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Gonzalo Vivanco, el actor que vuelve "a pagar una deuda de amor" en Chile

Tras 18 años de éxitos afuera, el chileno regresa a su país para coprotagonizar la próxima teleserie de las 20 horas de TVN, “Caleta del sol”. Pero así como alcanzó el éxito en otras tierras, también conoció la soledad y el dolor de estar lejos de los suyos. Aquí nos revela sus dolores y alegrías viviendo fuera de Chile.

30 de Julio de 2014 | 08:30 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Carla Dannemann, El Mercurio.
“Nunca nada se me ha dado fácil”, dice Gonzalo Vivanco (@gonzavivanco) en el patio de TVN, y tras 18 años de su partida a Miami, buscando un lugar en la actuación que no había podido encontrar en su tierra natal. Hoy ha vuelto en gloria y majestad no solo a saldar ese tema pendiente con su vida laboral, sino también una “deuda de amor” que dice tener con su familia y amigos en Chile.

Tras unos pequeños papeles que tuvo en dos teleseries nacionales, a los 23 años decidió ir a probar suerte a Estados Unidos, proyecto que a toda costa debía resolver favorablemente, luego que su propia madre le rompiera el pasaje de regreso a Chile en el aeropuerto.”No vuelvas ni nos eches de menos”, le dijeron lo suyos, confiados en que Gonzalo se la podía fuera del país.

Dicho y hecho, hoy es un rostro más que conocido en países como México y Colombia con teleseries como “La Revancha” y “Gata salvaje”, y hasta estuvo nominado a mejor actor de reparto por la revista TV y Novelas por su trabajo en “El último matrimonio feliz”.

A esto se le suma su participación en producciones como “El capo”, “Kdabra” y “Lynch” entre otras. Pero todos esos éxitos estuvieron precedidos por varios meses teniendo como único hogar en Miami un automóvil en el que dormía y preparaba los casting, y con el que se movilizaba para alimentarse en cadenas de comida rápida y bañarse en duchas públicas.

Su relación con Chile, además de las constantes visitas a su familia, se resumen a la fecha en su actuación en la película “Los 33 de Atacama”, pero hoy se ha establecido por un período más largo al coprotagonizar la próxima teleserie de las 20 hrs. en el canal estatal, “Caleta del sol”, donde interpretará a Ignacio Cox, un ingeniero ambiental que intenta convencer a un pueblo del norte de construir una termoeléctrica, enamorándose en el camino de Elena (Carolina Arregui).

“Estoy muy agradecido de esta oportunidad”, dice sin ningún tipo de acento extranjero, sino como si fuera un chileno más que lleva viviendo sin interrupciones en el país e incluso, exclamando a veces uno que otro garabato típico de nuestra idiosincrasia. “Muchos hablan de la ley de la atracción, que cuando dejas de buscar algo llega solo. Puede que ahora haya pasado eso”, agrega este hombre casado en segundas nupcias con la actriz argentina Geraldine Zivic, con quien tuvo a la pequeña Julieta, que hoy tiene solo 16 meses. Tanto su esposa como su hija viven hoy en Colombia.

-Años atrás hablabas del típico “pago de Chile” y que trabajar aquí era algo pendiente en tu carrera. ¿Vuelves con pica?
“Para nada. La otra vez, un amigo me decía, ‘¡le tapaste la boca a todo el mundo!’, pero yo no lo siento así, no tengo ese sentimiento. Sí cuando me fui, lo hice frustrado, pero viéndolo hoy, creo que tenía que aprender cosas y quizás en ese minuto no estaba lo suficientemente preparado. Creo que el peor error del ser humano es hacer las cosas por odio o por rabia. Todas las cosas más malas del universo nacen del odio. Todo lo mejor, del amor. Así que no tengo resentimiento, al contrario, me siento lleno de agradecimiento. Siempre he agradecido a Dios todas las oportunidades, desde el papel sin texto, el con dos líneas, el personaje con nombre, el con nombre y apellido, hasta el protagónico”.

