Encantaron al público calculado en más de 20 mil personas.
El Mercurio.SANTIAGO.- Esta celebración de los 150 años del Teatro Municipal funcionó bien no sólo como una fiesta popular de música sino también como termómetro de la sensibilidad ciudadana respecto del mundo político.
Si los aplausos a Plácido Domingo y a Verónica Villarroel fueron un hecho inobjetable desde las 17:30 horas, cuando se subieron al escenario para un breve ensayo de sonido, las pifias destacaron como único recibimiento para representantes de todos los partidos.
Los que se llevaron los más grandes abucheos fueron Eduardo Frei Ruiz Tagle y Martita Larraechea, junto a Pablo Longueira, pero nadie se salvó: ni Jovino Novoa ni José Antonio Viera-Gallo ni Hernán Larraín. El único que salió indemne fue el alcalde Raúl Alcaíno, alabado públicamente por el tenor español.
Pero la música hizo maravillas. Primero Domingo, con su carisma y la facilidad para acercarse al público con naturalidad. Compenetrado desde el inicio, su canto se escuchó robusto y flexible. “O, souverain’’ (“Le Cid’’, Massenet) dio cuenta de un instrumento que no pierde esmalte en el centro y de una garra interpretativa a toda prueba. Verónica Villarroel inició su presentación cantando la riesgosa “Pace, pace, mio Dio’’ (“La Fuerza del Destino’’), aria verdiana que resolvió con ductilidad y que, aunque no se ajusta a su tipología vocal, le permite demostrar su atractivo temperamento.
Volvió Domingo para el “Lamento de Federico’’ (“L’Arlesiana’’, de Cilea), que no estaba en programa: fue lo mejor de la noche en términos de prestancia vocal y arrojo expresivo. Villarroel arremetió luego con “Sola, perduta, abbandonata’’ (“Manon Lescaut’’, de Puccini), tampoco en carpeta, dando cuenta de graves resueltos, fino lirismo y un sentido de la palabra poco habitual.
El dúo de “Otello’’ (Verdi) demostró la evidente capacidad de trabajo conjunto que tienen los artistas. Musicalmente es un fragmento delicado que el maestro Eugene Kohn, al frente de la Orquesta Filarmónica, abordó con sutileza. La soprano lució aquí su capacidad para apianar, que mantiene intacta, mientras el tenor, en pocos minutos, retrató a un moro arrebatado y noble.
Desde entonces la fiesta se armó. Tras un fragmento orquestal de “La boda de Luis Alfonso’’ (Giménez), los cantantes empezaron su viaje por el mundo de la zarzuela y del cancionero popular. Se sucedieron “Amor, vida de mi vida’’ (Sorozóbal), con Domingo emocionado; “De España vengo’’ (Luna), con Verónica Villarrroel de abanico y derrochando simpatía; el dúo de “Luisa Fernanda’’ (Sorozábal), de complicidad desatada entre los cantantes.
Excelente en ritmo, precisión y colorido la Orquesta Filarmónica en la obertura de “Cándida’’. Ya a estas alturas, la soprano había abandonado su opulento traje negro y dorado para lucir una capa con plumas y era el turno de la comedia musical: “West side story’’ (Bernstein) y “My fair lady’’ (Lerner). Siguieron “Júrame’’ (Grever), con un Plácido Domingo transmitiendo emociones rotundas al público; “Muñequita linda’’ (Grever), con Villarroel prometiendo amor; y “No puede ser’’ (“La tabernera del puerto’’, de Sorozábal), pieza de pathos exacerbado con la que Domingo dejó en trance a la multitudinaria audiencia.
Los bises comenzaron con el dúo de “El gato montés’’ (Penella). Luego, el debut de Verónica Villarroel en el pop: de Manzanero, “Cuando estoy contigo’’. Bien, pero siempre la emisión lírica resulta inadecuada a la música de este tipo. Cante Domingo, Villarroel o quien sea. De manera que aunque al público le encantó “Bésame mucho’’ (Consuelo Velásquez), la esencia del bolero de amor más susurrado del mundo no tuvo lugar en la impactante explosión vocal del tenor. Siguió la tonada “Yo vendo unos ojos negros’’, a cargo de soprano y tenor otra vez, con el público coreando y totalmente entregado a sus artistas.
Y hubo más. Tras una noche agotadora y con un repertorio exigente, la generosidad de ambos intérpretes cedió a las demandas del público con una versión a dúo de “Ay, ay, ay’’ (Osmán Pérez Freire), conquistando Domingo una nueva ovación con la esperada “Granada’’ (Agustín Lara). Todo terminó con el evocador dúo “Cuando los labios callan’’ (“La viuda alegre’’, Lehar), en lamentable traducción al español.