Marcelo Contreras
Los cereales dan resultado. Los canadienses de Simple Plan probablemente los han desayunado toda su vida. Parecen chicos de un spot que promociona las vitaminas y minerales: hiper energizados y terriblemente contentos. Anoche, con el teatro Caupolicán repleto, su sonrisa era aun más amplia. Mal que mal son una banda debutante en Chile y con un éxito mundial creciente con apenas dos álbumes. Y la sala estaba rendida. Una generación que entiende por punk coordenadas muy distintas a las que originaron el movimiento en los 70. Simple Plan no tiene rabia contra sistema alguno. Como máximo intentan reflejar la desazón adolescente con canciones ruidosas, bien ejecutadas y que rematan con pegadizos coros.
Pese a la juventud, conocen los trucos como veteranos para ganarse al público. A la audiencia le dijeron mil veces que eran el mejor público de esta gira y que las chicas estaban muy hot. El público les arrojó desde peluches y una zapatilla guacha, hasta un sostén que por un rato colgó de una guitarra. Los días del punk enojado aquí no caben.