Hoy se cumplen 50 años del ataque de risa que envió al más grande jazzista moderno al cementerio. Y a la inmortalidad.
Íñigo Díaz 12/3/2005
Tal vez las imágenes que la película "Bird" (1988, Clint Eastwood) presenta como descripción de los hechos puedan considerarse exageradas o demasiado románticas. Pero corresponden a la realidad: sucesivo y progresivo desfile de saxofonistas que trabajaban en las big bands del swing deprimidos, en retirada, cambiando de oficio o directamente enviando sus instrumentos al fondo del East River.
La razón, por loca que parezca, va en la lógica cartesiana: todos ellos habían visto a un veinteañero Charlie Parker tocar el saxo alto en dimensiones imposibles.
Parker alcanzó a vivir 34 años. De ellos, bastó un breve segmento de música durante la década de 1940 para convertirse en el más revolucionario hombre del jazz de la historia. Algunos musicólogos creen que su impacto incluso fue más contundente que el de Louis Armstrong. Por ejemplo, según el prestigioso crítico Joachim Berendí, cuando Armstrong tomó forma, cambió el modo de tocar de los trompetistas desde Nueva Orleans. Cuando Parker hizo su entrada en Nueva York, obligó a toda la instrumentación del jazz a tocar de otra forma: la trompeta, el saxofón, el piano, el contrabajo y, con gran razón, la batería.
Por eso, cuando nos acerquemos a la medianoche, seguramente en cada epicentro del jazz habrá un minuto de silencio, para pasar de nuevo al bop. Clubes históricos, como los neoyorquinos Village Vanguard, Blue Note o Birdland (una muestra de la magnitud de su figura, puesto que el lugar tomó su nombre mientras el saxofonista aún vivía) preparan tributos y jam sessions en su honor, en una fecha redonda: los 50 años de su deceso. Posiblemente nunca más se vuelva a recordar a Charlie Parker con tal dedicación. En Chile, el club El Perseguidor seguirá con los respetos durante la semana y el programa "Puro jazz" de radio Beethoven tiene listo un especial con algunos lujos para el 20 de marzo.
La vanguardia es así
Las discografías parkerianas siguen reeditándose año a año. De no haber sido por un cambio en las leyes en 2003, todas estas disqueras habrían perdido los derechos de su música a partir del domingo. Originalmente, al cumplirse 50 años de la muerte de un artista, la obra pasaba a ser patrimonio de la humanidad. Sin embargo, los plazos se extendieron hasta los 70 años. Así, las compañías tienen dos décadas para seguir profitando de la música de Parker, editando álbumes retrospectivos y temáticos: "The complete birth of bebop" (1940-1945), "Complete Savoy studio sessions" (1944-1948), "Complete Dial sessions" (1946-1947), "The best of the Verve years" (1946-1954), son algunas muestras de esta insaciabilidad.
Pero el dinero nunca fue lo sustantivo en Charlie Parker. Contadas veces el éxito comercial va de la mano de las vanguardias artísticas, y Parker siempre fue un adelantado. Con el bebop (aquel nuevo lenguaje expresivo basado en los unísonos y el nervio de una improvisación de notas puestas aleatoriamente, aunque con mucho orden) por primera vez la vanguardia se trasladaba desde la música docta a la popular.
En torno a Bird (apodado así por la altura de su "vuelo") compareció una comunidad de jóvenes músicos que siguieron al pie de la letra su filosofía jazzística. Todos, reunidos en ese antro de Harlem llamado Minton’s Playhouse, el crisol del bebop: Charlie Christian, Kenny Clarke, Bud Powell, Thelonious Monk y, su alma gemela, Dizzy Gillespie (ver recuadro). Por eso resulta de lo más extraño que un improvisador de su estatura se haya iniciado tocando la tuba, inmerso en la monotonía de la tónica y la dominante de los acordes involucrados.
Desde aquellas noches en Minton’s comenzaría a cambiar el jazz. Tal vez en nuestros días no resulte tan impresionante escuchar a Parker y posiblemente suene más o menos a lo mismo de siempre. Pero la razón es simple: la totalidad de los jazzistas desde esa época fueron formados en las claves expresivas de Bird. Decir "antes de Parker" y "después de Parker" no es un despropósito, sobre todo si su aporte al jazz se ha considerado similar al de Stravinsky en la música moderna.
Pero mientras cambiaba el jazz, Parker se autodestruía a vista y paciencia de todos. Una semana antes de morir hubo una reunión entre sus cercanos para intentar rescatarlo del despeñadero. No hubo caso. La vida de excesos era irreversible. Llegar un minuto antes a tocar absolutamente borracho después de diez días perdido era de lo más natural en él. Orinar a dos metros del escenario donde tocaba con Red Rodney, o practicar sexo en el asiento trasero de un taxi donde también viajaba el dieciochoañero Miles Davis, ya era más arriesgado. Intentar suicidarse dos veces por la pérdida de su pequeña hija era puro dolor del alma.
Las únicas personas que comprendieron siempre su angustia vital fueron Chan Richardson, la chica blanca hechizada con el bebop con que se casó, y la baronesa Pannonica de Koenigswarter, protectora de los jazzers. El 12 de marzo de 1955, Parker se desgarró por dentro producto de un ataque de risa al ver un show cómico por televisión. Estaba en la suite del hotel Stanhope que ocupaba la baronesa. Cuando ella lo encontró ya sin vida, un trueno estremeció todo el edificio. Según cuentan las crónicas, lo mismo ocurrió en el momento preciso en que Beethoven dejó de existir.
Bird & Diz (1950)
Para los albores de los 50, Bird y Diz (Charlie Parker y Dizzy Gillespie) eran ya los dueños del mundo. Su performance conjunta no tenía rival capaz de desestabilizarlos. La misma prensa especializada que intentó sepultarlos con ácidas críticas y pésimas referencias en los 40, ahora sí que cambiaba el tonito. "Bid & Diz" fue una representación gráfica de una idea-fuerza indiscutible: "la hora de la juventud". Fue la última vez que Parker y Thelonoius Monk actuaron juntos.
Charlie Parker & Stars of Modern Jazz at Carnegie Hall (Christmas 1949)
Presentado como Charlie Parker y las estrellas del jazz moderno, este histórico concierto de Navidad en el Carnegie Hall, ha sido considerado como el reconocimiento máximo a la generación del bebop. Abrir el teatro más importante de Nueva York, originalmente consagrado a la ópera y la música clásica, a una tropa de muchachos jazzistas podía ser considerado una herejía. Pero no lo fue. Ahí estuvieron todos: Bud Powell, Sonny Stitt, Miles Davis, Red Rodney, Al Haig, Roy Haynes. Todos, obvio, a las órdenes de su mentor, el Pájaro Parker.
South of the Border: The Verve Latin-Jazz Sides (1948)
"Al sur del borde" es la música que estaba más allá de las fronteras mentales de los norteamericanos. Esencialmente es uno de los ensayos inaugurales de Parker en la vereda del latin jazz naciente. Una vez más, Norman Granz se encarga de dejar como máquina aceitada la grabación con Bird como solista estrella y una patrulla de músicos latinos deslumbrados con su musicalidad: Chico O’Farrill, Chano Pozo, Machito y Mario Bauza. |