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Desde afuera

02 de Diciembre de 2005 | 18:16 | Amanda Kiran
Se está acabando el año. Noviembre ya se fue, y muy rápido. Demasiado rápido. Y viene el último mes del 2005. Un mes colmado de entrega de premios, celebraciones, ceremonias, cierre de año, graduaciones, finales deportivas, campaña presidencial, votaciones. Muchos acontecimientos para cerrar este año impar.

Estamos todos corriendo como locos. La gente agotada con diferentes exigencias que pide el fin de año. Entre otras cosas. La final. La gran final.

Se jugó…se sufrió, pero se ganó y yo, por primera vez, la tuve que vivir desde afuera.

Era un acontecimiento diferente. Muy especial para mí. Quinto año consecutivo triunfando, y mi ausencia estricta y obligada. Con otras exigencias y otros parámetros para mí, pero con el alma en un hilo, de igual manera. Sabiendo que la medalla no colgará de mi cuello esta vez.

Estar afuera, con ganas de entrar, sin siquiera poder soñar con haberme vestido de azul.

Llegué a la hora exacta. No tuve el almuerzo que se estila con el equipo, y los tallarines (carbohidratos). Esperé la llegada de la hora señalada en casa con mi familia. Los aplausos, los gritos, la adrenalina no se hicieron esperar. Esta llegó de inmediato.

Estuvimos bajo el sol, acompañando al equipo con total entrega. Entremedio de coches, papas, llantos, risas, fotografías, y otros. Entremedio de hinchas, de amigos, de humedad, de nerviosismo.

No fue el mejor partido. No siempre las finales lo son. Fue sólo un estrés, por no cometer un error tras otro. Y así anularon un gol. Pegamos en un palo. Correteamos a delanteras y defensas, y alabamos a la arquera que no dejaba que su arco fuera el protagonista de la pérdida. Y pasaban los minutos, y el partido no se definía. Hasta que llegó el alargue.

Cero a cero, los dos equipos merecían ganar, pero sólo uno merecía ser campeón. Y fue así. Nada menos que con un gol de oro, confuso, pero de oro al fin. Se dio el pitazo inicial para el alargue, y en escasos minutos mi equipo se fue con todo contra el rival. Rápidamente custodiaron el área y lograron meter la pelota, pelota que buscaban hace una hora y media ya.

Entre retos de entrenadores, gritos de jugadoras extenuadas, apoyo del público, poleras flameando y mucho más, se logró el soñado pentacampeonato con un equipo bastante joven y muy llamativo por lo demás.

Empezaron los cantos, el agua mojando la cancha y a las felices jugadoras corriendo y saludando a los presentes. Nuestra emoción desde las gradas, y el desafío para el próximo año.

Fue lindo verlo de afuera. Imaginar y revivir que siempre es mejor estar adentro, pero que esta vez, el acompañante que me tenía ahí, era demasiado importante como para siquiera tranzar en haber estado en otro lugar.

Viví un año deportivo totalmente diferente. Con poca transpiración y bastante nostalgia. Pero eso es lo bueno de los cambios de año. Se vienen diferentes compromisos, diferentes metas, diferentes misiones. Y ahí estaremos. De vuelta en las pistas. Intentando llegar a estar el próximo diciembre, dentro de la cancha, vestidita de azul, peleando por el sexto año consecutivo, y -ojalá- entonces con la medalla en mi cuello.


Amanda Kiran
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