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Filósofo UC analiza la crisis: "Si no hay ninguna fórmula para resolver, es el momento de interpretar"

Este martes, el ministro Paris usó una frase de Francisco de Lara en la conferencia del Minsal: "Esta crisis ha movido la barrera de lo posible para bien". En conversación con Emol, el español busca lo positivo al momento actual y destaca la importancia de tener una mirada sistémica y no "tecnocrática".

19 de Julio de 2020 | 12:12 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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El martes, el jefe del doctorado de Filosofía de la U. Católica, Francisco de Lara, se llevó una sorpresa. El ministro de Salud, Enrique Paris, lo citó al inicio de la conferencia de prensa que brinda a diario el Minsal. "Francisco de Lara, que es un filósofo chileno dice que como consecuencia de la pandemia tenemos también que tener una mirada que nos haga pensar en el futuro, que nos haga cambiar", dijo Paris.

"Hemos tenido la menor contaminación en Santiago, se plantea un ingreso mínimo asegurado para las familias vulnerables, y sobre todo se ha formado un sistema integrado de salud público y privado, se ha movido la barrera de lo posible para bien. Esta es una certeza esperanzadora: es posible vivir de otra manera", había dicho De Lara a La Segunda el día anterior. Ese fue el extracto que el ministro leyó.

Un día después de esa mención, De Lara se toma un momento para conversar con Emol. Es miércoles 15 de julio y conmemora dos hitos: cuatro meses de cuarentena voluntaria y once años desde que llegó a vivir a Chile desde España. También bromea, porque el ministro le concedió la nacionalidad con su intervención. "Soy filósofo pero no soy chileno", aclara. "No tengo la nacionalidad pero ni falta que hace. Estoy haciendo una vida aquí, integrado, y me he involucrado mucho".

"Hay que decir que el ministro tomó un poco lo que le servía más", reconoce De Lara. "La filosofía es pensamiento crítico y eso implica hacer un análisis de las medidas, en el sentido de qué podría hacerse mejor: qué tipo de cambios son necesarios y hasta dónde llega la profundidad de esos cambios. Es necesaria una lectura lúcida de la crisis; no como al principio, que se negaba y se decía que aquí no iba a pasar nada, que éramos distintos, que lo habíamos hecho mejor. Minimizar una crisis o negarla nunca va a ser la mejor manera de enfrentarla", dice.

De Lara defiende el lado positivo de las crisis. "Ponen en evidencia una situación estructural y por eso se da la ocasión, por primera vez, de ver esa situación, de analizarla de manera pausada y decir: he visto claro, hay que ir en esta dirección y hacer ciertas cosas. Eso me parece que es la clave. Para resumir: me gustó que el ministro se hiciera eco de mis palabras por la parte que tienen de esperanzadoras, pero también es importante mostrar la necesidad de cambios profundos", expone.

El tiempo de los filósofos


—Antes del ministro Paris, Mañalich ya había dicho que este era "el tiempo de los filósofos". ¿Cree que es momento de plantearnos preguntas que a las que no nos enfrentamos normalmente?
—Eso sucede con las crisis. Las crisis te hacen ver cómo estabas viviendo y plantearte si todavía puedes seguir así, si hay que hacer algunos retoques o si más bien hay que hacer transformaciones. Eso permiten las crisis, y la filosofía sin duda puede ser valiosa en esos momentos, porque vive un poco en crisis, y no solo porque siempre sea puesta en entredicho —bromea— sino porque lleva a cabo un análisis constante. Antes de que una situación explote, la filosofía está mirando las tensiones, la configuración social. Y luego, cuando explota, no entra en pánico, sino que dice: ahora se están mostrando esas tensiones, no hay cómo negarlas; hagamos algo y que sea duradero, no un parche, no una capa de pintura, sino algo que de verdad permita cambiar.

—¿Y por qué esa solución sería mejor de la mano de la filosofía?
—Ante crisis profundas no tenemos respuestas de especialistas. No hay respuestas técnicas. La política ha sido tecnocrática en los últimos 30 años y no solamente en Chile: a falta de otro factor de cohesión social, se ha acudido a la economía y la aplicación de criterios técnicos como criterios políticos; pero la política no es técnica, porque es una lectura de un momento histórico y el intento de generar un proyecto social cohesionado. Si tienes esa mirada y eres capaz de llevarla a cabo y generar las transformaciones que son necesarias, eres un gran líder. De lo contrario, eres solo un administrador de lo que te encontraste. A raíz de la frase de Mañalich y la cita de Paris, recordé que había una gran tradición en España, por desgracia perdida, de médicos filósofos.

