Gilberto Ponce
No es usual encontrar entre las composiciones de música clásica un concierto para tuba y orquesta, pues se le supone a este instrumento una mera tarea de acompañamiento y ampliación del ámbito sonoro.
Ésta fue sin duda la razón de la gran expectativa motivada por el estreno en Chile del Concierto para tuba y orquesta de John Williams, en la "Temporada de Primavera" de la Orquesta Sinfónica, en el Teatro Universidad de Chile.
Obra escrita en 1985 por el afamado compositor de música para el cine, muestra el lenguaje característico de Williams. Está bien orquestada y entraña bastantes dificultades para el solista.
Sus tres movimientos, que se interpretan sin interrupción, explotan al máximo las posibilidades del instrumento, en tesitura, articulaciones, así como en lo rítmico, obligando al intérprete a verdaderas proezas de fiato, y agilidad en la digitación.
El músico holandés Anne Jelle Visser, de carrera habitual en orquestas europeas, fue el brillante solista. Con gran profesionalismo, sencillez y musicalidad dio a conocer las posibilidades interpretativas y expresivas de la tuba.
El acompañamiento a cargo de la Sinfónica, dirigida en esta oportunidad por el colombiano Andrés Orozco, estuvo siempre atento a las indicaciones de la batuta para los diálogos entre orquesta y solista, logrando un resultado de gran musicalidad y calidad, que fue premiado con largos aplausos por el público.
No goza de la popularidad de otros, a pesar de que el Concierto para violín y orquesta Op. 14 de Samuel Barber posee una gran belleza que envuelve a sus dos líricos primeros movimientos y a las extremas dificultades del tercero.
En el Lejano Oriente desarrolla habitualmente su carrera Alejandro Mendoza, el solvente violinista chileno, actualmente profesor en una de las escuelas de música de Nueva York.
De memoria, demostrando un total conocimiento, enfrentó los escollos de una obra, que se inicia con una introducción lenta, antes del allegro del primer movimiento.
Un lirismo que recuerda el "Adagio para cuerdas" del mismo Barber, está presente en el Andante, con diálogos entre solista, oboe, clarinete y corno, exigiendo del intérprete dobles cuerdas, además de gran expresividad, muy bien resueltas por el invitado.
La extrema dificultad del tercer movimiento, "Presto in moto perpetuo", no sólo es para el violinista. También lo es para la orquesta, que debe extremar su atención, para los cambios de ritmo y dinámica, en un diálogo casi frenético.
Orozco, con gesto preciso y claro, condujo a todos al mejor de los finales encendiendo el entusiasmo del público.
La bourrée de la Suite en Si menor de Bach fue el encore escogido por Mendoza para agradecer los aplausos.
El joven director Andrés Orozco mostró a lo largo de todo el concierto toda su potencialidad como músico. Sin embargo, si las dos primeras obras le obligaron a ceder protagonismo a los solistas, en la que cerraba el programa cierre, "Variaciones sobre un tema de Haydn" Op. 56 de Johannes Brahms, pudo con soltura dar a conocer sus virtudes. Se lució en el fraseo, los equilibrios sonoros, el estilo y los manejos dinámicos, logrando de la orquesta un rendimiento sobresaliente, tanto en sonido como en afinación.
Un director emergente, de promisoria carrera internacional, al que sería interesante escucharlo en otro repertorio.