PARÍS.- Anastasia Myskina, de 22 años, se convirtió hoy en la primera rusa en ganar un título del Grand Slam, al derrotar a su compatriota Elena Dementieva en una de las finales más pobres de Roland Garros de los últimos años.
Con un marcador de 6-1 y 6-2 en sólo 59 minutos, Myskina puso fin a un encuentro que pasará a la historia por ser la primera final de un grande entre dos rusas, pero no por la calidad que demostraron las dos jugadoras, grandes amigas, aunque exentas de agresividad hoy, y con la pólvora mojada en sus raquetas.
Una derecha larga de Dementieva acabó con los sueños de la rubia moscovita y con los de su entrenadora, Olga Morozova, que después de 30 años de disputar ella la final contra Chris Evert soñaba que su pupila lograría lo que entonces se le escapó.
Myskina apenas reaccionó ante el último punto. No se lo creía. Era un fallo más de su rival, que acumuló 33, y miró a un lado y a otro para encontrar una cara que corroborase su victoria. Finalmente gritó para descargar toda la emoción guardada hasta entonces y apretó los puños.
Se convierte así la morena moscovita en la nueva campeona del torneo, después de haber salvado una bola de partido contra su compatriota Svetlana Kutnesova en la cuarta ronda. En la historia de París sólo otras dos jugadoras ganaron el título con esta adversidad, Margaret Osbourne-Dupount (1946, y salvó dos) y Margaret Smith Court (1962, uno).
Independientemente de la mayor seguridad de Myskina, Dementieva se lo puso muy fácil. Su saque, criticado por ser indigno de su supuesto nivel, corroboró esta afirmación. Flojo, mal colocado y con diez dobles faltas, tres de ellas en el séptimo juego del segundo set, era un arma inexistente. Lo mejor de la medalla de plata en los JJ.OO. de Sydney y semifinalista del Abierto de Estados Unidos ese año, fue sin duda una eléctrica derecha al fondo, en paralelo que sacó poco a relucir, eso si.
Para Myskina su tarea tenía un objetivo perfectamente seleccionado. Controlar sus emociones, su mal genio, el mismo carácter endiablado que le jugó una mala pasada este año en el Abierto de Australia.
En este aspecto estuvo magistral y sólo mostró un incipiente principio de cabreo en el séptimo juego cuando amagó con golpear la raqueta contra el suelo. Su revés estuvo certero y abrió los ángulos necesarios para que Dementieva sufriera.
Jens Gerlach, su ex novio y ahora técnico de Anastasia, recibió luego las gracias en medio de la pista cuando Myskina tomó en sus manos la Copa Suzanne Lenglen. "Gracias a mi entrenador por comprenderme, se que no es fácil trabajar conmigo", le dijo en un guiño que sólo ellos entendieron.
Myskina recibió el trofeo de manos de Jackson Richardson, capitán de la selección de balonmano de Francia, dos veces campeón del mundo (1995 y 2001) y próximo abanderado de esta delegación en Atenas.
"Estoy muy feliz y emocionada, y no tengo palabras para describir cómo me siento. Tuve que controlar todo mis sentimientos, porque es la final de Roland Garros, un Grand Slam y ella es mi amiga", señaló Anastasia, poco antes de que sonara el himno ruso y la bandera de este país fuese izada en la pista, hecho que se da por primera vez en Roland Garros y en un Grand Slam, a petición de las dos jugadoras. Todo sin una lágrima por parte de las dos.
"Me he sentido tremendamente fatigada, pero estoy contenta de que ella haya ganado el título y yo espero ganarlo el próximo año", dijo por su parte una desilusionada Dementieva en un perfecto francés.
"Has tenido una gran victoria Anastasia, para mi ganar Roland Garros era el sueño de mi vida y no lo he logrado, pero lo intentaré el próximo año. Gracias a mi madre y a mi entrenadora, porque estoy aquí por ella".
Myskina logró por este título, el segundo este año, el primero fue en Doha, y el octavo de su carrera un cheque por 860.000 euros. Dementieva ganó otro por la mitad. El lunes saldrá tercera en la clasificación mundial, mientras que Dementieva aparecerá en el sexto.