"Antes las personas que se formaban en algo sabían que, más allá de su especialidad, en la que debían ser excelentes, debían intentar una comprensión compleja. El gran problema de la tecnocracia es que convierte a todos en pequeños especialistas, que además son completamente sustituibles, y se pierde la visión de la sociedad como un conjunto"

Francisco de Lara
—¿En qué consistían?
—Antes las personas que se formaban en un campo sabían que, más allá de su especialidad, en la que debían ser excelentes, debían intentar poseer una comprensión compleja del mundo. El gran problema de la tecnocracia es que convierte a todos en pequeños especialistas, que además son completamente sustituibles, y se pierde la visión de la sociedad como un conjunto. La filosofía parece una especialización, pero no lo es: es una no especialización, es el intento de tener una mirada lúcida sobre el mundo y las sociedades en que vivimos.

—¿Cuál es el riesgo de esa especialización tan específica?
—Que aplica una mirada muy reduccionista a los problemas que debe resolver. En ese sentido, es muy relevante quiénes están en los gobiernos: antes solían ser abogados, últimamente son sobre todo ingenieros comerciales. ¿Qué mirada sistémica de los asuntos puede haber con ese enfoque? Con todo el respeto que le tengo a los ingenieros comerciales, porque hay personas ahí que tienen una muy buena visión de lo que son las crisis y las oportunidades, pero me temo que a menudo se aplica una mirada un poco estrecha y economicista. Entonces, si técnicamente ya no sabemos qué hacer, si aquí está pasando algo para lo cual no hay ninguna fórmula que lo resuelva, es el momento de interpretar qué está pasando, de intentar comprender. Para eso necesitas personas que estén habituadas a tratar con fenómenos complejos sin fórmulas. ¿Por qué en los gobiernos y las organizaciones no hay más personas provenientes de las ciencias humanas?

—A principios de mes la Anid publicó los 63 proyectos de investigación del covid-19 que recibieron fondos estatales y solamente había uno de humanidades.
—Yo me presenté y nada, pero más allá de eso también hice ese análisis: había solo uno de humanidades y era una tema de educación súper específico. No había ningún proyecto "pensante", todos eran técnicos, en un sentido muy amplio, pero técnicos. Por supuesto que trabajar en ese sentido también me parece importantísimo, que quede claro que no es que yo esté en contra de eso. No podemos todos ponernos a pensar y que nadie cree soluciones concretas, porque son completamente necesarias, pero falta a veces la orientación general. Si no, lo que tienes son cientos de iniciativas, cada una para su lado, que más o menos se ve que van a tener resultados. Está bien, ese tiene que ser un criterio, pero nos faltan otras cosas.

—¿De qué se trataba su proyecto?
—Con Sylvia Eyzaguirre y Diana Aurenque, dos filósofas de dos posiciones muy distintas, presentamos un proyecto que era justamente analizar todo el discurso filosófico sobre la pandemia a nivel internacional, para ver un marco con el cual pudiéramos intentar enfrentar problemas globales en las próximas décadas, más allá del marco del estado-nación, que evidentemente ha manifestado que es insuficiente para afrontar problemas globales. Ese era el proyecto, y era muy concreto también: con encuestas, luego con videos para hacer una difusión, estaba pensado no académicamente, sino que queríamos que tuviera un impacto ciudadano. Está bien que no hayamos ganado nosotros, en todo caso, a mí no me importaría si hubieran ganado otros que fueran similares o que tuvieran un claro componente reflexivo.

Enfrentar la vulnerabilidad


—Usted ha dicho que esta crisis no es una casualidad, ¿qué quiere decir?
—Tiene que ver con la forma como vivimos, cómo tratamos con los animales, cómo viajamos, cómo está armado nuestro comercio y nuestra economía mundial; con las ciudades en las que vivimos. La crisis nos está mostrando una radiografía de cómo vivimos. ¿Somos capaces de pensar alternativas saludables? Y me refiero a saludable en todos los sentidos, con un propósito de salud mucho más amplio, que no es simplemente evitar contagiarse, sino poner condiciones para una vida saludable de verdad.

