Amaia no se esperaba el recibimiento que le dio el público chileno. Eso es seguro.
VIÑA DEL MAR.- “Más que un placer, esto es un sueño”, dijo en un momento de su presentación de esta noche, Amaia Montero, la vocalista del grupo español La Oreja de Van Gogh.
Y aunque sonó más que nada a palabras de buena crianza (cuando ya llevaban sólo un par de canciones, se notó que el éxito estaba asegurado), debe ser difícil de creer para el quinteto español, el éxito que tienen en Chile. Y más aún el que consiguieron esta noche en la Quinta.
No se lo deben haber imaginado nunca (difícilmente lo pueden haber soñado). Pero el hecho es que en su presentación de esta noche, el conjunto oriundo de San Sebastián confirmó el triple disco de platino (el tercero se lo entregaron hoy en la conferencia de prensa) que ha obtenido en Chile con las ventas de su último disco.
Ternura es la primera palabra que se viene a la mente cuando se escuchan las letras y la música de este conjunto español. Es la misma sensación que se viene a la mente cuando se ve el movimiento que describe sobre el escenario Amaia, una mujer de edad indefinible (¿tiene quince? ¿tiene treinta años?). Lo mismo que su grupo, que parecen unos chavales, pero que cumplen muy bien el rol de chicos buenos.
Tal como había sido vaticinado por este cronista, la Quinta Vergara se convirtió durante varios minutos en un coro de voces infantiles que cantaron con un entusiasmo sorprendente durante más de una hora.
Quizás baste decir que recibieron Antorcha de Plata, Antorcha de Oro y después de su actuación, después de una tanda comercial y después de que el público siguiera insistiendo en más premios para los españoles, se hizo la primera “excepción” del certamen de este año, al entregarle a los españoles la Gaviota de Plata.
Amaia y sus chicos volvieron, cantaron a capella con el público y cerraron una noche que no esperaba nadie y que quizás fue sobredimensionada por un público excesivamente fan.
Y es que ya estaba bueno de ternura. Porque la ternura es como el manjar. Está bien probar un poquito, pero cuando se pasa la mano, se hace insoportable.