso, pintada como puerta china, con unos vestidos insoportables. ¿Qué pasó ahí, a una mujer que le pagan 5 millones por ir a una entrevista y sin decir nada? ¿Cambió el gusto? ¿Esto es lo que vende? ¿La televisión no puede mostrar algo lindo, no burdo?”.

-¿Quienes serían las luces de estética en el país, algún referente?
“La Soledad Onetto, más allá de que sigo pensando que una de las cosas más erráticas que cometió fue involucrarse con Sarika Rodrick en el Festival, creo que a pesar de su nimio porte, tiene un muy buen manejo estético. La Julia Vial, más allá de que sea mi compañera de trabajo, creo que es una mujer joven que no se viste ni de lola, ni de la señora que tuvo guagua y no se saca el maternal. ‘It’s a new generation’, finalmente. (Piensa) Me encanta como se viste la Carola de Moras. El mono televisivo de la Fran García-Huidobro me gusta también; una mujer que se cortó el pelo cuando las chilenas odian hacerlo. Es como que les cortaran un brazo, no son nada sin su pelo largo.
“También está (Hernán) Somerville, que obedece a otro cotillón. Sergio Lagos, no sé si es un hombre bien vestido, pero tiene una onda... Beto Cuevas, lejos, súper glamoroso. Tiene un clóset alucinante y termina diseñándose sus propias piezas. Compra una camisa y la interviene. Tiene unos accesorios casi chamánicos, una mezcla ecléctica soberbia. Le amo profundamente”.

-¿Qué pasa con el resto? ¿Somos medios brutos con el asunto estético?
“Hay una surte de neurosis social al respecto, no nos conectamos. Creo que las mujeres son más bonitas que los hombres. Ellos, en general, son espantosamente mal vestidos, se uniforman. Las nuevas generaciones sí tienen estilo; punky, estas cosas de pokemones, reguetoneros... Hay una identidad. Pero existe una generación perdida en los colores y el gusto, que se viste con pantalón de gabardina y camisita de niñito bueno, con zapatos negros de suela plástica y con unos chalecos horribles, el pelo mal lavado, poco cuidado, con muy poca armonía con su lado femenino”.

-¿Por qué has comentado que a Michelle Bachelet le faltaba glam?
“Porque obedecía a un mono. Lo que vestía no tiene nada que ver con ella, sino con esta suerte de estereotipo de mujer del ámbito político, donde tiene que vestir políticamente correcta. Los trajes nunca fueron de buen corte, había un tema con el sobrepeso, un pelo demasiado enlacado, porfiada –y no creo que yo haya sido el único diseñador desenfadado que lo haya dicho- pero dura como una pata cruda que hay que meterla en la olla y darle 40 horas de cocción. Cuando tuvo ceremonias importantes, donde debió vestir de gala, francamente era penoso. Ahora, ella es médico, y la verdad es que no tiene porqué saber de elegancia. Pero por Dios, qué son malos los asesores. La única vez que la vi bien vestida, fue cuando fue recibida por la reina Isabel. Era otra. ¿Por qué ser la Presidenta pobre, la buena onda, con la bufanda tejida a crochet? ¡No! Uno quiere ver una Presidenta bonita, aunque que sea gordita. Si las gorditas existen y pueden ser bonitas”.

-¿Y Piñera?
“Es un hombre que se preocupa de su pelo. Tiene un buen peluquero que le mantiene las canas platinadas, bonitas. Se nota que es una cana trabajada. Que se haya operado me parece estupendo, si pegarse su estirada de sommier no le hace daño a nadie. De los trajes, me parece interesante que los haya achicado, aunque no todavía a su punto. Tiende a ponerse dos tallas más, no sé si es para ocultar su pancita. A ratos es un poquito plano, no termina de salir del traje oscuro y de la corbatita roja y la azul. Y me parecen combinaciones demasiado elementales. O sea, le falta la pura escarapela de colegio”.

Miguel Ángel Guzmán, sin duda debe ser una de las únicas personas de Chile que, teniendo que levantarse a las 6 de la mañana, se da el tiempo de tomar un baño de tina todos los días. Cuando no está en Viña, junto a su familia y a sus dos gatos, Monito y la Cucha, ni a su poddle toy, Violeta, de lunes a viernes el diseñador desempeña una nueva faceta que, aunque se trate de participar en el panel del programa de farándula “Intrusos” de La Red, él prefiere no catalogarla como de “opinólogo”. “No, no, no, no... No soy opinólogo”. 

