En una era donde la autenticidad y la transparencia son virtudes enaltecidas, ser
completamente sincero se ha convertido en un rasgo deseable y, a menudo, muy aplaudido en nuestra sociedad. Frases como "
yo digo las cosas como son" o "
la verdad no ofende, solo incomoda", se han popularizado tanto en las redes sociales como en nuestras conversaciones cotidianas, promoviendo la idea de "ser uno mismo", diciendo lo que pensamos sin filtros y sin miedo al qué dirán. Sin embargo,
¿es realmente útil y necesario decir todo lo que pasa por nuestra mente?
La
sinceridad es, sin duda, un pilar poderoso e indispensable en las relaciones humanas que
permite fortalecer los vínculos y la confianza. No obstante, cuando
no se acompaña de empatía y reflexión, esta puede transformarse en un
arma de doble filo, llegando a cruzar la delgada línea hacia la
impulsividad.
Si bien callar por temor a incomodar puede generar frustraciones internas, malentendidos y resentimientos, al mismo tiempo,
expresar todo lo que sentimos sin considerar las posibles consecuencias, puede
herir a otros, proyectar una imagen de insensibilidad o incluso dañar relaciones importantes.
¿Quién no ha vivido un momento en el que se arrepiente de haber hablado sin pensar? Un comentario inofensivo que dejó huella, una verdad dicha en el momento equivocado o una crítica sin filtros que rompió con un ambiente cordial. Desde luego, todos hemos atravesado por experiencias como estas; sin embargo,
ser honestos no significa ignorar el impacto de nuestras palabras, sino aprender a comunicarnos de manera consciente y responsable.
Sinceridad v/s impulsividad
Pero, ¿cuál es la diferencia entre la sinceridad y la impulsividad? Según explicó Johana Herrera, psicóloga del Centro de Desarrollo Humano Zueh, a Bienestar de El Comercio de Perú
ser sincero hace referencia al valor de la honestidad para poder
expresar abiertamente lo que pensamos y sentimos, pero siempre con
responsabilidad y respeto hacia los sentimientos de los demás.
"Ser sincero hace referencia al valor de la honestidad para poder expresar abiertamente lo que pensamos y sentimos, pero siempre con responsabilidad y respeto hacia los sentimientos de los demás".
Johana Herrera, psicóloga
En definitiva, una persona sincera es aquella que habla de manera
meditada y pausada, teniendo el control sobre lo que quiere decir y manifestar en un determinado momento, según indicó la psicoterapeuta de la Clínica Internacional, Liliana Tuñoque.
En contraste, la
impulsividad es el rasgo de personalidad que lleva a expresar las
ideas sin reflexión y empatía. Básicamente, Ángela Otazú López, psicóloga y docente de Continental Florida University la definió como una
respuesta inmediata y sin filtro a estímulos internos o externos, sin considerar las consecuencias a largo plazo.
"La impulsividad es un comportamiento que muchas veces está asociado con la necesidad de desahogarse rápidamente, pero que puede generar conflictos interpersonales y malentendidos".
Ángela Otazú, psicóloga
"Es un comportamiento que muchas veces está asociado con la necesidad de desahogarse rápidamente, pero que puede generar
conflictos interpersonales y malentendidos. Además, la impulsividad al hablar puede estar relacionada con un
control inadecuado de las emociones y una baja tolerancia a la frustración", manifestó la experta.
¿Por qué hablamos "sin filtros"?
La
impulsividad al hablar o la necesidad de expresarse sin filtros, suele estar asociada a
experiencias emocionales intensas vividas durante la
infancia. En muchos casos, como mencionó Tuñoque, esta conducta puede emerger cuando una persona
no aprendió a manejar adecuadamente sus emociones, expresando lo que siente sin pensar en las consecuencias. Esto puede estar relacionado con contextos de
estrés, ansiedad o dinámicas familiares donde predominó una
comunicación agresiva.
"Las
emociones desempeñan un
rol crucial en este tipo de comportamiento disfuncional, ya que pueden actuar como
detonantes que impulsan a las personas a reaccionar sin pensar, especialmente en situaciones de estrés o alta carga emocional", expresó la especialista de Continental Florida University.
"La regulación emocional deficiente puede llevar a reacciones impulsivas que no solo afectan la calidad de las relaciones interpersonales, sino también el propio bienestar emocional".
Ángela Otazú, psicóloga
"La
regulación emocional deficiente puede llevar a
reacciones impulsivas que no solo afectan la calidad de las
relaciones interpersonales, sino también el propio bienestar emocional", agregó.
Además, esta necesidad también puede tener raíces en una
carencia afectiva durante las etapas formativas, donde no se recibió suficiente atención, acompañamiento o reconocimiento emocional.
Y es que en estas circunstancias, la persona pudo haber desarrollado una búsqueda constante de validación o una tendencia a expresar sus emociones de forma impulsiva como una manera de sentirse escuchada o afirmada.
Del mismo modo, la impulsividad en general, puede estar relacionada o ser parte de una
sintomatología de un problema de salud mental, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (
TDAH), el trastorno límite de la personalidad (
TLP) y ciertos trastornos de ansiedad. En concreto, estos pueden afectar significativamente la capacidad de una persona para regular sus emociones y comportamientos, incluyendo la forma en que se comunica.
"Otro factor a tomar en cuenta,
es el uso de las redes sociales y plataformas digitales. Las interacciones en línea suelen
carecer de las señales no verbales esenciales en la comunicación cara a cara, como el tono de voz y el lenguaje corporal, las cuales son fundamentales para interpretar el impacto emocional de nuestras palabras en los demás", dijo Otazú.
