Los primeros años de vida de los niños son fundamentales para el desarrollo personal, para las relaciones con otros y para el aprendizaje, entre otros. A esa edad, los más pequeños comienzan a hacerse una idea de cómo es el mundo, de cómo deben comportarse y la relevancia de contar con un círculo familiar cercano y presente.
De hecho, el afecto moldea el cerebro de los niños y niñas cuando recién comienzan a experimentar la vida, es decir, las interacciones de calidad, influyen de manera importante a nivel cerebral. Al respecto, la directora ejecutiva de Fundación CMPC, Carolina Andueza y la coordinadora de la misma organización, Daniela Torres, conversaron sobre este tema como parte de la campaña "Me Cuido, Te Cuido".
Durante la conversación se habló sobre el "dar y recibir" o "servicio y retorno", lo cual tiene relación con ser receptivos ante las señales de los niños. Ambas coincidieron en que las alertas pueden ser múltiples, y que lo importante es estar atentos y receptivos ante las señales. Además, señalaron que, como cuidadores, se debe estar presente.
"Pueden ser gestos, actitudes, emociones, una palabra. una conversación o una frase que nosotros vamos a recibir y que, como adultos, de manera receptiva y atenta, tenemos que dar una respuesta. De esta manera, estamos moldeando parte del cerebro de los hijos. es increíble que como padres tengamos la herramienta de lo que podemos hacer", sostuvo Daniela.
Por su parte, Carolina destacó la relevancia de que los padres, madres y cuidadores estén bien consigo mismo para poder estar atentos a las señales: "es muy difícil ser receptivos si estoy sobrepasado", señaló.
Además, fue enfática en decir que "lo primero es que traten de grabarse lo del servicio y retorno, tengo que estar atento y poder devolverle una señal, una vez que lo veo y entiendo que algo me quiere decir, le pregunto qué le pasa".
Sin embargo, no siempre es fácil que un adulto esté presente y alerta, para eso, Daniela recomendó establecer ciertas rutinas y para que los niños se sientan especiales, tener un ritual distinto en el que se puedan hacer otro tipo de actividades.
