WASHINGTON.- En caso de ganar las primarias demócratas quien actualmente las lidera y luego derrotara a Bush en las elecciones presidenciales de noviembre, ingresaría a la Casa Blanca una personalidad brillante. Pero no se trataría de John Kerry, sino de su esposa, la multimillonaria heredera del emporio de las salsas de tomate Teresa Heinz Kerry.
Las diferencias con la callada Laura Bush, quien prefiere echar una mirada de silenciosa admiración a su esposo, no podrían ser mayores.
Siempre elegante en traje Chanel y tacos altos, jamás deja de decir lo que piensa. "Un tiro al aire", temen algunos asesores del comité de campaña de su marido, a quienes ha hecho transpirar más de una vez la sinceridad de las declaraciones de Teresa Heinz. Demasiado franca, espontánea y obstinada, advierten los críticos sobre la mujer de Kerry.
"Cuando una mujer dice lo que opina, pasa por tozuda, un hombre en cambio sería considerado inteligente. Si no tuviera una opinión propia sería una cabeza hueca", afirma.
En una entrevista de la revista "Elle" le preguntaron si utilizaba el apellido Heinz o Kerry: "Me importa una m...", respondió la traductora diplomada. No tiene pruritos en hablar de las aplicaciones de botox con que se alisa las arrugas y tampoco considera tabú reconocer que se ha hecho liftings: "Cuando lo necesito, lo hago", dice la esposa del precandidato, que aparenta fácilmente diez años menos de los 65 que cumplió.
John Kerry ve de todos modos a su mujer como una joya para su campaña electoral. En su página de Internet www.johnkerry.com hay varias ventanas dedicadas a Teresa, con su biografía, sus logros, citas y casi a diario un mensaje nuevo de la aspirante a First Lady.
Cuando Teresa Heinz se presenta en la campaña junto a Kerry, despierta rápidamente la impresión de que no le gusta aparecer como acompañante en las tribunas. Prefiere salir sola de campaña proselitista.
"Los electores saben qué hacer con lo que les digo", asegura como si ella misma compitiese por la presidencia. "Nos ha ido bien, tuvimos buena prensa", dijo en otra ocasión tras una gira como oradora solista. Su discurso elocuente sobre justicia y derechos humanos llega mucho mejor a los electores que a los asesores de su marido.
Teresa Heinz, casada durante 25 años con el heredero del imperio del ketchup y las sopas instantáneas Heinz, quien ocupaba una banca republicana en el Senado, apenas cambió de partido hace un año. Hasta entonces fue fiel a la adscripción partidaria de John Heinz III, quien murió en 1991 en un accidente aéreo.
"Fue el amor de mi vida", sigue destacando Heinz incluso en presencia de su segundo marido. Kerry la conoció en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, en 1992, y se casó con ella tres años más tarde.
Teresa Simoes-Ferreira, hija de un médico portugués, creció en Mozambique. Estudió idiomas en Sudáfrica y Ginebra, donde compartió aulas con el actual secretario general de la ONU Kofi Annan. Teresa Heinz se expresa fluidamente en portugués, español, francés, inglés e italiano. En los años 60 ingresó como intérprete a las Naciones Unidas en Nueva York, y en 1966 contrajo matrimonio con Heinz.
Tras la muerte del empresario heredó unos 500 millones de dólares y se dedicó de lleno a las tareas de beneficencia. Asumió la dirección de la Fundación Heinz, una de las instituciones filantrópicas más grandes de Estados Unidos. La Fundación apoya con sumas millonarias iniciativas por el medio ambiente, los derechos de la mujer, la educación y las artes.