-Entonces, ¿qué te pasó cuando decidiste regresar a trabajar tu país después de tanto tiempo?
“Sentí que podía volver a pagar una deuda de amor que tengo con mi familia. Fue una cosa súper heavy el hecho de perderme matrimonios, bautizos, nacimientos, tristezas, amarguras... La muerte de mi prima menor... No me perdono no haber estado con mi familia en ese momento, como tampoco para la separación de mi hermano. Por otro lado, estar yo sin ellos para mi propia separación, fue terrible”.

-¿Cómo viviste ese momento solo?
“Se vive, y uno aprende a vivir con el dolor. Te aferras mucho a Dios, a las creencias, a tus afectos más cercanos. Lo bueno es que cuando te toca vivir cosas así, te das cuenta que todo se pasa, que nada es eterno, y que es cierto eso de que si algo no te mata, te hace más fuerte. La verdad es que no fue fácil para mí, pero el universo es perfecto y todo pasa por algo mejor, aunque entre medio te duela”.

-Dices que las cosas no se te han dado fácil, pero que todo pasa para mejor. Todo tu esfuerzo al irte parecen un ejemplo de lo que afirmas.
“Absolutamente. Yo ni siquiera tuve la típica vida universitaria en la que sales mucho con tus amigos y compañeros. Yo tenía que trabajar porque mi padre había muerto y había que ayudar a mi mamá; por eso digo que vine a pagar una deuda de amor. Después, cuando mi hermano ya empezó a ganar bien y mi mamá se volvió a casar con un hombre maravilloso, me fui.
“Hoy he podido tener las típicas reuniones con los ex compañeros de colegio, y harto club de Toby, aunque a estas alturas es con Toby, Lulú y los hijos de mis amigos. Pero algo impagable fue haber podido ver el Mundial aquí, con asados y todo. Eso fue heavy”.

-Algunos chilenos que hacen patria fuera del país han vuelto algo quisquillosos por cómo siguen funcionando las cosas culturalmente aquí. ¿Algún reclamo que hacer?
“Es que no es fácil que yo me enoje. Si la gente llega tarde a las reuniones, si el taxi da cinco mil vueltas antes de llegar al lugar para cobrarme más, si te hacen todo un show burocrático para poder poner internet en el departamento porque no hay fibra óptica o qué sé yo, trato de no hacerme mala sangre. Ya la vida es complicada, y para qué me la voy a complicar más”.

-¿Te tomas con la misma buena vibra que siempre te toque tener parte importante de tu familia separada de ti por el trabajo?
“Eso es heavy. Todos los días quiero estar allá, en Colombia. Siento que me estoy perdiendo mil quinientas cosas distintas de Julieta. Hoy, gracias a Dios, existe FaceTime, Skype, Whatsapp y esas cosas, pero no es lo mismo. Lo bueno es que en agosto vienen.
“Mi hija es algo súper mágico (sonríe y busca en su celular una grabación de Julieta balbuceando sonidos y algo parecido a ‘papá’). Estoy loco de felicidad y amor”.

-Te convertiste en papá a los 38 años. Todo un padre maduro…
“Sí. Yo siempre quise tener seis hijos. Por mí tendría más ahora".

-¿Y por qué no empezaste antes?
“Quise, pero no se dio. Mi ex mujer no quería ser mamá, y fue mejor así. Imagínate tener ahora tres hijos y separado; habría sido terrible para mí. Dios sabe cuándo y por qué hace las cosas.
“Hoy queremos con mi señora estabilizarnos en un lugar de forma fija y ojalá, adoptar. Hay muchos niños que necesitan amor y una oportunidad”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me encanta cocinar y estar con mi familia. Son las dos cosas que me gustan más. Hago pollo, carne, risotto, las empanadas que me enseñó a hacer mi abuela, las pizzas que me enseñó mi señora que es argentina…
“Mi plato estrella son las pastas que hago con muy buenas salsas. Me gusta una donde tomas un tomate, lo hierves, luego lo cortas en cuadrados y le sacas las pepas; eso lo dejas aparte. Preparas una salsa blanca con mantequilla, aceite de oliva, le tiras jamón de pavo, nueces y luego el tomate con un poco de albahaca”.
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