"
Al estar ausentes, las personas tienden a
expresarse de manera más impulsiva, ya que no perciben de inmediato las reacciones emocionales de sus interlocutores. Además, el anonimato y la distancia emocional que ofrecen estas plataformas
disminuyen la sensación de responsabilidad sobre lo que se dice, lo que puede facilitar una comunicación más cruda y menos reflexiva", añadió.
Riesgos emocionales y sociales de hablar sin filtros
Decir todo lo que pensamos sin filtro puede
generar riesgos emocionales y sociales significativos. En el ámbito emocional, puede dar lugar a
vínculos insanos, ya que la franqueza excesiva puede
herir a los demás y fomentar actitudes defensivas.
Según la psicoterapeuta, las personas suelen interpretar comentarios impulsivos como
ataques personales, lo que desencadena una serie de
reacciones agresivas o defensivas. Esto puede derivar en
conflictos constantes, dificultando así la construcción de relaciones sanas y provocando aislamiento social.
En el plano social, una comunicación impulsiva
suele dañar la confianza. Por ejemplo, puede afectar las relaciones de pareja, laborales o familiares, incluso con los hijos. La impulsividad en la comunicación transmite mensajes como: "No confío en ti, porque en cualquier momento puedes perder el autocontrol y compartir lo que te he confiado en privado". Definitivamente, esta percepción genera inseguridad en las personas cercanas, quienes pueden optar por no hablar abiertamente ni de manera sincera con alguien impulsivo, lo que deteriora aún más las relaciones.
"Este tipo de comunicación también puede tener un
impacto negativo en la
autoestima de quien lo practica, enfrentándolo a rechazo, críticas o una pérdida de credibilidad. Por ello,
es crucial desarrollar empatía, reflexionar antes de hablar y medir las palabras para transmitir mensajes de manera más efectiva", sostuvo Liliana Tuñoque.
"Incluso las críticas o temas difíciles pueden abordarse de forma constructiva si se utiliza un tono adecuado, lo que no solo minimiza el daño, sino que también refuerza la confianza y la efectividad del mensaje", dijo después.
¿Cómo identificar si lo que decimos es sincero o impulsivo?
Para identificar si lo que decimos es fruto de sinceridad o impulsividad, es
importante reflexionar sobre nuestras intenciones y el impacto de nuestras palabras.
"Una comunicación impulsiva puede tener un impacto negativo en la autoestima de quien lo practica, enfrentándolo a rechazo, críticas o una pérdida de credibilidad".
Liliana Tuñoque, psicoterapeuta
Según Otazú López, un primer paso es
analizar las motivaciones detrás de lo que expresamos, en otras palabras, si están enraizadas en el deseo de herir, defendernos o reaccionar sin pensar. Si este es el caso, probablemente nuestro mensaje tenga una connotación impulsiva. En cambio, si hablamos de manera meditada, con consideración y empatía, es más probable que lo que decimos sea sinceridad.
Algunas
señales de que estamos
siendo impulsivos incluyen una baja tolerancia a la frustración, actuar sin pensar en las consecuencias o buscar culpables en lugar de soluciones ante un problema. Asimismo, como indicó la psicoterapeuta,
es necesario observar cómo reaccionan las personas a lo que decimos.
Si nuestras palabras generan malestar recurrente, incomprensión o rechazo, podría ser señal de que estamos comunicándonos de manera impulsiva. Las dificultades para mantener relaciones estables o la tendencia a crear conflictos en situaciones donde una comunicación clara es esencial también pueden ser indicios de impulsividad.
Estrategias para controlar la impulsividad
Controlar la impulsividad es clave para mantener relaciones saludables y responder de manera adecuada en diversas situaciones. Para lograrlo, es fundamental trabajar en las siguientes estrategias, que nos ayudarán a mejorar nuestra autorregulación emocional y nuestras habilidades sociales, permitiéndonos comunicarnos de manera efectiva sin sacrificar nuestra autenticidad.
- Practica el mindfulness: Esta técnica te ayuda a estar más consciente de tus pensamientos y emociones, lo que te da el espacio para reflexionar antes de hablar. Ejemplo: Si estás en una conversación acalorada, toma una respiración profunda antes de responder. Esto te permitirá calmarte y evitar reaccionar impulsivamente.
- Establece metas específicas: Fijarte objetivos concretos para mejorar tu forma de comunicarte te ayudará a avanzar paso a paso. Puedes empezar por comprometerte a no interrumpir durante una conversación. Ejemplo: Durante una reunión, decide escuchar hasta que la otra persona termine de hablar antes de dar tu opinión, asegurando que tu respuesta sea reflexiva.
- Haz una pausa antes de responder: No tengas miedo de quedarte en silencio por unos segundos. Esta pausa te da tiempo para filtrar tus pensamientos y pensar en lo que realmente quieres comunicar. Ejemplo: Si sientes que una conversación te está generando estrés, permite que haya un breve silencio antes de aportar tu punto de vista, asegurándote de que tu respuesta sea constructiva y respetuosa.
- Desarrolla la inteligencia emocional: Ser consciente de tus emociones te permitirá gestionarlas de manera adecuada. Además, te ayudará a reconocer las emociones de los demás para responder con empatía. Ejemplo: Si alguien te dice algo que te molesta, reconoce tu emoción de frustración y, en lugar de reaccionar de inmediato, responde de manera calmada y comprensiva.
- Cultiva la empatía: Ponerte en el lugar de los demás te ayudará a entender mejor sus sentimientos y a responder de forma más conectada. Ejemplo: Si un amigo está pasando por un mal momento, en lugar de ofrecer soluciones rápidamente, escucha atentamente y valida sus emociones, lo que fortalecerá la relación.