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Grandes invitados polacos 30/11/2005

02 de Diciembre de 2005 | 16:59 |
Gilberto Ponce

En medio de la crisis que sacude al Teatro Municipal, tuvo lugar el último concierto de la Temporada 2005 de la Orquesta Filarmónica de Santiago. Como feliz coincidencia, dos polacos tuvieron papeles preponderantes en el programa. Se trata del director Antoni Wit, poseedor de un amplio repertorio que abarca desde los clásicos hasta los contemporáneos, y el joven violinista Kuba Jakowicz, poseedor de una técnica impecable y un bellísimo sonido.

La primera parte estuvo centrada en compositores polacos. Primeramente se escuchó "Orawa", para orquesta de cuerdas, de Wojciech Kilar (nacido en 1932). La obra, de gran interés, es un constante juego de timbres, colores y ritmos. Cada familia de instrumentos se subdivide para acentuar los cambios dinámicos, a lo largo de ella se percibe una cercanía a elementos de carácter folclórico, mezclados con un "movimiento perpetuo", que requiere de gran precisión, para lograr el efecto buscado por el autor.

La batuta de Wit, con gran claridad, condujo a las cuerdas de la Filarmónica, logrando un gran resultado que fue largamente reconocido por el público.

Con su lenguaje, entre romántico y post romántico, el Concierto Nº 2 para violín y orquesta en Re menor Op. 22 de Henryk Wieniawski presenta grandes desafíos para su intérprete. En su desarrollo se explotan al máximo las posibilidades del violín: dobles cuerdas, armónicos, sobreagudos y todas las articulaciones que el violinista debe destacar, para lograr una buena interpretación. Todas estas dificultades fueron magistralmente resueltas por Kuba Jakowicz, quien hizo un verdadero derroche de técnica, siempre acompañado de sensibilidad.

Los diálogos con la orquesta en un perfecto equilibrio sonoro, siempre con la intencionalidad precisa, subrayaron los cambios de ritmo y carácter. No podemos dejar de mencionar el lírico segundo movimiento, una verdadera "aria" sin palabras, interpretado con gran sensibilidad. El tercero, de constantes cambios rítmicos y dinámicos, llevó al solista a mostrar toda su capacidad técnica e interpretativa.

Nada de los logros anteriores habrían sido posibles, de no mediar la excelente dirección de Antoni Wit.

Los grandes aplausos llevaron a Jakowicz a regalar como encore una obra sobre una melodía popular, que fue desde lo lírico hasta lo extremadamente virtuoso.

En la segunda parte se escuchó la Sinfonía Nº 2 en Re mayor de Johannes Brahms. La orquesta cumplió una extraordinaria labor, tanto en sonido, afinación, fraseo y carácter. Cada familia brilló con luces propias. Cada solo recibió la más cuidadosa interpretación en una versión que sacó a la luz voces que habitualmente no se escuchan, como al final del segundo movimiento, de gran semejanza a un fragmento del "Réquiem Alemán" del mismo Brahms.

Esta ha sido una de las versiones de mayor vuelo que hemos escuchado: profunda y optimista, lírica y jubilosa, gracias a un director que "dibujaba" con sus manos la música que quería, y que sus músicos traducían de la mejor forma en sus instrumentos.

En resumen un gran cierre de temporada, con una orquesta en un gran nivel y dos grandes músicos polacos, un gran director y un joven violinista que seguirá dando que hablar por su gran categoría.
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