En la cotidianeidad de las relaciones las ideas sobre el amor se construyen bajo las penas y alegrías de la rutina. Para estas seis parejas que viven y padecen el amor, sus diferentes historias son las que han determinado la manera en que entienden este sentimiento y aquí cuentan cómo ha modelado sus vidas.
Francisco Spencer (28) y Tere Razmilic (28). Ingenieros comerciales
Tere y Francisco apenas se conocían cuando se reencontraron en India. Después de tres meses de pololeo, ella se fue de viaje por casi un año, y él decidió seguirla. “Los últimos meses allá fueron con él. Fue un viaje entretenido, rudo y con un gallo que ‘apenas conocía’. Para mí ese fue el punto de inflexión de nuestra relación. Nos conocimos de verdad”, dice Tere.
De eso ya han pasado cinco años y nuevos viajes. “Tenemos una inquietud enorme por conocer otros lugares y comernos el mundo”, dice Francisco. Así, ya compartieron un voluntariado en Calcuta, aprendieron a surfear y bucear.
La aventura se volvió clave en la relación. Incluso luego de la llegada de Lucas, su hijo de dos años. “Cuando nació sabíamos que queríamos seguir viajando y que con él igual podíamos hacerlo”, dice Tere.
En marzo de 2016 tomaron una decisión radical: dejaron sus trabajos y partieron con “chupete y mochila” –como bautizaron su cuenta de Instagram, que tiene más de 8 mil seguidores– a recorrer el Sudeste Asiático: “Fueron siete meses y un viaje perfecto”, asegura Tere, que con Francisco y Lucas hicieron de Bali su hogar temporal gran parte del tiempo. “Conocimos gente realmente buena: es un lugar donde no existe la mentira, ni el resentimiento, ni mirar mal a otro”, dice Tere. “Eso cambió no sólo nuestro espíritu como pareja sino que también la manera de querer hacer nuestra vida”, agrega.
Ya de regreso, la pareja pretende seguir “comiéndose el mundo”. “No nos hemos casado y todos preguntan por qué. Preferimos privilegiar los viajes”, dice Francisco. “Pero nuestro compromiso no es menos por eso.
Pensamos tener más hijos y eso es señal de que queremos una vida juntos”, afirma Tere, y agrega: “Somos unos soñadores. Eso determina nuestra relación. Y no nos quedamos en el sueño, lo cumplimos”.
Victoria Cáceres (62) y Rodrigo Navarro (50). Comerciantes.
En 1977, Victoria llegó a vivir a Peñalolén junto a su marido y su primer hijo. Ahí nacería su segunda hija, pero tras deteriorarse la relación, siete años después, se separó. Un joven vecino de 17 años, que conocía desde niño, comenzó a mirarla “con otros ojos” –como dice ella–. “Empezó a enamorarme, pero me costó aceptar que fuera doce años menor, estaba llena de cuestionamientos. Pese a las oposiciones de nuestras familias, comenzamos a vivir juntos”, recuerda Victoria.
Rodrigo dice siempre haber tenido alma de viejo y que a pesar de su timidez se atrevió a conquistarla: “A ella le di el mi primer beso, ella fue, en realidad, la primera mujer en mi vida”, confiesa.
Con Rodrigo comenzó otra vida para Victoria. “Con él pude ser yo. Desde el principio hemos respetado nuestra individualidad, pero también estamos pendientes del otro, él sabe todas mis pequeñas rutinas; a veces me deja papelitos románticos por la casa”.
Rodrigo crio a los hijos de Vicky como suyos y siempre trabajaron juntos. En 1989 emprendieron con el quiosco de la esquina de Monjitas con Merced, donde son conocidos como una pareja bien avenida.
Rodrigo cuenta que sólo basta una mirada o un gesto para saber qué están pensando. “Somos buenos compañeros. Nos reímos, besamos y abrazamos. Yo creo que la confianza y el respeto son fundamentales en una pareja, aunque estés discutiendo. Nunca hay que dormirse enojados. No hay que perder el romanticismo, hay que decir ´te amo´; y que no se pierda la pasión. La verdad, yo me siento feliz y amada”, declara Vicky. “Siempre le digo que la quiero, porque sé que es importante para ella. Y, como dice una canción, yo sé que me quiero morir a su lado. Lo digo aunque suene cursi, y aunque me guste el heavy metal”, concluye Rodrigo.