"Sexo & Poder. El extraño destape chileno", de Juan Pablo Meneses. Editorial Planeta.
SANTIAGO.- Spiniak ya no es el protagonista de la fama, Gemita Bueno dejó de ser la estrella del momento y el reality de los pedófilos terminó. Ahora lo que importa, después del revuelo municipal, es la pelea por la presidencia. Importan los próximos candidatos de un Chile que, según Juan Pablo Meneses, ya no es el mismo después de que Spiniak obligó a todos hablar de sexo.
Entonces, ¿cómo éramos antes del escándalo de pedofilia y pederastas? Y ¿cómo somos ahora? ¿Diferentes?, ¿más liberales?, ¿más tolerantes? ¿Qué nos pasó después de que se supo públicamente que el sadomasoquismo y la pedofilia eran más comunes de lo que pensábamos? En definitiva, ¿qué pasó en Chile? Con esa pregunta el periodista chileno, residente en Buenos Aires, Juan Pablo Meneses, cruzó la cordillera en julio pasado para averiguar, en vivo y en directo, si la seguidilla de titulares sobre el escándalo Spiniak y sus coprotagonistas efectivamente cambiaron el país.
Meneses no buscó solamente las respuestas en el caso de Spiniak o en tribunales. Fue en los cafés con piernas, en la Plaza de Armas pasada la medianoche, con su propio escándalo sexual, las medallas de oro ganadas en Atenas, el proxeneta Ringo García, en una sesión de sadomasoquismo en Barcelona, en clubes nocturnos y la industria porno, entre otras cosas, donde encontró las piezas que, en tres meses, terminaron de armar un puzzle. Un puzzle sobre la escena nacional que terminó en un libro: "Sexo & Poder. El extraño destape chileno". Para Juan Pablo Meneses hasta el más mínimo detalle entregaba una clave. Nadie se salvó de su mirada inquisitoria. Ni si quiera el lector.
¿Qué tiene de extraño el destape chileno?
Lo que tiene de extraño es que fue a partir de un caso de abusos de menores, y no a partir del fin de una dictadura, por ejemplo. Fue un supuesto destape ya que algo se abrió y luego se cerró automáticamente. Nos sirvió para darnos cuenta de que en realidad la gente está destapada hace mucho tiempo, pero los medios siguen creyendo que somos una sociedad conservadora.
Tu libro no habla solamente del caso Spiniak y, sin embargo, el primer capítulo cuenta detalladamente una de sus fiestas.
Empiezo con la fiesta de Spiniak porque todo se inició con este empresario, la red de pedófilos, los políticos y todo lo que ya sabemos. El libro “Sexo & Poder” es una crónica de Chile desde que estalla el caso Spiniak en octubre del 2003, hasta el 19 de septiembre del 2004. Sobre la brutalidad y delirio de ese año que se da a partir del caso. Pero no es en ningún caso un libro sobre éste.
¿El caso Spiniak es la causa o la gota que rebalsó el vaso del destape chileno?
Creo que fue la excusa para empezar a publicar cosas que la gente quería leer. La gente quería leer que había fiestas en mansiones, con niños abusados, que había políticos metidos. Y esas mismas ganas traicionaron el trabajo de la prensa que empezó a facturar noticias con lo que la gente quería leer, dejando un poco de lado la investigación. Si uno lee todos los titulares de todos los diarios de esa época, son para desmayarse. Me acuerdo incluso de uno que tituló 'Julio Martínez está casi seguro que hay políticos en las fiestas'.
¿Qué rol le das a los medios en todo este cuento?
El rol que tuvieron los medios es básicamente el que tienen: vender. Eso trataron de hacer. No tanto informar. Este año se juzgó mucho, a gente sin pruebas, se publicaban notas sin investigación. Y ahora no se juzga nada. Se fueron de un extremo a otro. Pasó del sensacionalismo al silencio. Ahora nadie habla de nada respecto de ese tema. El caso de Gemita Bueno es el más emblemático. ¡Pasó de ser la pobrecita, a ser la diabólica y ahora es inexistente!
