Aunque sea lo mismo
Paulina Toro 1/4/2004
Sanz es concreto. Ni baile ni discursillos. Ni piropos facilistas para la galería. Y tampoco pirotecnia visual para la tele. Claramente, lo suyo trata de música, y ojalá inyectada de ingredientes que le pertenecen. Claro, sus preocupaciones artísticas pasan más por apuntar en el escenario a un plantel de músicos de alto rango, que atraer a la manada con efectismos. Y ellos, los profesionales elegidos, tienen que ser capaces de utilizar estética y sonido rockero para echar a andar una carga nada simple de baladas. Músicos que además deben seguir un espíritu flamenco que caracteriza al autor y que aparece como fantasma en casi todas sus canciones.
Durante las dos horas de show, los temas se presentan tal cual que en los discos. Nada de reinvenciones o de experimentos. Lo que hace Sanz en escena viene a ser lo mismo de hace tiempo: con él como cantante y único propietario de los temas.
A pesar del oficio, el artista todavía deja verse en la interpretación de esos éxitos, no olvidando que la piel de un artista debe engrifarse al menos cada cierto tiempo. Y canciones como “Cuando nadie me ve”, “La fuerza del corazón”, “Quisiera ser...” o “Corazón partío”, aparecieron anoche como mejor ejemplo de su comprobada batería de éxitos.
Los mismos temas que entremedio de la sobriedad de un repertorio conocido y de pocos quiebres, se dan tiempo para hacer un par de homenajes: a Greenpeace, incluyendo el signo paz en la polera; a los poetas chilenos; a la corriente musical del momento (invitando a un hip hopero de pelo rasta para interpretar un tema), y a la matanza “11-M”, con una canción que el intérprete presentó como “Hoy llueve, hoy duerme”.