VIÑA DEL MAR.- Ni siquiera los viejos tiempos en que Fernando González levantaba la copa en Orlando trajeron tantas alegrías al tenista santiaguino. Ahora, en un presente que lo tiene encaramado entre los mejores 25 jugadores del año, el chileno está pasando por un largo gran momento, en el que la insoportable fiereza de sus golpes llevan hacia el otro lado de la cancha la cuota exacta de inteligencia necesaria para demoler al más empecinado rival.
Porque si hay algo que ha aprendido González bajo la tutela de Horacio de la Peña es a mantener la calma, a esperar agazapado el instante preciso para lanzar el arañazo. Y con eso ha ganado puntos, partidos y confianza.
Le pasó esta tarde frente al siempre testarudo Agustín Calleri. Por mucho que el argentino haya empezado la segunda manga con una molestia en el aductor de la pierna derecha, el 6-4 y 6-0 endosado en 58 minutos fue armado en base a una estrategia fría por parte del chileno.
González apuró cada pelota que podía hacia el revés del trasandino, acostumbrado a puntos largos que acaban con la paciencia del rival. Tal vez en el 2000 González habría perdido los estribos. Hoy llevó el galope a su feudo, con pelotas profundas, cruzadas, y con la cuota precisa de violencia, sin desbordarse.
En la manga inicial, el nuevo servicio de González -ya no levanta la raqueta cuando lanza la pelota al aire- le permitió ganar confianza, moviendo siempre al argentino hacia la izquierda. Con un 5-2 de ventaja ni siquiera el quiebre de vuelta de Calleri lo amainó: en seguida le rompió de nuevo para llevarse el set.
Inteligente, en la segunda parte el chileno supo jugarle a los dolores a su rival. Como Calleri no se sentía cómodo moviéndose, González lo abría o le jugaba pelotas con demasiada fuerza al revés. El argentino no tuvo chance alguna de dar vuelta el partido. Es más, se fue enredando en su propio juego más que en las molestias.
Había una aplanadora frente a él y ese peso, cuando lleva inteligencia más encima, es como le gusta a González: insoportable.