Muchos de los que colaboraron con el libro pidieron anonimato. ¿Qué te dice eso?
Que hubo un retroceso. El destape venía lento, a ritmo de tortuga con la foto de Tunick, con The Clinic, con LUN, con las teleseries. Y de repente aparece esta cosa media satánica de mister Spa. Y ahora nada. No entiendo por qué los periodistas no me podían hablar, y los que lo hacían me daban la visión de su medio. Dejaban de ser personas. Eso no puede ser, porque por mucho que el medio tenga una línea editorial, le gustaría tener periodistas que piensen y no que sean solamente muebles. Pero, al parecer, a ellos les da miedo que los pueden echar y prefieren cuidar la pega.
Juan Pablo Meneses se pide un café durante esta entrevista en un local de Providencia. Los litros y litros de esta oscura infusión que se tomó recorriendo cafés con piernas, más que proporcionarle una sobredosis, terminaron dándole la autoridad para analizar, sin tapujos, el destape chileno. Este periodista que colabora en El Mercurio y revistas Latinoamericanas, como Gatopardo y Etiqueta Negra, era hasta ahora más conocido como cronista de viaje. De hecho viene llegando de Lima donde dictó un taller para periodistas y presentó su primera publicación de crónicas, "Equipaje de mano". Ahora volvió a Santiago a presentar "Sexo & Poder". El libro que lo llevó a redescubrir al chileno y su capital.
Algunos piensas que el tema de los café con piernas está trillado y, sin embargo, les dedicas un capítulo entero.
Es que a mí me llaman la atención. Que salga de una oficina a las 11 de la mañana, luego de entrevistar a un abogado de un proxeneta acusado de formar parte de una red ilícita de pedofilia, y a una cuadra de La Moneda entro a un café y adentro hay una fiesta y me recibe una mina vestida de colegiala que saluda a todos los clientes de besos en la boca. Y de eso nadie dice nada. Al contrario, le hacen un homenaje. Como que ese es nuestro chiche del destape, siendo que estos cafés son como puntos de fuga. Uno entra a uno de estos lugares del centro y es como desaparecer. Mientras hacía esta historia conocí a un tipo que me dijo: 'he intentado dejar los cafés con piernas, pero no puedo'. No podía aguantar su vida sin ir, por lo menos tres veces al día, a meterse a un café y mandar todo a la mierda. El café con piernas es muy complejo, pero a la vez muy representativos de lo que pasa.
Durante la investigación, Meneses vivió en un departamento justo al frente de La Moneda. (Foto: Raúl Bravo)
En algún momento del libro dices que Chile, más que conservador, es reprimido.
Hay mucho de eso. Me aburrí de contar las veces que me han dicho en otras partes de Latinoamérica o España, que son las únicas partes del mundo donde se conoce Chile, '¡Ustedes son tan conservadores!'. Y veo al abogado que va a besarse con una chica vestida de colegiala en un café con piernas, o veo los cabarets de lujo y los decadentes, o veo todas las noticias del caso Spiniak…y en realidad el paisaje del país no es conservador. Es más bien el paisaje de un país reprimido. Sólo en un país reprimido empieza a salir el destape después de un caso de abuso de niños.
Salió un adelante del libro en Gatopardo, y te han entrevistado en el extranjero a raíz de "Sexo y Poder". ¿Cuál es la reacción de afuera?
Para la gente de afuera, Chile es un enigma. Un país conservador donde estuvo Pinochet, de economía ejemplar y tranquilidad política. Nada más. Pero como todos saben que las cosas perfectas no existen, les ha llamado la atención esta trizadura en la cosa ejemplar chilena.
Si no hubieran estado involucradas autoridades en este caso, ¿crees que hubiera habido destape?
No. Porque no interesa. Las mismas cosas de las que se acusa a Spiniak y a otros, pasan todos los días y mil veces. Todos los días va gente a saunas gay, pero tuvimos que saber que existían saunas gay porque va un juez de la corte.
¿Cuál es la relación entre sexo y poder?
