BERLÍN.- El jefe de las temidas SS, Heinrich Himmler fue, sin duda, uno de los más emblemáticos jerarcas nazis que encarna además todo el horror del Holocausto y de la voluntad asesina de la Alemania de Hitler. Eso hace sorprendente que sólo ahora aparezca una biografía exhaustiva del siniestro personaje.
"Heinrich Himmler. Biographie", es el título lacónico de la obra monumental que el historiador Peter Longerich acaba de publicar en la editorial Siedler y en la que logra dar una mirada profunda a la psicología interna de uno de los protagonistas claves de la barbarie nazi.
A Longerich le vino bien el hecho de que, para documentar la vida y el pensamiento de Himmler, existe mucho material de primera mano, como un diario que empezó a llevar desde que era niño, listas de lecturas comentadas y una abundante correspodencia.
La conclusión central de Longerich es que probablemente Himmler fue el más radical de los nazis y el que más poder, después de Hitler, llegó a tener en su mano durante los años del III Reich.
Himmler, nacido en 1900, era un hombre de 1,74 metros de estatura -demasiado poco para alguien que soñaba con el ideal del superhombre ario- y que además era débil y enfermo. Frente a sus limitaciones, cultivó, al menos desde los años 20, la utopía de un mundo perfecto, dominado por los germanos.
Para alcanzar ese mundo había que liquidar, según Himmler, a judíos, eslavos, homosexuales, discapacitados y asociales, mientras el cristianismo -que consideraba como “la peste más grande que se había generado en la historia"- debía ser reemplazado por una religión germana, basada en los viejos mitos.
Como muchos de su generación, rechazaba tanto el imperio guillermino -al que no le perdonaba haber perdido la Primera Guerra Mundial- como la República de Weimar y anhelaba un conflicto bélico.
Mientras tanto, Himmler intenta estudiar economía agraria -la sociedad ideal debía ser agrícola- pero la devaluación y la hiperinflación de los años 20 en Alemania hace que la fortuna de su familia se desintegre y eso le obliga a dejar sus estudios.
Himmler tiene que trabajar. Después de su matrimonio en 1928 y del nacimiento de su primera hija, trata de aumentar sus ingresos como granjero avícola, pero sin éxito digno de mención. Sus problemas económicos sólo terminan en 1930, cuando logra un escaño en el Reichtag como uno de los representantes del Partido Nazi.
Antes, a sus lecturas antisemitas había agregado algunas de parapsicología y espiritismo como parte de su proyecto para crear una nueva religión germánica.
Su carrera en el partido empieza a mediados de los años 20 y en 1924 hace en sus anotaciones su primera referencia a Hitler, al que consideraba un hombre extraordinario. En 1926 es nombrado jefe de propaganda para toda Alemania.
Dos años más tarde asume la jefatura de las SS, una fuerza de choque del partido, que en principio estaba subordinada a la S.A de Ernst Röhm y que contaba apenas con 280 hombres. En 1933, cuando los nazis llegaron al poder, Himmler había logrado aumentar a 50.000 el número de miembros de la SS que en el curso de los trece años de régimen nazi llegarían a ser medio millón.
Himmler, sin tener la eficacia populista de Joseph Göbbels o de Hermann Göring, se convirtió, sin embargo, por su apasionamiento y eficacia, en el hombre clave de Hitler. Poco a poco, fue desplazando a sus rivales -Ernst Röhm fue incluso asesinado posiblemente por intriga suya- y sus hombres se convirtieron en el símbolo del terror y la muerte.
Logró que los campos de concentración se pusieran bajo su mando y fue el ejecutor principal -y en algunos casos también el autor intelectual- de los planes para el exterminio total de los judíos.
Tras la invasión de Polonia en 1939 y el ataque a la Unión Soviética en 1941, inicialmente las órdenes eran asesinar sólo a los varones judíos. Himmler consideró, sin embargo, que no se justificaba dejar vivas a las mujeres ni mucho menos a los niños que en el futuro podían convertirse en vengadores.
Al parecer, hubo momentos en que Hitler tuvo que frenar el ímpetu asesino de Himmler pues necesitaba todavía a parte de las víctimas potenciales como mano de obra.
Cuando llegó el fin de la guerra, y Himmler y sus esbirros habían eliminado a 6 de los 30 millones de personas que tenían proyectado asesinar, el jefe de las SS no entendió que su carrera había terminado y creyó que podía llegar a un acuerdo con los aliados para convertir a la Unión Soviética.
El 23 de mayo de 1945 Himmler se suicidó, siendo prisionero del ejército británico.