-Bueno, panelista.
“Ni siquiera. Yo soy un buen conversador. Soy la persona que representa, yo creo, el sentido común y que dice las cosas por su nombre. Un día me invitaron a ‘Intrusos’ y estaba Juanito Yarur, que lo conozco, y nos reímos mucho. Esa vez le dije a Julio César Rodríguez que cómo un destacado periodista como él tenía que andar a conchazos por la tele, y me pidieron que volviera a ir al programa.
“Después de 25 años de carrera, una de las cosas más freak que he hecho en mi vida es estar en ‘Intrusos’”.

-¿No te complicó que te pudiera tocar hablar de amigos tuyos?
“Mira, yo he tenido muy clara la división de mi vida personal con la del conversador televisivo y diseñador. Son tres costales totalmente diferentes. En la tele soy yo en pleno, y afuera, un diseñador ortodoxo que va a defender el diseño chileno a ultranza. “Antes estuve dos años en el ‘Buenos Días a Todos’... Fue heavy esa pista. Soy un agradecido de haber pasado por Televisión Nacional, pero creo que los espacios de moda están manejados por las personas menos idóneas. No basta pasar mujeres en bikini con zapatos plásticos. Eso no es moda, es calentura televisiva”.

-¿Te acuerdas de un programa, “La moda al día”?
“Sí, total, con la Beatriz Vicencio. ‘La moda al díaaaa’ (canta). Eso debiera volver. Yo no me lo perdía, marcó toda una época. Falta moda seria en televisión abierta, que muestre lo que ocurre en la moda chilena. Oye, yo le doy trabajo a mucha gente, entonces, uno dice ‘pucha, ayudémonos’”.

-Como diseñador, ¿qué te pasa con que algunas personas compren ropa como terapia para sentirse mejor, subir la autoestima?
“A todos nos ha pasado. Es importante hacerse regalos y hacerse cariño. Yo, para mi cumpleaños, siempre me compro un regalo, me lo merezco, me lo gané. Si te gusta hacer yoga, haz yoga, o si te gustan los masajes, que te hagan uno. Si eres fashionista, ¿qué problema tiene? Hay gente alcohólica que se gasta una fortuna en alcohol y hay otros que son drogadictos. ¿Cuál sería el problema si te gustan los zapatos, las joyas, las pieles, los buenos cortes, los buenos diseñadores? Más terrible es ser un coquero que se gasta el dinero de la familia en drogas. Eso me parece deplorable. Pero la belleza no hay porqué tildarla de ligera. Los que lo dicen son los chilenos ignorantes”.

-¿Cuál es el principal error que hoy cometemos al vestir?
“Las mujeres usan a veces demasiados accesorios, se cuelgan todos los de la vida. Están todas muy pegadas con el negro, son muy amigas del poliéster, y creo que no tienen consciencia de su peso. Hay un grueso de la población que ha descuidado mucho eso, y más allá de la estética, ahí hay un tema de salud”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Amo el chocolate, el salmón. Si alguien me quiere conquistar, me tiene que invitar a comer salmón, chocolate, champaña Brut muy helada, con música de Ella Fitzgerald. Me encantan los aromas; un Absolute mango, una ropa interior bella me seduce... Blanca, me carga de colores”.

-Mañana partes a Estados Unidos. ¿Qué vas a decir en tu “class reunion”?
“Mis amigos más cercanos saben de mi carrera, pero, no sé si es por humilde, pero no entro diciendo ‘yo soy un diseñador destacado’. Yo soy Miguel Ángel Guzmán, persona ante todo. Me cuesta hablar de mí”.

-Veamos. Hola Miguel Ángel, ¿cómo estás? ¿Qué ha sido de tu vida?
“Le he dedicado mi vida a mi pasión, que es la moda. He construido una linda carrera en Chile como diseñador y me siento premiado por este talento; por poder desarrollarlo en mi país con el reconocimiento de mis compatriotas y poder hoy día, a mis, aún jóvenes, 48 años, pensar en una carrera, mirar para afuera y querer internacionalizarla. Soy un hombre de metas. Me gustan los desafíos y todo lo que he querido lo he logrado”.
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