SANTIAGO.- Nada, nunca, ha sido sencillo para el fútbol chileno. Sufrimiento tras sufrimiento. Angustia tras angustia. ¿Por qué, entonces, la historia habría de cambiar de un momento a otro?
Como pocas veces, quizás en forma inédita, la Roja de Chile pudo enfrentar el tramo final de las clasificatorias con el cupo en la Copa del Mundo prácticamente en el bolsillo.
No era necesario nada del otro mundo: ganarle a Venezuela -en el estadio Monumental de Santiago de Chile- y listo. Ni siquiera era imperativo sumar en Brasil: bastaba que Colombia y Ecuador no derrotaran a Uruguay y Bolivia, respectivamente, y ya.
Pero no. No y no. Hay que sufrir, esperar hasta el final, angustiarse como casi siempre.
Ni siquiera sirvió que Arturo Vidal, cuando las piezas recién se estaba acomodando, anotara el 1-0 mediante un certero golpe de cabeza anticipándose a Oswaldo Vizcarrondo. El córner lo había ejecutado Matías Fernández.
El festejo provocó el efecto inverso. En vez de agrandarse, de apropiarse como absolutos dominadores, los pupilos de Marcelo Bielsa se fueron del partido, perdieron el espíritu combativo y guerrero y dejaron que Venezuela -con un fútbol lento, predecible- creciera hasta dar vuelta el scorer.
El tema es que no igualó Venezuela. Bueno, sí, pero con gran ayuda de Chile: Mauricio Isla no respetó la enseñanza que reciben los laterales en su época infantil -esto es, jugar una pelota de la orilla hacia el medio- y se armó el quilombo.
Juan Arango recibió con el campo a favor, cedió a Giancarlo Maldonado y éste fusiló a Claudio Bravo.
Más tarde, el capitán no alcanzó a reaccionar a un tiro libre de José Manuel Rey -angulado, pero sin potencia- y si el Monumental estaba en silencio, a partir de ahí fue lo más parecido a un velorio.
Peor no se podía jugar, entonces era esperable que Chile subiera su nivel.
Bielsa aportó lo suyo, con dos cambios: sacó al único volante quitador (Carlos Carmona) por uno mixto (Rodrigo Millar), y a un lateral (Roberto Cereceda) por un atacante (Fabián Orellana).
Y fue justamente Millar, aprovechando varios rebotes en el área "vinotinto", quien anotó el 2-2. Restaban largos minutos por jugar.
De ahí en más, la Roja se fue con todo en busca del triunfo. Pudo anotar Alexis Sánchez (gran contención de Renny Vega) o Jorge Valdivia (otra vez el meta visitante demostró sus buenos reflejos).
No hubo mucho más. Chile intentó por todos lados (con remates de media distancia, centros, desbordes) y no pudo. Venezuela defendió con 10, dejando a Maldonado como exclusiva arma de ataque.
Está dicho: nada, nunca, ha sido fácil para el fútbol chileno. Por más que sea Bielsa el estratega, los pecados -históricos- tiene sello de fábrica: relajo y desconcentración en los momentos más trascendentes.
Habrá que esperar. Seguir esperando.
El boleto a Sudáfrica está ahí, al alcance de la mano. Pudo ser esta noche. Puede ser en Brasil. O quizás ante Colombia. ¿Será necesario esperar hasta el cierre con Ecuador, otra vez en el Monumental?
Da igual: en Brasil, en Colombia o en Chile. Pero que sea.