Atrasa la hora de cenar y acuéstate progresivamente más tarde durante la semana para ir acostumbrando el cuerpo al cambio, manteniendo así nuestra higiene del sueño.
Cena al menos dos horas antes de ir a la cama, debido a que si se come cercano al acostarse aumenta la energía necesaria para llevar a cabo el proceso digestivo, lo que puede afectar en la calidad del descanso.
No realices ejercicios intensos cerca de la hora de dormir, ya que aumenta la temperatura corporal, generando dificultades para la inducción de sueño, evitando un correcto descanso.
Aprovecha las mañanas para ejercitarte y activarte. Esta práctica aumenta la concentración y el estado de alerta durante el resto del día.
Si se quiere realizar actividad física más tarde, se recomienda realizar yoga o Tai Chi, ya que mediante estas prácticas bajan los niveles de ansiedad en nuestro cuerpo, favoreciendo un descanso profundo y evitando los despertares nocturnos.
Usa instancias libres durante el día para salir a caminar al aire libre y aprovecha las horas luz.
Si se presenta insomnio al momento de dormir, pueden ser útiles los ruidos rosados que ayudan a combatir este trastorno mediante una sensación de bienestar al escuchar, por ejemplo, el sonido de la lluvia, los latidos del corazón o el crepitar del fuego. Su eficacia consiste en que disminuye y regula las ondas cerebrales, lo que se traduce en un sueño más reparador.
Evita el consumo de bebidas energizantes después de las 16.00 horas, ya que, al contener cafeína o sustancias similares, eliminan la adenosina, sustancia que promueve el dormir y que se acumula a lo largo del día.
Evita el uso de pantallas y dispositivos electrónicos al menos una hora antes de dormir, ya que emiten luz azul que disminuye la segregación de melatonina.
Y aunque a veces cueste: Levántate al primer sonido del despertador, ya que los minutos extra realmente se traducen en un descanso de mala calidad y poco reparador.