Berdine Castillo recuerda que hacía mucho frío en el aeropuerto de Santiago cuando llegó de Haití. Y que estaba oscuro. No lo podía saber, pero atrás quedaban la pobreza y su vida en un orfanato. Solo tenía seis años.
Al bajar del avión padeció el flash cegador de las cámaras. Poco a poco comenzó a identificar rostros que sólo había visto por fotos, como el de la mujer que sería su madre y el de sus hermanas veinteañeras. "Me pasaron una parka que me quedaba gigante", dice tratando de hilar imágenes de ese día. Ya han pasado 13 años y hoy es una de las grandes promesas del atletismo chileno en su especialidad, 800 metros planos.
Una adopción histórica
La historia de Berdine empezó a cambiar antes de que ella se enterara. Su papá, el oficial de la Fuerza Aérea Mario Castillo, decidió viajar a Haití como miembro de la primera misión de paz enviada a la "Perla Negra" del Caribe. En 2006, recorriendo la capital Puerto Príncipe, conoció un hogar de menores. Sus visitas al lugar se mantendrían con el tiempo. Se había encariñado con una niña de sonrisa amplia y a la que su mamá biológica visitaba de vez en cuando. De su padre no había noticias.
"Nunca me he sentido discriminada"
Berdine Castillo
Mario le mandaba fotos de la chica a su familia en Chile y un día su esposa, Patricia Lillo, le preguntó que "por qué no intentaba traerla". Empezaron los papeleos y los nervios, pero la espera valió la pena. En 2009, tres años después de su llegada a Chile, Berdine se transformó en la primera haitiana adoptada por decreto de la Corte Suprema.
Al principio, la niña hacía señas para comunicarse porque apenas conocía algunas palabras en español y cuando salía a la calle todas las cabezas se volteaban. Como ella dice,
no era usual ver a alguien "con ese color de piel" en esos años.
"Llamaba la atención también por el pelo. 'Qué raro su pelo', decían. Y todos lo tocaban. Yo me sentía distinta. Veía a todas las niñas con pelo liso. Y, como niña, quería tener el pelo liso, pero ahora me gusta como lo tengo. Nunca he sufrido una discriminación, siempre he sido bien recibida", cuenta.
Sus primeras carreras
La familia Castillo-Lillo vivía en Iquique. Allá Berdine empezó a correr, levantando polvo en las calles, sin otra aspiración que divertirse.
"Después, en 2014, nos vinimos a vivir a Santiago, en Recoleta. En el colegio en que me inscribieron había un taller de atletismo que lo hacía mi actual entrenador, Mario Vásquez, y me invitó a participar. Al principio no estaba motivada", señala mientras se le escapa un "sí po" seguido de un "¿cachay?". Se ríe al darse cuenta.
"Yo soy una afortunada, lo tengo claro"
Berdine Castillo
Poco a poco, y mientras se adaptaba a una nueva ciudad, Berdine se fue acercando al Estadio de Recoleta. No le fue bien en sus primeras competencias, pero en solo dos campaña ya era figura. Se convirtió en campeona nacional de 800 metros planos -su especialidad- y ganó la plata en los relevos 4x400 de los Juegos Binacionales de Córdoba.
En su zancada y en sus genes hay esperanzas de cambio. Su mejor tiempo (2 minutos con 12 segundos) ilusiona. Sin embargo, la sociable Berdine sale a poner un freno. Este año el Sudamericano y el Panamericano juvenil son sus metas. Mientras se entrena, estudia en un preuniversitario. Pese a lo mucho que ha vivido, recalca que solo tiene 19 años.
"De repente escucho: 'con ella vamos a tener medalla olímpica' o algo por el estilo. Y yo estoy recién empezando. Para llegar a Juegos Olímpicos hay que ir a Sudamericanos, Panamericanos, muchos campeonatos. Es un peso encima, sí, pero a la vez una motivación", expresa.
Su país de origen, el más pobre de América Latina, no está siempre en su cabeza, pero no olvida. Es imposible hacerlo. En los últimos años han llegado a Chile miles de haitianos buscando vivir mejor. Acá no está la panacea.
Viven hacinados, los explotan laboralmente y sufren el racismo de una sociedad que todavía no se termina de acomodar a estos nuevos tiempos. Muchas de esas humillaciones han quedado expuestas para todo el mundo. Berdine recuerda la mirada de tristeza que tenía un haitiano que trabajaba en una bencinera luego de que un cliente rabioso le lanzara un completo en la cara. "Es fuerte, es fuerte para mí, me da cosa", se limita a decir.
A la joven atleta le gustaría volver a su tierra para ayudar. Haití vive desde febrero pasado una cruenta crisis política y social que tiene al país partido en dos. "Yo fui afortunada, lo tengo claro", afirma. Allá muchas veces no hay dinero para tratar la desnutrición o la neumonía infantil. No todos los niños tienen suerte, no todos se llaman Berdine.