Si Zimbabwe no tenía bastante con una economía en ruinas y una crisis alimentaria que agobia a millones de personas, el desolador impacto del coronavirus ha acabado por convertir esa triple problemática en una "tormenta perfecta".
La semana pasada, la agencia de estadísticas Zimstat informó que la inflación anual alcanzó en marzo el
676,30%, frente al 540,16 por ciento registrado el mes anterior, si bien algunos analistas creen que
se podría llegar al 1.000 por ciento en junio.
Fue un recordatorio de la hiperinflación que ahoga a este país, conocido antaño como la "joya de África" por su prosperidad y cuya economía cae en picado desde el año 2000, cuando el Gobierno impulsó un polémico programa de redistribución de la tierra.
Siete millones de personas bajo el yugo del hambre
Cerca de seis millones de zimbabuenses -un 34 por ciento de la población- viven actualmente en condiciones de pobreza extrema, según datos del Banco Mundial (BM).
Por si fuera poco,
más de siete millones sufren inseguridad alimentaria, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, que reclamó este mes una ayuda urgente de 130 millones de dólares para aliviar el hambre de esos ciudadanos hasta el próximo agosto.
"Con la mayoría de los zimbabuenses ya en dificultades para poner comida sobre la mesa, el covid-19 implica un riesgo de una desesperación más grande y profunda", dijo el director del PMA para Zimbabwe, Eddie Rowe, quien abogó por "hacer el máximo esfuerzo para impedir que esta tragedia se convierta en una catástrofe".
Para contener la propagación del coronavirus, el actual presidente del país, Emmerson Mnangagwa, impuso el pasado 30 de marzo un confinamiento de 21 días -que prorrogó este domingo durante dos semanas más- que acarrea el cierre de mercados informales, bancos y la mayoría de los negocios, unas medidas que agravan la ya precaria situación del país.
"Teníamos problemas mucho antes de que surgiera el coronavirus. Por lo que añadir problemas a los ya existentes significa que estamos en un camino muy malo"
John Robertson
"Teníamos problemas mucho antes de que surgiera el coronavirus. Por lo que
añadir problemas a los ya existentes significa que estamos en un camino muy malo", comenta a Efe el economista John Robertson, radicado en Harare.
"No sé cuanto tiempo pasará antes de que la gente empiece a morir de hambre en estas condiciones", asevera el economista.
Romper el confinamiento para sobrevivir
Con una tasa de desempleo del 80 por ciento, muchas familias urbanas se ganan la vida con empleos informales: desde la venta de verdura en cualquier esquina, a la soldadura de materiales o la fabricación de cestas en lugares como el mercadillo de Mupedzanhamo en Mbare, el barrio marginal más antiguo de Harare.
Pese a las órdenes de las autoridades, numerosos zimbabuenses se ven obligados incumplir el confinamiento por una mera cuestión de supervivencia.
"Mucha gente está saliendo, no porque desafíen al Gobierno, sino porque quieren comida, agua", declara a Efe
Precious Shumba, director de la ONG
Harare Residents Trust, que promueve los intereses de los residentes en la capital del país.
La deficiente red de abastecimiento de agua, lastrada por años de mala gestión y decadencia, provoca la concentración de multitudes en torno a los pocos puntos de suministro públicos que funcionan en los suburbios más pobres.
"La mayoría ignora los requerimientos de distancia social" para frenar la propagación del coronavirus, asegura Shumba.
Médicos desprotegidos frente a una "enfermedad asesina"
Hasta la fecha, Zimbabwe ha confirmado 28 casos de covid-19 y tres muertos, pero sólo ha efectuado poco más de 2.850 test de detección y aumentan los temores a que la enfermedad se esté propagando sin control ninguno.
El vulnerable sistema de salud pública, debilitado aún más por una huelga de médicos y enfermeras y la escasez de material y medicamentos básicos, no puede afrontar una crisis sanitaria tan grave como la de países como España, Italia o Estados Unidos.
"Mucha gente está saliendo, no porque desafíen al Gobierno, sino porque quieren comida, agua"
Precious Shumba
La A
sociación de Médicos para los Derechos Humanos de Zimbabwe acudió al Tribunal Superior de Harare para obtener un orden que obliga al Gobierno a hacer pruebas de detección de puerta en puerta y facilitar trajes de protección a los trabajadores sanitarios.
"Nadie está dispuesto a salir y sacrificarse a sabiendas de que se trata de una enfermedad asesina. Ellos (el Gobierno) tendrán que proveer equipos de protección personal o no habrá empleados sanitarios en el hospital", dice a Efe el portavoz de la Asociación de Médicos Senior de Hospitales de Zimbabwe, Aaron Musara.
"Creemos -añade Musara- que no disponemos de suficientes equipos de protección personal. El riesgo de sentirse abrumado es muy alto".
Concesiones para reavivar la maltrecha economía
La detección, hasta ahora, de pocos contagios ha empujado a la Confederación de Industrias de Zimbabwe (CZI) a presionar al Gobierno para levantar el confinamiento con vistas a reavivar la maltrecha economía.
Mnangagwa hizo este domingo una concesión parcial al anunciar la suavización de algunas restricciones en los sectores minero (mayor fuente de divisas extranjeras del país), que podrá reanudar sus operaciones; y manufacturero, que podrá funcionar con limitaciones.
Pero la desaceleración de la economía mundial por la pandemia todavía tendría un impacto negativo en Zimbabwe, como advierte Robertson.
"Aunque como país no suframos muchos casos de coronavirus, los problemas en el resto del mundo aún nos impactarán", explica el economista, al matizar que bajarán los precios de exportaciones clave, como el platino o el oro, y se encarecerán las importaciones.
A juicio del director del Harare Residents Trust, el Gobierno debería informar bien a la ciudadanía, los medios de comunicación y el sector empresarial sobre los efectos del coronavirus en el país antes de bajar la guardia.
"Los ciudadanos -expresa- deberían ser protegidos. Necesitan comida, pero no deberíamos ser negligentes".