Para Assad, la provincia de Idlib se ubica en medio del camino hacia la victoria contra la oposición armada. Trayecto de unos ocho años de guerra, en el que ha sofocado la revuelta popular en contra del gobierno de su familia, y que inició en 2011 inspirado en las protestas de la Primavera Árabe que arrasaron la región durante ese año.
Asimismo, en términos geográficos, Idlib se ubica en la esquina noroeste del país y forma un bloque verde —color que se asocia a la rebeldía— en su límite con Turquía. Sin embargo, están rodeados y al recapturar la provincia se derrotaría definitivamente a las fuerzas opositoras que alguna vez controlaron la mitad de Siria y que amenazaron la sede del poder en Damasco.
Tanto Rusia e Irán, aliados claves de Assad, quieren que complete la victoria. No obstante, recuperar Idlib o el control de las autopistas a su alrededor, lo cual tiene importantes beneficios económicos, podría desatar una larga batalla y costosa en términos de vida de los soldados. Ésto realzaría las críticas sobre las muertes, justo en una etapa en que el actuar del gobierno parecía enfriarse.
Por otro lado, el área no es sólo importante para Assad, sino también para Turquía que ha extendido apoyo político y logístico durante años a los rebeldes, para derrocar al mandatario de la República árabe. De esta forma han llevado patrullas y desplegado una docena de puestos de observación militar cerca de Idlib, temiendo que si se da un asalto total a la zona, haya una propagación de refugiados hacia su frontera: actualmente ya albergan tres millones.
La tregua alcanzada entre Turquía y Rusia se ha desgastado, y las violaciones al acuerdo se han producido casi a diario en las últimas semanas. Algunas partes ni siquiera se han implementado, como el retiro de los militantes asociados a la organización yihadista Al Qaeda, y que se suponía Turquía debía facilitar.
De igual forma, también se suponía que las dos principales carreteras que atraviesan la zona controladas por rebeldes se reabrirían a fines de 2018. Hasta la fecha siguen cerradas.
En esta línea, una gran acumulación militar del gobierno y avances en aldeas cercanas sugieren que un asalto ya está en marcha por parte de Assad. Ofensiva que tendría un alcance limitado y que buscaría recuperar el control gubernamental sobre las autopistas estratégicas (M4 y M5), con el fin de abrir camino hacia la ciudad mediterránea de Latakia: bastión que alberga una enorme base aérea rusa, y que se acerca más a Hama y Alepo.
Por un lado, Rusia y el ejército sirio dicen estar respondiendo a los intensos ataques de los militantes vinculados a Al Qaeda, quienes apuntan a áreas controladas por el gobierno. Sin embargo, los rebeldes dicen que las fuerzas ruso-sirias están presionando militarmente después de negociaciones fallidas para asegurar el acceso a la carretera y proteger la zona costera, donde la nación de Vladimir Putin tiene además una base naval.
La población del último refugio opositor agrupaba anteriormente 1,5 millones de personas, pero luego aumentó a unos 3 millones al designarse como “zona de desescalada” por Turquía, Rusia e Irán en mayo de 2017. Decenas de miles de sirios atrapados en otras partes del país fueron evacuados allí, bajo varios acuerdos de alto al fuego.
Hoy en día no tienen a dónde ir, después del colapso de los bolsillos de la oposición, y Turquía está construyendo un muro a lo largo de sus fronteras.
En términos de defensa, se estima que hay decenas de miles de combatientes rebeldes y yihadistas en Idlib, siendo el grupo más dominante el bastión insurgente Tahrir Al-Sham o Frente Al Nusra.