Según las investigaciones citadas por la BBC,
quejarse de forma ocasional es algo normal de la experiencia humana. Es más, se trata de una función adaptativa del ser humano. Sin embargo, el problema radica cuando se convierte
en un hábito constante en las personas, transformándose en algo crónico que se extiende a diversos contextos. Algunos expertos consideran que la sociedad se queja mucho debido a que ese comportamiento podría entenderse como un
mecanismo de afrontamiento a través del cual se liberan tensiones o incluso se realiza como una forma de validación social, ya que al compartir nuestro malestar con los demás, se busca que los demás aprueben la opinión y percepción personal.
Aunque es un área de investigación aún en desarrollo que necesita más estudios, la neurociencia ha comenzado a explorar las causas y efectos de la queja.
En ese sentido, diversos estudios han confirmado que el
cerebro humano está diseñado para identificar amenazas y problemas. Se trata de un mecanismo evolutivo que tenía sentido hace miles de años atrás cuando la supervivencia de la gente dependía de la capacidad de reaccionar rápidamente a las amenazas y peligros reales.
Esto explica
por qué es más fácil centrarse en lo negativo, ya que finalmente el cerebro tiende a fijarse en lo malo porque es lo que le permitía tener más opciones de vivir.
Sin embargo, en la actualidad y en la sociedad moderna, este efecto, denominado
sesgo de negatividad, puede volverse contraproducente, ya que estar enfocado de forma
constante en lo malo, puede alterar la percepción de la realidad y promover nuevas interacciones basadas en la queja.
Además, es un comportamiento que empeora con el uso de las redes sociales, donde es frecuente observar que las críticas y el descontento abundan en las plataformas que finalmente termina convirtiéndose en un contenido atractivo, generando interacción y debate.
Aunque quejarse es parte de la naturaleza humana, algunos estudios sugieren que lamentarse frecuentemente puede
provocar cambios estructurales en el cerebro, lo que puede ocasionar problemas en la resolución de problemas, la toma de decisiones, la planificación y la función cognitiva.
Sin embargo, lo anterior produce
fatiga mental, ansiedad, estrés, cansancio, más frustración y, por ende, más quejas. Además, los individuos que suelen lamentarse frecuentemente suelen ser más pesimistas y menos resilientes frente a las adversidades.
Pese a ello, hay formas de romper con el ciclo de la queja crónica. Según recoge la BBC, las formas de enfrentarlo que más se recomiendan en las consultas psicológicas son:
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Practicar la gratitud: Se recomienda registrar en un diario las cosas por las que sentirse agradecido, ya que ayuda a cambiar las perspectiva.
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Buscar soluciones: Se sugiere a modo de ejemplo, realizar una lista de las posibles acciones a realizar para mejorar alguna circunstancia de la vida. Esto entrega una sensación de control por lo que reduce la frustración.
-Prestar atención a las palabras que se usa: Es importante ser consciente del lenguaje que se utiliza y modificarlo a uno más neutral o positivo cuando sea negativo. Esto puede ayudar a cambiar el patrón de pensamiento.
-Poner límites con los demás: Por ejemplo evitar conversaciones que estén centradas en lo negativo y proponer un enfoque más constructivo para resolver los problemas.