SANTIAGO.- Jennifer Sims aún era conocida como Jonathan en abril pasado, en su trabajo como soldado del Ejército de Estados Unidos. En uno de los pasos más valientes que tendría que dar como militar, luego de haber servido en Afganistán e Indonesia-, respiró hondo y envió un correo a más de 200 compañeros de armas. "Soy una transgénero", decía la misiva.
“Durante 20 años luché contra quién soy”, comentó hace unos días en una columna publicada en el New York Times, donde explica cómo sintió que se liberó de sus cadenas a partir del 30 de junio de 2016, cuando el Departamento de Defensa de su país anunció que pondría fin a la prohibición de entrar al servicio militar a personas abiertamente trans.
Un año antes, apenas se comunicó que se estudiaría este tema, Jennifer tomó la determinación de revelar quién era a su familia, pero solo esperaría a que la normativa propuesta fuera aprobada y se asentara entre los miembros del Ejército, para que su condición de transgénero fuera conocida por todos. De momento, ya había comenzado con el proceso médico para adaptarse físicamente al cuerpo que siempre sintió que debió tener, el de una mujer.
Así iba dejando atrás cuatro años de servicio ocultándose, viviendo una mentira, como ella misma explica, y hundiéndose en una depresión. Pero el alivio que sintió se transformó en ansiedad la semana pasada, cuando el Presidente Donald Trump anunció en un tuit que no se admitirían transgéneros en las fuerzas armadas de su país.
"Leí los tuits mientras trabajaba. Fue devastador porque todavía tengo un trabajo que hacer y estoy aquí, leyendo básicamente al Presidente de Estados Unidos, el Comandante en Jefe, la máxima autoridad de los militares, diciéndome a mí y a todos los transgéneros que estamos despedidos", dijo la capitán, quien actualmente trabaja en Hohenfels, en una unidad estadounidense en el estado alemán de Baviera.
Pese a que los funcionarios del Pentágono dicen que la actual política de apertura del Ejército al servicio de transgéneros se mantendrá mientras no haya orientaciones específicas de la Casa Blanca, la incertidumbre no deja dormir a Jennifer. "Poco después del tuit, me sentí de nuevo como me sentía antes de empezar la transición... en un estado de depresión, fatiga, incapaz de disfrutar de las cosas", señaló Sims, quien tiene 28 años y asegura que sus declaraciones las hace a nombre propio, y no del Ejército de su país.
A todo esto se suma a su pesar que la anulación de la política del gobierno de Barack Obama de permitir que los transgéneros sirvan abiertamente y que reciban cobertura médica para sus tratamientos de cambio de sexo, podría afectar la terapia hormonal que comenzó hace un tiempo, supervisada por un médico del Ejército. Si la interrumpe, su cuerpo, simplemente, volverá a ser el de un hombre.
La confesión a sus compañeros de armas
Sims pasó su infancia en Minnesota y Florida. Jugó al fútbol americano y nunca se sintió cómoda como hombre. Hija y nieta de militares, poco a poco se hizo a la idea de que se sentía mujer. Se incorporó al ejército, pero mantuvo el secreto "porque quería seguir sirviendo", según dice.
Dejó de socializar y se empeñó en parecer lo más masculina posible. Su hermana Natasha Sims, de 24 años, dice que percibía "un vacío" en sus ojos, hasta que se hizo oficial que se aceptaría a las personas trans en el Ejército.
Jennifer decidió ver a un especialista en comportamiento, quien le diagnosticó una disforia de género (cuando una persona no se identifica con el sexo con que nació), y luego, en noviembre de 2016, comenzó el tratamiento hormonal. Es decir, cinco meses antes de armarse de valor y contarle a sus compañeros militares.
Primero se lo dijo a dos de sus amigos más cercanos, incluido el capitán Brandon Shorter. Ambos se quedaron mudos, relató.
Cuando Shorter regresó a su casa y lo pensó un poco, le mandó un mensaje de texto a Sims diciéndole que era muy valiente por hacer lo que estaba haciendo. "Los oficiales de infantería son medio brutos. La capitán Sims nos habló cara a cara a mí y a otro bruto. Eso requiere mucho valor. Es lo primero que me pasó por la mente, junto con la sorpresa", dijo Shorter.
Acto seguido Sims informó de su "cambio personal" a otros 200 soldados. Les contó cómo el malestar que sintió siempre alcanzó su peak hace tres años. Y explicó en qué consiste la disforia de género, junto con informarles sobre los pasos a seguir para completar su transición.
"Si bien prefiero que me traten como a una mujer, si eso les resulta incómodo, no están obligados a hacerlo. Solo pido que me digan capitán Sims", dijo en la carta, agregando que este cambio la haría "más productiva y capaz”, ya que no tendría que vivir como dos personas.
Cinco soldados le respondieron con palabras de aliento. La mayoría no dijo nada. A los pocos días todos se preguntaban en voz baja, "¿viste el mail?".
"Hasta el día que no vista el uniforme"
“Por lo que he experimentado, el servicio militar de personas abiertamente trans fortalece a nuestros militares”, asegura Sims. “Permitir a los soldados perseguir su identidad de género, les deja sentirse parte del equipo del Ejército y los empodera a ser lo que quieran ser. Cada soldado merece tener esa experiencia”.
“Los últimos dos años, los que he estado en la transición de género, han sido los más productivos de mis 8 años de compromiso con el Ejército, y solo puedo imaginar qué más podría haber logrado si me hubiera sentido libre durante los 4 primeros años”, comentó. “A pesar de todo lo que he pasado, e independiente de mis planes a futuro, hasta el día en que no vista este uniforme seguiré contribuyendo en todo lo que pueda para el servicio de la nación”, concluyó.