Tiene que ver con la manera en que las autoridades del país han influido en el tema de los escándalos en los últimos años, su participación. Hasta antes del destape, la imagen que teníamos del poder en Chile era asexuada, de pureza, aunque no era así. Y ahora, después de este escándalo, llegamos a la conclusión de que un juez de la corte puede ir a un sauna gay, un alcalde de una ciudad importante tiene que hacerse exámenes proctológicos; el dueño del primer Spa le pueden gustar los niños, o un diputado puede ir a un cabaret.
En tu libro aparecen las FF.AA., el Cardenal, el Presidente de la República, ¿qué rol juegan ellos en este cuento?
Es que tienen que ver con una sociedad que desde mi punto de vista ha tenido un año muy agitado, tan agitado, que parece que no hubiera pasado nada. Creo que debe ser el año más agitado después del '73, ¿y ahora nadie dice nada? Eso es responsabilidad de todos. Responsabilidad del Cardenal que en el Te Deum habla de los tenistas o de la guerra de Irak y del papel de la prensa, y las FF.AA. que comienza a opinar de si pueden o no entrar homosexuales en sus filas. Acá estamos todos metidos. La idea del libro es que este año de sexo y poder salpicó a todos. ¿Por qué se va a salvar la iglesia si ha habido casos como el del cura Tato? ¿Por qué se va a salvar las FF.AA. si ha habido casos como Soto Tapia?
Hablas de que se ha farandulizado el destape chileno. ¿No te parece que las dos cosas van de la mano?
Sí, pero lo que pasa es que el país se farandulizó. Entonces todo lo que pasa se va a farandulizar, las elecciones se farandulizan, el destape sexual se faranduliza.
¿Por eso pasó sin pena ni gloria?
Pasó sin pena ni gloria porque la sociedad es reprimida. Es un país que reprime todo. Yo creo que todo este caso se farandulizó y eso amortigua todo. Todo lo trasforma en un espectáculo. Un ensayo de destape sexual.
En tu libro vas desde los cabarets locales a una estrella de porno americano, de tribunales a una sesión de sadomasoquismo en Barcelona, de cafés con piernas a la pedofilia en Sri Lanka. ¿Cuál fue el criterio para elegir las diferentes escenas?
Elegí tantas locaciones diferentes porque quería que fuera un visión completa. No es una cosa sórdida de aquí en vivo, sino una forma de contextualizar. Es como poner paño frío, es decir, no nos volvamos tan locos y veamos que lo que pasó fue esto y lo otro.
¿Crees que faltó contextualizar las cosas?
En la prensa siempre pasa eso. Tienes que hacer las pega del día y no tiene tiempo de hacer cosas más elaboradas. Si tienes a la competencia haciendo una cobertura escandalosa, sensacionalista, y tú haciendo algo contextualizado, eso es aburrido y pierdes público. Aunque yo creo que hay que hacerlo igual.
¿Qué sensación te quedó después de moverte en esta suerte de submundo?
A mí me quedó la sensación de que los que se mueven en él, la tiene muy clara. Saben que nunca van a cambiar lo que les tocó vivir y tratan de vivirlo lo mejor posible. ¿Cómo vamos a juzgar nosotros a un tipo que lo violaron a los ocho años, que después se tuvo que prostituir en la calle, trabajó en una sauna gay y que ahora es proxeneta? No lo podemos juzgar con nuestra moral, sino que con la suya. Y con la moral de él es un tipo exitoso, porque se podía haber matado, o terminado como drogadicto. Otra cosa es desde el punto de vista delictivo, que para eso están los tribunales.
Pareciera que las aguas se calmaron y todo el escándalo ya no es tema de conversación. ¿Significa que ya nos destapamos o que no nos destapamos nunca?
Creo que se destapó la olla y se volvió a tapar. Y eso fue principalmente porque al abrir la olla a nadie le gustó lo que vio. Entonces mejor dejarla tapada.
¿O sea volvimos a lo de antes?
No, porque por lo menos sabes lo que hay.