Es común para los chilenos, durante su estadía en las Falklands, escuchar el reclamo de los lugareños por un segundo vuelo semanal. Pero todo indica que hay varios problemas políticos, más que económicos, que resolver. Está claro que los argentinos, por cuyos cielos deben pasar los aviones chilenos, no están muy dispuestos a entregar los permisos.
Y nada indica que las autoridades chilenas están dispuestas a dar esta pelea en las ya complicadas relaciones con sus vecinos.
También los habitantes de las Falkland tienen fresco en la memoria lo poco grato que fue cuando este único vuelo semanal se suspendió durante el período en el Augusto Pinochet estuvo preso en Londres. Son asuntos de la política internacional.

Otra cosa que salta a la vista es lo orgulloso que están los isleños de muchas cosas. Si bien las Falkland son “territorio británico de ultramar por opción” de los locales, ellos no se cansan de repetir que gozan de plena autonomía y autodeterminación, y que desde 1985 cuentan con una Constitución propia que reconoce este derecho.
Igual tienen un gobernador británico, representante directo de la Reina, que preside un consejo ejecutivo de cinco miembros, tres elegidos directamente.
Participa en este consejo el comandante en jefe de las fuerzas armadas británicas en las islas.

También cuentan con un consejo legislativo de ocho miembros elegidos por votación popular y que principalmente se preocupa de los asuntos locales.
Como sus propios miembros reconocen, de qué les serviría una independencia total a los tres mil habitantes que ocupan las islas, la mayoría descendientes de británicos, si al día siguiente podrían ser ocupados por una nación extranjera, en una clara alusión a Argentina.

Es una necesidad geopolítica mutua con Gran Bretaña y así lo nuestra la historia refrendada por monumentos locales. Fue campo de batallas en la Primera y Segunda Guerra mundiales y cumplió un papel relevante en la Guerra Fría. Es un importante punto del Atlántico Sur con proyecciones hacia la Antártica y con un futuro que se ve promisorio en el tema de los hidrocarburos, que recién se explora.
Lo tienen claro y están dispuestos a invertir parte de su riqueza para convencer al mundo que su posición es la correcta.

Y efectivamente tienen riquezas. Si bien la guerra con los argentinos les despierta recuerdos tristes, por otro lado obligó a los británicos a tomar un papel más activo, y en los hechos les trajo reportó mucho progresos y el que se terminara el status de un territorio olvidado al sur del mundo que estaba en decadencia. Su población y su economía declinaban ostensiblemente. El precio de la lana, una de sus principales fuentes de ingreso en los 80, estaba cada vez más bajo. Pero a contar de 1982 todo cambió.

Por un lado la presencia de cerca de 2.000 efectivos militares británicos revitalizó la economía local, y por otro, la adopción de políticas más agresivas en el plano financiero terminó de sellar su suerte
Desde 1992 no reciben ayuda económica de Gran Bretaña y son autosuficientes. Todo esto gracias a que en 1987 establecieron licencias de pesca que le reportan importantes ganancias.
El Producto Interno Bruto es de 45 millones de libras, lo mismo en libras de las Falkland. El crecimiento anual estimado es del 3%, mientras que el ingreso per cápita alcanza a las casi 30 mil libras anuales. La inflación apenas alcanza el 1% y tienen 158 millones de libras en reservas. La economía, vista desde lo doméstico es, por decirlo de algún modo, impresionante. No tienen desempleo. Por el contrario, gran parte de la mano de obra es importada, y eso se nota para los chilenos, los que obtienen excelentes plazas de trabajo y de ingreso en las islas. El sueldo mínimo es cercano a las mil libras, cerca de dos mil dólares al mes.