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Swing de la cintura cósmica

22 de Agosto de 2005 | 00:00 |
Íñigo Díaz

Por alguna extraña razón, en los últimos conciertos de estrellas del jazz contemporáneo en escenarios nacionales ocurren dos cosas. Uno: los músicos extranjeros se manifiestan abiertamente en favor del pisco sour (Diana Krall juró que no volvería a beber tanto). Dos: el público que acude a ellos es evidentemente estático, poco participativo y fuera de todo lenguaje jazzístico (Norah Jones debió rogar al respetable para que la siguiera).

La cantante chilena con base en Brooklyn Claudia Acuña fue testigo de ambos fenómenos (su baterista, Antonio Escapa, apareció tan diestro en los timbales como en la barra del bar). En su regreso a Chile, a 365 días de la ya histórica presentación en el Teatro Municipal, se sorprendió con el público de entrada: "Tan calladitos que están". En rigor, debió haber dicho: "Los de las filas más baratas pueden aplaudir". Promediando el show, insistió: "Vamos a ver si se animan un poquito", pero lo lógico tenía que ser: "El resto puede hacer sonar sus joyas".

Pocas veces es el artista el que debe levantar a la audiencia. Como la noche del sábado en San Carlos de Apoquindo. Nada más vergonzoso cuando se trata de una figura del nivel de Claudia Acuña y de una banda de soporte como la que lidera el pianista Jason Lindner, principal responsable en el buen gusto de los arreglos sobre las canciones que interpreta la chilena.

Quienes pensaron en escuchar a una cantante de jazz dentro de la norma standard es muy probable que se hayan retirado insatisfechos. Desde hace tiempo que Claudia Acuña sigue al pie de la letra la recomendación que alguna vez le extendió Dizzy Gillespie: Todo lo que se haga al incorporar música de raíz latinoamericana a su propio jazz será insuficiente. Entonces Claudia Acuña cambia "My funny Valentine" por "Tú, mi delirio". Y mucho más.

Sólo una pieza en inglés -la del arranque del show-, y sería todo. El resto, poesía interior en lengua madre, set de boleros a trío acústico (mucho más interesante Carlos Henderson con su profundo tono al contrabajo que como vistoso solista eléctrico). "Volver a los 17" a tumbao, canción de la costa Pacífico sur con cajón peruano y experimentos musicales donde se confirma que Claudia Acuña es una artista de jazz neta: toma riesgos donde la corrección política advierte que no debiera tomarlos.

"La mentira" es perfecta tal como la escribió Álvaro Carrillo, pero a través del filtro Acuña-Lindner resulta toda una nueva experiencia de deconstrucción. Igualmente con una canción que ya no tiene tiempo ni espacio: "Te recuerdo Amanda", himno en el cual la proyección de su voz alcanzó distancias sorprendentes y con la que la chilena se llevó, por fin, los más cerrados aplausos. Por tímidos que fueran.
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