SANTIAGO.- Faltaban cuatro días para que finalizara la historia que los llevó hasta la cárcel de Kajang en el estado Selangor, Malasia, cuando la fiscalía local tomó una decisión que volvió nuevamente incierto el futuro de los chilenos
Felipe Osiadacz y Fernando Candia.
Tras casi quince meses recluidos, ambos aceptaron declarase culpables del delito de
homicidio culpuso, recibiendo una pena de dos años de presidio. A la condena se le descontó el tiempo recluido, además de ocho meses por buena conducta. Sumando y restando, los jóvenes iban a ser liberados el próximo martes.
Sin embargo, el viernes el ente persecutor de Malasia apeló a la sentencia, de manera que habrá que esperar el pronunciamiento del tribunal respectivo para conocer la situación en que quedarán. Aún no hay certeza si la acción se presentó porque la resolución tenía un error o porque habría un desacuerdo con ella.
El caso de los jóvenes, que se conocieron trabajando en Nueva Zelanda, ha tenido más de un traspié o conflicto, marcado por la acotada y a veces incompleta información que llega desde el extranjero.
Todo partió a eso de las cinco de la mañana del 4 de agosto del año pasado, cuando un transgénero siguió a Candia hasta su hostal.
La discusión pasó a la violencia cuando el malasio los arañó y pateó. En la pelea se quebró un espejo. En un intento por contenerlo, el extranjero falleció por falta de oxígeno, mientras que el examen forense arrojó que este "se encontraba bajo la influencia de diversos estupefacientes"
Aquello fue clave para los abogados de los chilenos, quienes trataron de sustentar la tesis de que los jóvenes actuaron en defensa propia y que en realidad se trataría de un homicidio negligente, y no uno calificado, como sostenía la fiscalía.
Avanzado el caso, algunos testigos reconocieron durante el juicio, que se suspendió en múltiples oportunidades, negligencia de su parte: como no llamar a la policía cuando se les pidió o no concurrir rápidamente al lugar a prestar auxilio.
Conociéndose más detalles de cómo ocurrieron los hechos, la fiscalía ofreció en septiembre 30 años de cárcel en vez de la horca, lo cual fue rechazado. Finalmente, los hechos fueron recalificados como homicidio culposo.
Intervenciones
Osiadacz y Candia llevaban nueve meses en una de las cárceles más grandes de Malasia cuando el caso se hizo conocido en Chile. Sus padres pedían a Cancillería, por segunda vez, mayor apoyo gubernamental en el proceso, llegando a gestionar incluso una reunión con el Presidente Sebastián Piñera.
Por su parte, el ex Presidente Eduardo Frei, los recibió en su calidad de embajador en misión especial para el Asia-Pacífico.
La preocupación de los familiares aumentó cuando el gobierno malasio impulsó una vacunación masiva contra la malaria, fiebre amarilla y hepatitis para los internos del penal, en la cual no se consideró a los chilenos debido a su nacionalidad. Tras gestiones diplomáticas a través de cancillería, las dosis fueron suministradas y desde el Consulado de Chile en Malasia se comenzó a visitar a los jóvenes dos veces por semana.
Previo a todos estos eventos, los jóvenes tenían un plan una vez terminadas su vacaciones por el sudeste asiático. Osiadacz, de profesión ingeniero comercial, iba a estudiar un magíster en Barcelona, y Candia, chef, volvería a Chile para crear una empresa gastronómica.