Marcelo Contreras
Todas las certezas que hacen de Yajaira una banda respetable -la nitidez de su identidad sonora y estilística-, son también los callejones que los encierran y entrampan. El viernes, ante una sala Master repleta de seguidores ansiosos por escuchar la presentación oficial de Desolazion, su sexto álbum en diez años de apostolado rockero independiente, Comegato (bajo y voz), Sam (guitarra) y Piri (batería) forzaron los límites del rock stoner que practican hasta rozar la catarsis. Con Yajaira la sensación permanente es que cada riff compite con el anterior en densidad, espesura y vocación telúrica.
En un comienzo el truco pellizca los sentidos: el ronco crepitar de la guitarra adherido a la masa del bajo sabe a brebaje embriagante.
Pero la efervescencia decae (lenta e irremediablemente, tal como una borrachera) porque a) el brillo plasmado en el registro de Desolazion no se reflejó con la misma intensidad en vivo y b) la dinámica rítmica se limita a escasas variantes.
Es cierto que durante su década de vida Yajaira ha tenido una actitud estalinista, cerrada, dogmática en su propuesta. Hacen rock duro de bordes sicodélicos y ya. También es cierto que una pizca de ductilidad haría de sus viajes una invitación irresistible.
