SANTIAGO.- La Iglesia Católica de Chile, en una ceremonia sin precedente y que es esperada por toda la ciudadanía, invocará el perdón divino por pecados de omisión que pudo haber cometido en relación con violaciones a los derechos humanos.
Gran parte de los chilenos miran la "liturgia para la purificación de la memoria" del próximo viernes con un llamado a las Fuerzas Armadas para que pidan perdón, pero el obispo castrense opinó que ello sería "una presunción, aunque esperamos sus frutos" y hablando en nombre de todos los católicos manifestó su esperanza de "influir en esta petición de perdón".
"La liturgia del perdón, que nace tras una profunda reflexión, es un signo que dignifica al hombre y sin él no puede haber reconciliación", expresó el obispo Manuel Camilo Vial, secretario de la Conferencia Episcopal.
La ceremonia se hará en todas las iglesias de Chile y en Santiago estará presidida por monseñor Francisco Javier Errázuriz quien, en su homilía, pedirá perdón por las actuaciones no coherentes con el evangelio de los católicos "en el curso de la historia nacional".
El obispo de la diócesis de Temuco, Sergio Contreras, ya efectuó ese acto y en el no sólo incluyó los errores y culpas referidas a los derechos humanos, sino también "el trato al pueblo mapuche", la principal etnia chilena.
Monseñor Contreras dejó ver que los obispos pedirán perdón por "las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Chile, en el pasado lejano, mediano y cercano" en su región y que "las nuevas generaciones no deben volver a cometerlas".
El obispo castrense Pablo Lizama estuvo de acuerdo con ello, pero lo amplió a los dos mil años de la iglesia Católica y recordó los siete categorías en que fueron agrupados los pecados.
"Los generales; en servicio de la verdad; contra la unidad cristiana; contra los judíos; contra el respeto al amor, la paz y la cultura; contra la dignidad de la mujer y las minorías y contra los derechos humanos", explicó Lizama.
Los pecados "injusticia social y la violencia política" son los contingentes, que separan aún hoy a los chilenos, y que son consecuencia del cruento golpe militar encabezado por el ex general Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973.
Pese a los años pasados aún no se cierran las heridas, pero monseñor Lizama, reconociendo la división, abogó "porque la verdad nos ayude a respetarnos en nuestras diferencias y a reconciliarnos".
Viviana Díaz, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (bajo la violencia militar de hace 25 años y que suman hoy 952 personas) precisó que "para que exista el perdón, debe haber primero arrepentimiento y justicia".
Reconociendo la labor de ayuda a los perseguidos por la dictadura de la iglesia católica, Díaz dijo que el perdón es "un hecho personal".
Pero el diácono Enrique Palet aseveró que el perdón "no sólo involucra a los hijos de la iglesia sino también a los hijos de ella" y recalcó que "la chilena fue quizás la única en América Latina que adquirió una postura clara de defensa a los derechos humanos".
Aunque en "las omisiones del pasado, todos los hombres somo deudores y pecadores", como reseñó monseñor Orobimbo Fuenzalida.
La ceremonia del próximo viernes (a las 19.30 hora local, 22.30 GMT) se efecturá en la Catedral de Santiago y a la misma acudirá el enviado especial del Papa Juan Pablo II Darío Castrillón, Prefecto para la Congregación del Clero.
"Este acto de perdón -concluyó monseñor Errázuriz- lo necesita sobre todo Chile", recordando que "hay cierta reticiencia a avanzar por caminos de entendimientos y constructivos".
Conminado a identificar a estos sectores, el prelado se limitó a señalar que "todos los conocemos. Son personas que quieren seguir viviendo en recriminaciones, que quieren sólo justicia y no quieren perdón".