Concierto aniversario
Gilberto Ponce 10/1/2005
64 años de existencia celebró la Orquesta Sinfónica de Chile, con un concierto realizado en el teatro de la plaza Baquedano. David del Pino, su titular, estuvo en el podio frente a una orquesta que mantuvo un sonido sólido y afinado para enfrentar un repertorio que resultó interesante por lo heterogéneo y que obligó a los músicos a transitar por estilos muy disímiles.
Durante la segunda parte de la presentación se entregaron los premios "Víctor Tevah", recayendo el del mejor intérprete de la temporada, en el concertino Héctor Viveros. Lo importante de esta distinción, es que es producto de la votación de los músicos de la misma orquesta. También se presentaron dos solistas: el experimentado Miguel Villafruela y Francisco Roa, una futura promesa de la música nacional.
En una misma semana hemos tenido la oportunidad de escuchar dos versiones de la obertura de la ópera de Mikhail Glinka, Ruslan y Ludmila, obra que basa su atractivo en sus melodías y ritmos contrastantes. Esta versión fue brillante y energética, aunque demasiado rápida en algunas partes, lo que ensució el trabajo de los violines en estos pasajes. No obstante, David del Pino logró los resultados buscados en cuanto al carácter que le dio a la obra.
El hermoso y lírico, el Concierto en Mi menor Op. 64 de Félix Mendelssohn, sirvió para aquilatar el potencial del joven violinista Francisco Roa, que sin duda tiene mucho talento, aunque le falte pulir su interpretación un poco más. Todavía le cuesta dominar sus nervios, lo que incide en algunas desafinaciones o en apurar o retardar los tiempos. Sin embargo, Roa posee un sonido muy hermoso que debe desarrollar con el trabajo constante y, ojalá, estudios en el extranjero. Hay que destacar que la orquesta y el director pusieron todas sus cualidades al servicio del éxito de la obra y del debut de este joven intérprete, quien en varios fragmentos impuso su calidad musical.
El saxofonista Miguel Villafruela es un gran intérprete, característica que puso en evidencia en Scaramouche, la singular obra de Darius Milhaud, que el autor reelaboró a partir de otras de sus partituras de música incidental. Las exigencias en esta obra para el solista son enormes, pero Villafruela los salvó con notable calidad y sonido. Mientras que en el meloso movimiento central, su saxofón "cantó" melancólicamente, en los movimientos extremos logró desplegar todo su virtuosismo. La orquesta lo acompañó con precisión en esta obra que se caracteriza por su humor y ritmo, reflejando la particular visión europea que Milhaud tenía de la samba.
Posteriormente vino la interpretación de la Suite Latinoamericana, del recientemente fallecido Luis Advis, compositor nacional autor de obras emblemáticas como La Cantata Santa María, que incursionó con éxito tanto en lo clásico como en lo popular. La obra, escrita originalmente para conjunto de cámara, es heterogénea en su lenguaje y tiene una cuidadosa orquestación que busca diferentes timbres y atmósferas, lo que refleja la habilidad que tenía el autor para manejar tanto la música docta como lo popular. En el Preludio y los dos Interludios encontramos a un Advis más cercano a lo clásico. La Milonga es un interesante juego de orquestación, pero la Tonada, se siente demasiado lenta, aunque posee toques de ironía y humor. Inevitable resulta la comparación con obras de Sergio Ortega, como el Vals Peruano, que también puede ser comparable a la música para el cine, por los contrastes que van desde lo trágico a lo irónico. Finalmente, la Marcha Rancho, fragmento que posee un juego de timbres y ritmos envolventes, que confirman la habilidad de Advis para crear atmósferas a partir de las orquestaciones. De esta forma se dio término al concierto, cuya preparación es inobjetable. También el director se vio muy cómodo frente a la Orquesta Sinfónica. En resumen, una buena celebración que culmina una temporada con grandes hitos como la exitosa gira del conjunto a Alemania.