NUEVA YORK.- El nuevo secretario del Tesoro, John Snow, debería continuar favoreciendo un dólar fuerte, política instaurada a mediados de los años 90, aunque celebrando en silencio la leve depreciación del billete verde que se registra actualmente.
La gran mayoría de los analistas interrogados afirma que el nuevo secretario del Tesoro no debería cambiar un ápice la política del dólar fuerte llevada a cabo por su predecesor Paul O’Neill, que renunció el viernes pasado.
"La administración Bush debe preservar la confianza de los inversores extranjeros en la divisa estadounidense; si no, tendrá problemas para financiar el déficit de cuentas corrientes estadounidenses", subrayó David Gilmore, analista de la sociedad de investigación Foreign Exchange Analytics.
"El gobierno estadounidense no debería encarar una política destinada a hacer subir el dólar, pero tampoco debería ser defensor de una política de dólar débil", estimó Robert Sinche, economista de Citigroup.
Además, la probable nominación de Stephen Friedman como principal consejero económico de la Casa Blanca, luego de la renuncia de Lawrence Lindsey también el viernes pasado, es una señal más de que el gobierno estadounidense espera mantener una línea firme sobre el billete verde.
El potencial remplazante de Lindsey es en efecto un hombre cercano a Robert Rubin, el emblemático secretario del Tesoro de la administración de Bill Clinton y padre de la política del dólar fuerte.
No obstante, los economistas reconocen que John Snow debería recibir bien el leve debilitamiento que sufre actualmente el dólar, susceptible de dinamizar las exportaciones estadounidenses y mejorar el déficit comercial de Estados Unidos.
"Oficialmente, se manifestará a favor de un dólar fuerte pero en realidad estará contento de ver al dólar debilitarse un poco, mientras eso no genere una pérdida de confianza de los inversores", juzgó David Gilmore.
"Snow debería tolerar un dólar levemente debilitado por el curso natural de los ciclos de la economía", observó Lisa Finstrom, analista de Salomon Smith Barney, añadiendo que los actuales niveles de 1,01 a 1,02 dólar por euro no ponen en peligro el control de la inflación o el atractivo de los activos estadounidenses a los ojos de los inversores extranjeros.
Además, los analistas recuerdan que el Business Roundtable, una asociación de los presidentes de las mayores empresas estadounidenses a la que pertenece Snow, se había declarado a favor de un dólar más débil en el mes de febrero.
"El euro se cotizaba entonces a 0,8750 dólar y éste valía 133 yenes. Lo que permite pensar que Snow se alegra en silencio por la corrección registrada desde entonces por el billete verde", indicó Thomas Benfer, cambista del Bank of Montreal.
Según él, el dólar está no obstante menos en el centro de las preocupaciones de la administración que el débil crecimiento de la economía estadounidense, y el gobierno trabaja fundamentalmente en poner en marcha un programa de reducción de impuestos.
Una opinión compartida por Robert Sinche, que espera que el Gobierno proponga próximamente un conjunto de medidas económicas.
"Pero esta reorganización (de gabinete) implica tanto un cambio de estilo como de sustancia", indicó Sinche.
Los inversores quieren en efecto ver si el remplazante de Paul O’Neill les hablará mejor que el anterior secretario del Tesoro.
En varias oportunidades, las intempestivas y explosivas declaraciones de O’Neill irritaron a los mercados, desconcertaron a los operadores cambiarios y provocaron sacudidas en el mercado de cambios.