SANTIAGO. – Eran las 05:10 horas del 8 de diciembre de 2010 y la pelea que protagonizaban dos bandas rivales al interior del piso 4 de la torre 5 del complejo penitenciario San Miguel, pasaba de gris a oscuro, cuando uno de los reos tomó un balón de gas y un tubo de plástico para fabricar un lanzallamas artesanal, el que usó contra sus contrincantes.
En tanto, la cárcel fue rehabilitada y transformada en un centro penitenciario femenino, mientras que los reos fueron reubicados en otras cárceles, algunas de ellas ya con problemas de hacinamiento.
La alta congestión de presos en los recintos es una situación que hoy se mantiene, por ejemplo en Colina II y la ex Penitenciaría, pese a los esfuerzos de Gendarmería, lo que se suma a la bajísima reinserción social de quienes cumplen sus condenas.
Así al menos lo señala a Emol el gerente general de la fundación San Carlos de Maipo, Marcelo Sánchez -dedicada a ayudar a personas vulnerables-, quien añade que tras el fatal siniestro, la institución penitenciaria mejoró la cárcel de San Miguel y ahondó en sus protocolos de seguridad.
"Lo que valoraría a partir de lo que pasó en San Miguel es el tomar conciencia de que la cárcel no contaba con las condiciones adecuadas desde el punto de vista del hacinamiento, la violencia y otras falencias", sostiene.
Estudio
Otro aspecto del que se tomó conciencia es que "la población penal chilena es extraordinariamente alta respecto de la evidencia internacional y eso tiene que ver con el poco uso de penas alternativas".
En ese sentido, Sánchez afirma que la cárcel tiene un bajo impacto en la reinserción social de la personas.
La fundación San Carlos Maipo, junto a su par Paz Ciudadana, realizó un estudio en que se encuestó a más de 2 mil internos.
"Hay que entender que aquí hay un contexto barrial o territorial donde hay que hacer un trabajo preventivo, donde también se aleje a los niños del consumo de drogas, la violencia y promover un desarrollo positivo de la infancia".
Marcelo Sánchez, Fundación San Carlos de Maipo
"Detectamos varias aristas que tienen que ver con factores de exclusión social, que están dentro de las cárceles y que allí no se resuelven, sino que se profundizan y después cuando salen de la cárcel las tasas de reincidencia es del 67%, entonces, ¿qué efecto estamos teniendo cuando mandamos a una persona a la cárcel? En especial por los temas de inclusión", señala.
Sánchez revela que en dicha consulta se conoció que casi la mitad de los reclusos perdían sus lazos de pareja y que rompían también los vínculos familiares.
Posible solución
Para atacar el problema de la reincidencia, el gerente de la fundación San Carlos de Maipo sugiere la promoción del uso de penas alternativas para aquellos reos primerizos y con una instancia que vele por su cumplimiento, así como también la construcción de cárceles modelo que se centren en la reinserción social.
Asimismo, la generación de, por ejemplo, un servicio postpenitenciario, para que "las personas no vuelvan al delito".
En este sentido, Sánchez explica que la idea es que este servicio de reinserción "sea eficiente en términos de conectar a todas las redes públicas y a los reos, de manera que tengan garantizadas las condiciones básicas para poder insertarse nuevamente en la sociedad, durante los primeros seis meses, que es el tiempo en que se da con mayor frecuencia la reincidencia delictual".
En esa línea, Sánchez llama a realizar un trabajo preventivo con los niños en los barrios, para evitar que deserten del colegio e inicien una carrera en el delito.
"Hay que entender que aquí hay un contexto barrial o territorial donde hay que hacer un trabajo preventivo, donde también se aleje a los niños del consumo de drogas, la violencia y promover un desarrollo positivo de la infancia, creando factores protectores alrededor de la familia", finaliza.