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UN EQUIPO DE "PICADOS"

Con una planilla de 15 millones de pesos, Universidad de Concepción consiguió estructurar un plantel homogéneo, donde la gran parte de los jugadores fueron desechados por sus instituciones formativas antes de aparecerse por el Municipal de Collao.

En el arranque, encabezaba el entrenador Raúl Toro, quien sin embargo, abandonó al equipo tras solicitar los primeros refuerzos, disconforme por la reducción del presupuesto de 20 millones de pesos mensuales.

Entonces apareció Fernando Díaz. El ex arquero se paseó por los planteles (en el papel) poderosos y consiguió reclutar a varios apeados por sus respectivos entrenadores. De Universidad Católica extrajo a los entonces laterales Fernando Solís y Juan José Ribera y el delantero Jean Beausejour. El primero había despuntado incluso con acceso a la selección chilena, mientras el segundo brillaba más como ejecutante de tiros libres, pero se le acusaba de falta de carácter. Beausejour apenas figuraba en los planes de Óscar Meneses, pero en la U de Conce, el haitiano-chileno consiguió incluso convertirse en uno de los "caprichos" de Juvenal Olmos en la Sub 23.

Jorge ValdiviaEn Colo Colo no le fue mal. Ya se hablaba del veiteañero Jorge Valdivia, quien había quedado al margen del torneo de cadetes de 2002 luego de golpear a un árbitro. A Jaime Pizarro tampoco le agradaba mucho. El hombre mantenía demasiado el balón en su poder y además, tenía un fuerte y descontrolado temperamento.

Díaz pasó por Audax Italiano y se llevó a Mauricio Cataldo, un volante que Claudio Borghi no aguantaba. Indisciplinado, había recibido quejas de sus vecinos por sus interminables fiestas. En la cancha escribía bien, pero el riesgo de tenerlo era alto.

Le ofreció continuidad a Carlos Ortega, que alternaba el arco de Huachipato. También llegaron su compañeros Rodrigo Rain y Juan Carlos Ramírez, además de otros con afán de revancha: Víctor Fuentes (terminó contrato con Unión Española), Pablo Abdala (finiquitó con Cobreloa), Andrés Oroz (había descendido con Santiago Morning), Carmelo Vega (suplente de Javier di Gregorio en Coquimbo), Freddy Segura (se paseó por Rangers, Osorno y Huachipato), Marco Olea (cortado en Universidad de Chile y Audax, goleador en Osorno) y Ricardo Viveros (jugó en Argentinos Juniors y Colo Colo).

Cómo jugaron

Con el correr de la temporada, la opción fue mejor manejada por los jóvenes. Así, los "pedidos" por Raúl Toro fueron desapareciendo de la plantilla titular. Víctor Silva, Matías Favano, Paulo Rosales, Pablo Abdala y Claudio Becerra.

Bajo los tres palos se optó por la regularidad de Carlos Ortega, quien incluso alcanzó un lugar en la selección nacional. En la defensa, Fernando Solís entregó aplomo y salida por la derecha. El argentino Diego Guido reflotó tras una mal temporada de debut en Gimnasia y Esgrima de La Plata y se entendió bien con el solvente Rodrigo Raín. A la izquierda, Andrés Oroz se convirtió en el piloto del ataque auriazul por ese sector.

En el mediocampo se formó una especie de rombo, que se convirtió en cuadrado dependiendo del rival. Freddy Segura es el tapón o volante central, mientras a su izquierda se emplazó la figura del Clausura, Luis Pedro Figueroa, y a la izquierda Juan José Ribera. En el enlace, una plaza fue ocupada por Jorge Valdivia, Mauricio Cataldo y Ariel Segalla.

Las sumatoria de estos hombres al tándem de ataque formado por Marco Olea y Ricardo Viveros, hizo del cuadro del Campanil el más goleador del Torneo de Clausura.

De esta forma, ningún jugador fue responsable exclusivo del rendimiento ofensivo y específicamente, de los goles. Olea (7), Viveros (6), Figueroa, Ribera y Oroz (4), dan cuenta de eso.

La formación base se mantuvo pese a que por momentos se le inyectó un poco más de potencia al ataque con la integración de Eduardo Hurtado (3 goles) y Jean Beausejour.