SANTIAGO.- Los últimos días no han sido tranquilos para el Presidente francés,
Emmanuel Macron. El llamado movimiento de los
"chalecos amarillos", que se generó como un rechazo al alza en los impuestos a los combustibles decretado por el Mandatario, ha tomado fuerza y representa la última gran crisis en el país europeo, con numerosas protestas y cuestionamientos al Gobierno por su actuar.
Ejemplo de esto son las multitudinarias protestas tanto en París como el resto de Francia, con marchas, tomas de calles y cortes de carreteras. Así ocurrió el sábado en la capital, con un saldo de 412 personas detenidas y 133 heridas más diversos daños a la propiedad pública y privada, como los rayados registrados en el icónico Arco del Triunfo.
A esto se suman los perjuicios económicos. Según las empresas de transporte de mercancía en carretera de Francia, desde el inicio de las protestas
se han registrado pérdidas por un total de 400 millones de euros (unos US$450 millones), debido a los bloqueos de rutas.
La situación, entonces, preocupa y motivó al Gobierno a buscar soluciones tanto con los grupos políticos oficialistas como opositores, con la misión de evitar una escalada aún mayor. Revisa aquí las claves para entender este conflicto.
Quiénes son los "chalecos amarillos"
Son en su mayoría personas de clase trabajadora que no pertenecen a un movimiento político ni un sindicato en particular, pero que se unieron a través de redes sociales para mostrar su descontento a la política del Gobierno de Macron de subir el impuesto a los combustibles, principalmente el diésel.
Se les denomina "chalecos amarillos", ya que protestan vestidos con los chalecos reflectantes que debe usar todo automovilista cuando desciende de su vehículo en carretera.
Se trata, entonces, de
un grupo que carece de una estructura organizativa y un liderazgo específico, ya que sólo funciona a través de convocatorias vía plataformas como WhatsApp, Twitter y Facebook, pero que poco a poco ha concitado cada vez más apoyo desde que comenzaron las manifestaciones hace casi un mes.
"Somos los trabajadores que necesitamos ir al culo del mundo a trabajar en una fábrica, porque no podemos pagarnos una casa donde está la fábrica. Somos los estudiantes pobres que tienen que ir en un coche de quinta mano a su campus, porque no pueden pagar una estupenda residencia universitaria. Somos el agricultor, el abuelo, todos los que no son los ricos acomodados de París, Lyon o Niza", dice un manifestante a la BBC.
Su método de actuar se ha centrado principalmente en el bloqueo de carreteras de todo el país, además de protestas callejeras en las ciudades. Esto también ha concluido muchas veces en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y desórdenes varios.
El origen del descontento
Como parte de su política de fomentar el uso de combustibles limpios y energías renovables, el Gobierno de Macron anunció una nueva alza en los combustibles, que se materializará en enero. Según BBC, en los últimos 12 meses, el diésel ha aumentado cerca de un 23%, a un promedio de US$1,71 por litro.
Esto generó el descontento particularmente en los sectores rurales, tanto en pequeños empresarios como en trabajadores y agricultores, donde el uso del automóvil (principalmente los que funcionan con diésel) es altísimo debido a la poca conectividad y el deficiente sistema de transporte. Hablamos de personas que gastan casi el 60% de su sueldo en materia de movilización, según Clarín.
Sin embargo, este tema fue creciendo y ahora las marchas también se interpretan como un reclamo general al alto costo de la vida que han experimentado los franceses los últimos años, haciendo un llamado al Gobierno a tomar cartas en el asunto.
Las consecuencias
Estas manifestaciones han traído distintas consecuencias a nivel político, social y económico. En primer término, el Presidente Macron ha visto cómo el descontento popular se va nuevamente en su contra, luego de una serie de escándalos meses atrás. Este nuevo conflicto ha llevado a su gobierno a buscar diálogo con los partidos opositores para poder enfrentar las protestas.
Por otro lado, estas manifestaciones han traído consigo numerosos cortes de carreteras, registrándose una serie de desórdenes y enfrentamientos, lo que ha afectado la vida cotidiana. Las protestas repercutían también en la frontera con España, con retenciones de hasta 19 kilómetros este lunes y miles de camiones de transporte atrapados, según las autoridades regionales de Cataluña.
A unas semanas de las fiestas de Navidad, los bloqueos de carreteras y centros comerciales
podrían generar más de 13.000 millones de euros de pérdidas en el sector agroalimentario, según una estimación de la Asociación Nacional de Industrias Alimentarias (Ania).
Asimismo, los bloqueos de varios depósitos de combustible en todo el país ya causaron los primeros reportes de escasez de gasolina. En el caso de Bretaña, diversas estaciones de servicio se quedaron sin combustible, obligando a las autoridades a tomar medidas de racionamiento.
El apoyo
El movimiento, que creció al margen de los grupos políticos y sindicales, ha tomado fuerza y concitado una tremenda atención popular. De hecho, las encuestas afirman que el 70% de los franceses apoya las demandas y las manifestaciones.
Ante esto grupos estudiantiles y gremios de trabajadores (como los de la salud) han decidido sumarse a las protestas, dirigiendo sus dardos al Presidente Macron, a quien incluso le exigen la renuncia. Asimismo, movimientos políticos de ultraizquierda y ultraderecha han intentado ganar adherentes dentro de las movilizaciones, aunque sin tener resultados claros.
Por su parte, los "chalecos Amarillos" ya ven la necesidad de organizarse y elegir un liderazgo que les permita afrontar los nuevos desafíos y reunirse con las autoridades.