FRANKFURT/LONDRES.- Si los británicos votan a favor de abandonar la UE, el centro financiero de Londres podría perder uno de sus negocios más activos, el comercio de billones de euros en derivados, y el Banco Central Europeo presionará con fuerza para que el negocio se mueva a su territorio.
Según funcionarios del banco central de la zona euro, el BCE está decidido a acabar con la anomalía que data de 1999 cuando Gran Bretaña optó por quedarse fuera del lanzamiento del euro: una porción dominante del comercio de esta divisa se produce en Londres, fuera de su jurisdicción.
Autoridades de la zona euro son reticentes a hablar públicamente sobre este tema sensible, y sobre el riesgo de que Londres pueda perder posiciones antes sus rivales de Frankfurt y París, antes del referéndum británico del próximo 23 de junio sobre la salida del Gran Bretaña de la Unión Europea.
Pero Christian Noyer, un ex vicepresidente del BCE y ex gobernador del Banco de Francia, puede hablar de ello puesto que ya no tiene un cargo relevante en la Eurozona.
"Si Gran Bretaña deja la UE, las autoridades de la zona euro no podrían tolerar durante más tiempo la alta proporción de actividades financieras que involucran a su moneda que ocurren en el exterior", dijo.
"Ya es muy difícil para los miembros del euro aceptar que se comercia mucho con nuestra moneda fuera del área de la divisa, más allá del control del BCE", escribió Noyer en un artículo para el centro de estudios OMFIF.
El comercio de valores basados en el euro supone billones de euros en acuerdos derivados al igual que ocurre en el mercado de repo, que aporta financiación a corto plazo para los bancos, de la cual los expertos dicen que hay dos billones de euros asentados en Londres. Además de todo eso, hay mercado de cambio de la propia divisa.
El BCE, con sede en Frankfurt, quiere supervisar este negocio por una cuestión práctica: si cualquier desastre golpeara a estos mercados como ocurrió en 2008 con la caída de Lehman Brothers en Estados Unidos, sería el responsable de lidiar con la crisis. El BCE rechazó comentar sobre la cuestión de la supervisión de derivados.