Marcelo Contreras
Con las huestes del metal, la única mutación posible es la envergadura de la panza cervecera y el avance de la calvicie. El resto, según las reglas del género, debe permanecer igual. W.A.S.P., sobrevivientes de la escena metalera de Los Ángeles de hace veinte años, dieron cátedra la noche del viernes en el Galpón 6 (ex Oz) de Bellavista, de clichés de aquel movimiento, como también confirmaron que en su conservadurismo está su fortaleza.
La banda liderada por Blackie Lawless, que siempre se inclinó por los rasgos más tenebrosos del metal escarmenado, es de riff cortos y ásperos, con la voz de Lawless chillando historias de sangre. El público del Galpón respondió vociferante cuando Lawless se subió al gigantesco pedestal de su micrófono, sostenido por la tenebrosa escultura de una maléfica calavera, diseño que le permitía inclinarse sobre las cabezas de la audiencia. Sostenido como un dios teatral, el veterano músico miró sorprendido cómo en el fin del mundo aún respira su culto.