La ecléctica propuesta del ex Police Andy Summers no es fácil de digerir. Está anclada en las claves del jazz más libre. Y se pasea por el rock con menos vocación masiva.
Summers es un erudito de la guitarra y puede extraer de ella los recursos más inverosímiles; transformarla en un teclado, hacerla llorar. Ahora, para seguirlo hay que ser un guitarra-adicto, y estar dispuesto a cabalgar por las llanuras de la experimentación. Se descubrirá entonces, por ejemplo, que la voz de Debbie Harris queda bien incluso en una balada oscura ("Weird nightmare"). Que las cuerdas acústicas serán siempre un buen contrapunto para las eléctricas ("Myself when I'm real"). Que Summers tiene humor y conoce la tropicalia ("Cumbia jazz fusion"). Y, por supuesto, que la vieja guitarra de toda la vida es un intrumento lleno de matices.
Jimena Villegas