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El escalofriante testimonio de ex tenista argentino que denuncia graves maltratos físicos y potente estafa de su padre

Guillermo Pérez Roldán, quien fue 13 del mundo, contó su verdad después de muchos años de silencio. Hoy, vive en Chile.

25 de Mayo de 2020 | 07:16 | Redactado por Matías Harz, Emol
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Guillermo Pérez Roldán, si bien no es muy conocido por los jóvenes, fue un tremendo tenista argentino a fines de los años '80 y a principio de los '90. De hecho, llegó a ser 13 del mundo y ganó nueve títulos del circuito ATP.

Y hoy, con 50 años y después de muchísimos años de haberse retirado, dio una potente entrevista en la que narró los maltratos físicos que sufrió por parte de Raúl Pérez Roldán, quien es su padre y en su época de tenista era su entrenador.

"Hubiese preferido tener un peor entrenador y un mejor padre", comenzó señalando a La Nación de Argentina.

"La verdad es esa. Todos lo saben, pero nadie lo dice, yo no lo dije nunca a un periodista. Pero fue así. Terminé de jugar y me fui a vivir a un ambiente. Tuve que pedirle plata a mi abuela para alquilar. Yo estoy en paz conmigo mismo, feliz con mi mujer, mis hijas, mis amigos, mi trabajo. Pero de ahí para adelante. Es duro. Tuve una vida difícil. Siempre salí adelante. Me da más lástima por ellos, por mis padres y mi hermana. Pero más que nada es el cómo. La traición de un padre a un hijo es terrible", continuó narrando quien fue hace años entrenador de Cristian Garin.

En esa misma línea, agregó que "si yo te contara realmente las cosas fuertes, como perder un partido, entrar en una habitación y que te peguen una piña en medio de la boca con el puño cerrado. Y yo las corría todas, eh. O que te metan la cabeza en un baño o que te agarren a cintazos arriba de una cama. O un robo de cuatro o cinco millones de dólares. Todo lo que gané jugando al tenis, al otro día no lo tenía. Mi vieja (Liliana Sagarzazu) y mi viejo firmaron para sacarme la plata de mis cuentas".

"Sufrí el maltrato físico. Todos sabían. La cosa fue conmigo. Y con mi hermana al principio. Pero cuando empecé a facturar yo, mi hermana pasó a un segundo plano. Tengo que decir que fue un técnico de la puta que lo parió de bueno, pero un padre de mierda. No podía ser que ganar un partido era un alivio y en determinados momentos, en vez de poder disfrutar a los 19 años, ya no di más. Le dije: 'Seguí por tu camino, cuando te necesite técnicamente te llamo. Comprate un campo, andá a los caballos, qué se yo, pero déjame tranquilo'", agregó el trasandino, quien hoy vive en Chile.

Y prosigue: "Después de él no tuve otros técnicos. Jugué muchos años solo. Entonces me llevaba a mis amigos, a algún entrenador sustituto. Todo el mérito tenístico se lo doy a mi papá, porque creó un diccionario de lo que había que hacer, pero yo me estoy refiriendo a la parte familiar. ¡Qué se yo! Un año gané tres torneos de ATP, en el '87, ¡era junior, tenía 17 años! Después de ganar Buenos Aires me voy a Itaparica, en la primera ronda me toca un muchacho que se llama Tore Mainecke, jugué en otra superficie, venía de una que era súper lenta, hacía un calor, perdí y (después del partido) se subió a la cama y me empezó a cagar a latigazos porque decía que no me había movido bien. No puede ser. Cosas así, groseras".

"Terminé mi carrera y a los tres meses era pobre. No tenía ni coche. La estafa la descubrí en 1994. Así fue: llamé al banco de afuera, pedí una plata para irme de vacaciones y no había más. Y había varios millones de dólares. Además, teníamos casas, caballos de carrera, restaurante, departamento, etcétera. No cuento ni vivo con eso y sé que nunca la voy a tener. Yo me casé por segunda vez, en Chile, mi mujer me convenció de invitarlos (a sus padres). Mi papá me pide perdón delante de todos, me dice que ahora vamos a arreglar las cosas, qué se yo y me volvió a cagar. Me quiso hacer firmar unas cosas".

Por último, Guillermo cuenta por qué se tuvo que retirar del tenis, siendo muy joven: "En 1993, después de Roland Garros, estábamos con mi padre en Génova, pero como yo tenía el día libre antes de jugar vamos a ver a (Mariano) Zabaleta, que jugaba el Avvenire en Milán. Cuando volvemos, paramos en una estación de servicio y me voy a comprar algo para comer y me pongo a hablar por teléfono. Cuando miro para afuera, dos tipos le estaban pegando a mi viejo. Salí, pegué dos tortazos, me puse hielo en la mano y seguimos. Al otro día cuando amanezco tenía la mano que parecía con elefantiasis. Después vine para Argentina, ya sabía que tenía algo roto, jugué todo el año infiltrado y muy pocos torneos".

"Después me operé varias veces y nunca quedé bien. Al día de hoy que todavía tengo la mano sin movimiento. No fue que me lesioné jugando y la cosa se me hizo peor, no. Jamás tuve un problema en la mano, ni en los codos ni en el hombro. Mis lesiones fueron abdominales. Sí tenía un problema genético de la espalda. Así que encima de estafado, la causa de mi retiro fue por defender a mi viejo, que como siempre, estaba haciendo quilombo", cerró.
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