ROMA.- "Los precios de los alimentos: de la crisis a la estabilidad". Así reza el lema del Día Mundial de la Alimentación 2011. Pero lo único que permanece estable es el hambre, que afecta a 925 millones de personas y se ve agudizado por la crisis financiera.
En los últimos meses, las imágenes de niños desnutridos en Somalia golpearon las conciencias de medio mundo. Pero el hambre sigue siendo un problema sin solución que afecta no sólo al Cuerno de África. Según los últimos informes, la situación es "muy grave" al menos en 26 países.
Cerca de 925 millones de personas pasan hambre en el mundo, según los datos de 2011 de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Así las cosas, cada vez queda más lejos el Objetivo del Milenio de reducir a la mitad el problema hasta 2015.
En lunes arranca en Roma la Semana de la Alimentación, en la que la Comisión Alimentaria de la ONU discutirá sobre las formas de salir de la crisis alimenticia. Pero aunque se trata de una cita ya consolidada, cada vez se cierne más la duda sobre las posibilidades de alcanzar sus objetivos.
La crisis económica global pone bajo presión a los potenciales donantes, obligados a ahorrar en sus presupuestos. "Los paquetes cada vez mayores para salvar a los bancos hacen que aumente el endeudamiento y la presión para ahorrar en otras partes del presupuesto", explicó a dpa la experta de Oxfam Marita Wiggerthale.
En lugar de ahorrar en ayuda al desarrollo, los gobiernos deberían "regular el mercado financiero y abrir nuevas fuentes de ingresos a través de un impuesto a las transacciones financieras", apunta Wiggerthale. "La población de los países pobres no debería pagar la crisis provocada por los especuladores", agrega.
En efecto, los países desarrollados no están cumpliendo sus promesas. La mayoría no cumple todavía el Objetivo del Milenio de destinar hasta 2015 al menos el 0,7 por ciento del Producto Interior Bruto a la ayuda al desarrollo. De media, la ayuda asciende por ahora al 0,3 por ciento del PIB, según los datos más recientes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico ( OCDE ).
Por otro lado, la volatilidad de los precios tiene como consecuencia que en muchos países en vías de desarrollo, la población deba destinar el 70 por ciento de sus ingresos a la compra de alimentos. En un país como Alemania, donde las familias sólo destinan el 12 por ciento de su presupuesto a la alimentación, una situación similar equivaldría a que un pan costase 30 euros (41,6 dólares) y una bolsa de patatas, 50.
Y no parece que la situación vaya a mejor, pues la especulación y las cada vez más frecuentes catástrofes naturales amenazan con elevar aún más los precios de los alimentos de primera necesidad.