Georgina Sticco mira nerviosa por la ventana del avión Lan que tomó en Santiago a primera hora de la mañana del sábado. Ya en Punta Arenas su nerviosismo es más notorio.
Viene de Buenos Aires y viaja, por primera vez en su vida, a las Islas Falkland a visitar a su tía María Strange, una argentina radicada hace 30 años en las islas. Ya tiene la nacionalidad británica y trabaja para el gobierno. Es difícil notar que María no es “local” ni que tiene varias generaciones de antepasados en el lugar.

Georgina estudió negocios y acaba de renunciar a un buen trabajo en su área en Buenos Aires. Piensa dedicarse al área de la responsabilidad social. Si bien es joven, 30 años, y no se siente involucrada en el conflicto que mantiene su país por estas islas, igual no sabe cómo será recibida por los lugareños durante las tres semanas que permanecerá de visita.

El avión viene lleno de pasajeros que hablan en inglés y cargados de paquetes y cajas con las señas de las grandes tiendas de Santiago. Es que para los isleños comprar en Chile se ha vuelto unta tradición y un bueno negocio. Todo les resulta extremadamente barato. Se sienten cómodos en Punta Arenas, Puerto Montt y más aún en Santiago.

Tanto así que el sistema de salud con el que cuentan les permite atenderse en la Clínica Alemana en nuestra capital, la que muchas veces prefieren usar en lugar de hacerse los tratamientos en Londres.

Todo cambia cuando Georgina llega al aeropuerto en la gigantesca base aérea británica a cerca de una hora de viaje de Port Stanley, la capital de las Falkland.
De inmediato se nota que todos se conocen. Los que vienen en el vuelo y los funcionarios que los reciben. Georgina sonríe con alivio cuando la funcionaria de inmigración reconoce su nombre, le menciona a su tía y la atiende amablemente en los trámites.

No es fácil para los extranjeros viajar a estas islas ubicadas en el sur del mundo. Están a 770 kilómetros al noroeste del Cabo de Hornos. Si uno mira el mapa, es fácil darse cuenta que el país en el continente más cercano es Argentina. Pero nada en ellas da cuenta de esa cercanía. Están y se sienten aislados.
Y aún no superan la desconfianza que les produce Argentina luego de lo que llaman la “invasión” en abril de 1982.
Este aislamiento se expresa, también entre otras cosas, en que cualquier visitante debe poseer un seguro de salud que permita la repatriación en caso de necesidad.
Y además, debe poseer el dinero que les permita el costoso viaje y la estadía en las Falkland. Sólo el viaje desde Santiago, la ruta más rápida y común, cuesta 900 dólares. Y debe contemplarse una estadía mínima de una semana, pues la única línea que lo hace, sólo tiene vuelos los sábados, que parten desde Santiago, hacen escala en Puerto Montt y Punta Arenas, para terminar en Port Stanley. Una vez al mes, el vuelo de Lan pasa por Río Gallegos, en el sur argentino.