Gilberto Ponce
Ante un marco impresionante de público se llevó a efecto el "Concierto de Navidad", que tradicionalmente ofrece la Orquesta Sinfónica de Chile.
Bajo la dirección de David del Pino, se contó además con la participación del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, preparado por Hugo Villarroel. En esta ocasión se interpretó la Octava Sinfonía de Ludwig van Beethoven, el Magnificat de Johann Sebastian Bach y la breve Cantata Nº 50 del mismo compositor.
A pesar del excelente sonido de la orquesta, no quedamos plenamente satisfechos del resultado global, en razón de ciertos enfoques en la dirección.
La Sinfonía Nº 8 en Fa mayor, Op. 93 de Beethoven, es como una vuelta al Clasicismo, luego del fuego romántico de las tres anteriores, se dice que fue un homenaje a su amigo Mälzel, que era de espíritu conservador. Este Mälzel había sido el inventor del metrónomo, y quien le había confeccionado y provisto al compositor con sus famosas "trompetillas acústicas" para paliar su irreversible sordera.
Incluso en el segundo movimiento de la obra, Beethoven incorpora como tema principal, la melodía de un canon que el mismo escribiera, recordando el sonido mecánico del metrónomo.
La orquesta con hermoso sonido e impecable afinación, siguió las indicaciones del director, entregando un primer movimiento con fraseos inteligentes, que resaltaban los diálogos entre las diferentes familias.
En el segundo movimiento destacamos los contrastes dinámicos y el espíritu lúdico de la interpretación.
Demasiado marcial el tercero, destacando en forma excesiva los acentos, que terminaron por diluir la musicalidad. No obstante en el trío del mismo movimiento, se logró una transparencia notable, con un gran trabajo de cornos y clarinetes.
Consideramos demasiado rutinario y romántico el enfoque del cuarto movimiento, con un sonido pesado y frases que adolecieron de la claridad necesaria.
Con las dos obras de Bach concluyó el programa. La Cantata Nº 50 para doble coro, no por breve es sencilla. Aquí las dificultades son grandes, sobre todo en tesitura y carácter, que la transforma casi en una obra descriptiva.
Estos fueron precisamente los puntos débiles en el coro, que lució precarios agudos, falta de fuerza y poca claridad contrapuntística en ciertos pasajes, que no ayudaron a exponer los valores de la obra. El soporte orquestal fue plano y confuso en momentos.
Pocos son los coros que se resisten a la belleza del Magnificat BWV 243 de Johann Sebastian Bach, y nada mejor que el cántico de la Virgen, para celebrar Navidad.
Del Pino logró momentos notables en el sonido de la orquesta, en intencionalidad y fraseos, como la introducción del primer número, en el dúo de la contralto y tenor, y en el aria de la contralto.
No deja de sorprender, que aún se insista en una moda de realizar los finales de frase "secos" o cortos, cuando quien la inició hace muchos años (Nikolaus Harnoncourt) la abandonara también hace varios, pensamos que esta costumbre desdibuja la musicalidad de las obras. En esta ocasión del Pino, insistió en esta fórmula, que a nuestro juicio corta el arco expresivo.
El coro obtuvo en esta obra resultados mucho mejores que en la cantata. Estuvo mejor en lo vocal y en los fraseos, con excelencia en el "Fecit Potentiam" y en el trío femenino "Suscepit Israel".
La velocidad del primer y último número conspiro en contra de una mayor claridad en las frases, pero sin mermar el nivel de la presentación.
En el cuarteto solista, se destacó claramente la contralto Evelyn Ramírez, de bellísima y expresiva voz. Su aria "Esurientes" fue uno de los puntos altos de la noche, tanto como en el dúo con el tenor.
Rodrigo del Pozo, uno de los especialistas en el barroco, estuvo notable en el dúo, pero con ciertas dificultades en las figuras de su aria "Deposuit", debido a la velocidad impuesta por el director.
La soprano Nora Miranda, muy irregular, a la prestancia de su primera aria "Et Exultavit", se contrapuso incluso con desafinaciones la segunda "Quia respexit".
David Gáez, el bajo, tiene buena voz, pero debe perfeccionarse en estilo y fraseo.
En síntesis un buen concierto, con luces y sombras, surgidas simplemente del enfoque aplicado a las obras, y no de la cuidadosa preparación de los participantes.