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Creadora de exitoso programa islandés de prevención de drogas en menores: "Va a funcionar también en Chile"

Inga Dóra Sigfúsdóttir es una de las impulsoras del plan "Juventud en Islandia", que llegará a cinco comunas chilenas. "Si trabajamos en bajar los factores de riesgo y aumentar los de protección, podría funcionar tanto en Islandia como en Santiago", afirma.

04 de Julio de 2018 | 08:01 | Por Consuelo Ferrer Durán, Emol
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Inga Dóra Sigfúsdóttir visitó Chile en agosto pasado para trabajar en la implementación del programa en la realidad local.

Stefan Karlsson
SANTIAGO.- Los números en Islandia son rotundos: en los últimos veinte años, el uso de alcohol en adolescentes se redujo de un 42% a un 5%, y el consumo de marihuana disminuyó de un 17% a un 3%.

La causa del cambio nació en 1998 con el nombre "Juventud en Islandia", una política pública que ha sido replicada en más de 30 ciudades de 18 países. A partir de enero de 2018, el programa empezó a implementarse también en Chile, un país donde el consumo problemático de alcohol y drogas en la población infanto-adolescente aumentó un 11% entre 2015 y 2016, según cifras del Senda.

Cuando el trabajo comenzó, hace 20 años, un grupo de investigadores notó que había muchos programas de prevención en ejecución, todos focalizados en educar a los adolescentes en los efectos negativos del uso de sustancias y en enseñarles a decir "no a las drogas".

"Nosotros consideramos que había que encontrar una nueva aproximación, porque esa obviamente no estaba funcionando", dice a Emol la investigadora y cientista política islandesa Inga Dóra Sigfúsdóttir, precursora del programa, quien además ha sido asistente del Ministerio de Salud y del Instituto de Salud Pública de dicho país.

Doctora en Sociología y Mujer del Año 2016 en su país, la co-fundadora del Centro de Investigación y Análisis Social de Islandia recuerda los primeros pasos del proyecto. "Fue algo que me cautivó por la posibilidad de mejorar las vidas para los niños y adolescentes. Me enamoré de esto tempranamente, porque había algo que me decía que realmente podría funcionar", rememora.

Potenciar lo bueno, disminuir lo malo


La política pública es, en sus palabras, "demasiado simple para algunas personas", y se trata de una serie de medidas de prevención respaldadas por encuestas periódicas a las comunidades estudiadas y evidencia científica, que identifica factores de riesgo para facilitar el acceso y uso de sustancias ilícitas, y factores protectores, que alejan a los adolescentes de las oportunidades de consumirlas. Estos factores deben identificarse, porque varían dependiendo de la realidad de cada comunidad.

"Para disminuir el uso de sustancias teníamos que entender qué factores podrían predecirlo. Nuestra idea era una aproximación comunitaria, que no tratara de cambiar la mentalidad de cada adolescente individualmente, sino que buscara cambiar las circunstancias sociales para darle a los adolescentes la oportunidad de llevar vidas saludables", dice la investigadora.

Por eso, explica, el programa nunca se basó en hablar del uso de sustancias ni de su prohibición. "La idea es involucrar a los niños en los deportes o en otras actividades organizadas, cualquier cosa que tenga significado, los mantenga ocupados y sea divertida", relata.

"Veinte años después de haberlo estudiado una y otra vez en diferentes personas, puedo decir que funciona"

Inga Dóra Sigfúsdóttir
A los pocos años de implementarlo, empezaron a ver un aumento en los factores protectores y una baja en los riesgos, que se tradujo en una baja en el uso de sustancias.

"Si me hubieras preguntado hace diez años si estaba funcionando, habría contestado a regañadientes que sí, porque soy científica y trabajo en base a la evidencia. Pero ahora, 20 años después de haberlo estudiado una y otra vez en diferentes personas, puedo decir que funciona", cuenta.

Por eso el interés chileno en el programa creció, y la investigadora incluso visitó el país en agosto pasado junto a una delegación islandesa. Actualmente trabajan con la Sociedad Chilena de Pediatría para adaptar el modelo a la realidad nacional, al tiempo en que las comunas de Colina, Las Condes, Renca, Melipilla y Punta Arenas ya han informado que lo implementarán.

"Todas las comunidades con las que trabajaremos parecen estar entusiasmadas con esto. La sociedad parece la correcta y parece estar lista. Estamos emocionados de trabajar con ustedes", cuenta Sigfúsdóttir.

Una política de exportación


Fue cerca del año 2006 cuando el grupo de investigadores, que ya llevaban casi una década trabajando con "Juventud en Islandia", fueron contactados por personas de Europa. Las cifras de consumo de sustancias llamaron su atención, así que les preguntaron qué estaban haciendo y si ellos podían implementarlo.

Entonces el programa pasó a llamarse "Juventud en Europa", y desde el año pasado empezó a cautivar otros rincones del mundo, como África y América del Sur. Hoy se conoce como "Juventud planetaria".

Ahora, dice, el desafío es hacer que funcione en la realidad local, aunque se muestra optimista. "Va a funcionar también en Chile, porque los niños y los padres alrededor del mundo son los mismos. Todos tendemos a querer lo mejor para nuestros niños y ningún padre quiere que un niño se convierta en usuario de sustancias", señala.

Sin embargo, aunque el involucramiento de los padres es deseable, no es estrictamente necesario. Para el modelo se considera la intervención, además, de profesores, entrenadores y de la policía. "Si el factor padres es débil en una comunidad, los profesores o algunos otros podrán ser una fuerza potente", relata.

"Lo que ha mostrado esta investigación es que es importante basarse en la comunidad y no enfocarlo sólo en la familia, o solamente en el colegio, sino enfocarse realmente en las comunidades con las que estás trabajando. En algunas, las familias son un factor muy fuerte, pero en otras son más débiles", explica.

Por eso cita un estudio que publicaron en 2007, y que les enseñó que no era necesario involucrar a todos los padres de una comunidad. "Si lográbamos reunir a un grupo de padres para formar ese lazo dentro de una escuela, todos los niños se sentían resguardados, aun si sus padres no estaban en el grupo. Si en la comunidad podemos formar un grupo de personas que estén realmente invirtiendo en los niños, va a beneficiarlos a todos".

También señala otro ejemplo que han encontrado con la investigación: en el caso de niños criados en casas donde existe violencia, hay ausencia de disciplina o exceso de estrés, basta con involucrar al menor en algún deporte para obtener resultados. "Podemos llegar y causar un efecto en esas vidas", señala la investigadora.

"Cuando empezamos, no sabíamos si iba a funcionar. Pero resulta que funcionó bastante bien en Islandia, después en otras comunidades europeas, y creemos que también lo hará en Chile, porque básicamente todos los niños alrededor del globo tienen los mismos riesgos y los mismos factores protectores", afirma, convencida. "Si trabajamos en bajar el riesgo y aumentar la protección, podría funcionar tanto en Islandia como en Santiago".
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