GINEBRA.- Un anticuario suizo está seguro de que ha encontrado un 'Manet' en un mercadillo de Ginebra, pero la confirmación de su autenticidad se topa desde hace ocho años con los misterios del mundo del arte, incapaz de certificar si es una obra no firmada del gran artista francés, precursor del impresionismo.
Las incertidumbres de Jules Petroz empezaron en 1997, en el mercadillo que cada fin de semana se instala en pleno centro de Ginebra. "Hacía tiempo que había visto este pastel ordinario que nadie quería. Pero de pronto vi un corte en una esquina que dejaba ver una pintura al óleo debajo", cuenta.
Ocultando su emoción, Petroz pagó 15 francos suizos (casi 12 dólares). Al quitar el pastel, descubrió maravillado el retrato de una bella señorita con el torso desnudo. El coleccionista llevó su pequeña obra (55 cm x 46) a Christie's y Sotheby's. Las dos casas de subastas, que tienen sucursal en Ginebra, creen que se trata de la obra de un gran artista y sugieren que quizá sea de Edouard Manet (1832-1883). Sólo el Instituto Wildenstein en París está habilitado para certificar la autenticidad de una obra de un maestro impresionista, sin lo cual no se puede subastar.
Petroz envía fotos de su descubrimiento al instituto, dirigido por el coleccionista Daniel Wildenstein. Este reconoce en un correo la calidad de la obra pero asegura que no ha sido pintada por el autor de "Almuerzo sobre la hierba" y que dataría más bien de alrededor de 1900. Decepcionado, Petroz se resigna a guardar la obra en la caja fuerte de un banco.
Pero no se da por vencido e inicia una investigación que le hace asegurar que se trata de Mery Laurent, modelo de varios impresionistas y habría podido ser la amante de Manet. Vivía en su atelier, según Petroz. Manet, que no quería que se descubrieran sus amores, no firmó la obra y además le dio una capa de pastel por encima, supone Petroz.
Cuatro años después del descubrimiento, y poco después de la muerte de Daniel Wildenstein, el anticuario ginebrino recibe la visita del galerista parisino Charles Bailly, que examina el cuadro. Unos meses después, Bailly llama. "Me dijo que estaría en el aeropuerto de Ginebra en la tarde y me pidió que le llevase el cuadro", cuenta el suizo. "Pero era muy tarde para sacarlo del banco. Fui a verlo y me dijo: ‘sé quién lo ha pintado. Déme seis semanas. Debe valer 3 millones de francos (...). Le doy la mitad; lo quiere o lo deja".
Como el galerista no quiso revelar el nombre del pintor, Jules Petroz prefirió guardar su cuadro. Interrogado, Charles Bailly dijo que nunca había propuesto comprar la pintura.
Desde la muerte de Daniel Wildenstein, nadie parece saber quién está habilitado para certificar si se trata de un Manet. Sophie Pietri, una de las responsables del Instituto Wildenstein, evoca la existencia de un vago comité de expertos. "Petroz puede darnos la posibilidad de examinar el cuadro más de cerca", sugiere.
Pero éste desconfía ya que la familia Wildenstein está acusada de haber vendido obras de arte a coleccionistas durante la ocupación alemana. Los Wildenstein aseguran que son víctimas de un malentendido pero recientemente han perdido un proceso contra el estadounidense Hector Feliciano, que hizo estas acusaciones en su libro "El museo desaparecido".
Jules Petroz podría vender su cuadro por varios miles de euros o colgarlo de la pared de su salón, pero prefiere mostrárselo a los amantes del arte: lo expondrá en la feria de antigüedades de Ginebra, en octubre, en el mismo lugar donde lo encontró.