—¿Cuál es la importancia del diálogo en este contexto? La UC y la U. de Chile trabajan en conjunto en una iniciativa de conversaciones ciudadanas virtuales.
—Desde que llegué aquí me pareció completamente incomprensible que las universidades estuvieran en la lógica de la competencia y no de la colaboración. Una de las grandes oportunidades que abren las crisis es que entendemos que no se resuelven con la lógica de la competencia. Ahí es posible darse cuenta de que las dos universidades estamos en lo mismo, que tenemos más similitudes que diferencias, que nuestros intereses son muy similares y tenemos la misma misión. Y este es el momento de proyectar y de pensar. La conversación no es mera gestión, no es mera administración. De la conversación salen posibilidades que en un primer momento parecen quizás ridículas, pero lo estamos viendo: cosas que parecían completamente impensables están sucediendo.

"Siempre piensas que la muerte te va a venir desde afuera y no, la muerte la tienes dentro, eres tú, es tu finitud. Normalmente vivimos en esa vorágine de no querer saber nada de ella, y la crisis te pone esa mirada. Ya no sigues viendo la vida como algo que pasa, sino que valoras las cosas, te das cuenta de lo que importa, porque todo es frágil"

Francisco de Lara
—Entonces es una oportunidad para el cambio.
—Claro, y en eso también juegan un rol importante las generaciones. Para mí, la clave es que los mayores sean capaces de ver las cosas con los ojos de los más jóvenes, y no se esfuercen porque los más jóvenes las vean con sus ojos. A menudo estamos intentando que los más jóvenes repliquen una manera de mirar y un modelo, cuando más bien tenemos la oportunidad de nosotros rejuvenecer viendo el mundo desde sus ojos. Ha habido mucho descrédito a los millennials, pero en ellos yo veo interés, veo ganas de participar políticamente, veo ímpetu y una mirada mucho más acorde a los tiempos, menos excluyente, menos agresiva con lo diferente, mucho más acogedora... mucho más sistémica, en definitiva. Esa mirada es necesaria incluso para los negocios, ¡que no me vengan con que eso no es práctico! Si quieres hacer negocios hoy, necesitas una mirada de ese tipo.

—La pandemia ha sido una experiencia traumática, ¿cómo se relaciona nuestra sociedad con el dolor?
—Está sobrevalorado. Hay una cultura casi un poco sadomasoquista. En la época de Franco decían que la letra, con sangre, entra, y es terrible. No hay nada malo en que las cosas te afecten, lo que sería malo es que no te afectaran, porque entonces serías un psicópata, que es alguien que suele hacer mucho daño. Yo creo que hay que pasar de ese paradigma sadomasoquista, que es tan propio de las sociedades autoritarias, donde prima el hombre fuerte y se ve al desfavorecido como un loser, que se merece lo que le pasa. Esa es la antiética de este economicismo neoliberal, que hace que si te va mal sea tu culpa y que convierte a la víctima en el victimario. Eso es propio de éticas de mafiosos, la mafia funciona así. Es una ética que tiene que ver con vencer o morir, como decía Mussolini, ganar a toda costa y por lo tanto endurecerte.

—¿La sociedad le tiene fobia a la muerte?
—Yo creo que efectivamente hemos visto que somos vulnerables. Tenemos una forma de vida en la que no se puede reconocer el dolor y donde las heridas hay que exhibirlas desde el discurso de la victoria y del triunfo, y la verdad es que somos seres muy vulnerables, muy frágiles, ¡nos podemos morir ahora mismo! Siempre piensas que la muerte te va a venir desde afuera y no: la muerte la tienes dentro, la muerte eres tú, es tu finitud. Tu cuerpo puede hacer cualquier colapso y adiós. Normalmente vivimos un poco en esa vorágine de no querer saber nada de ella, y la crisis te confronta con esa mirada: ya no sigues viendo la vida como algo que pasa, sino que valoras las cosas, te das cuenta de lo que importa, porque todo es frágil. ¿Qué vale la pena realmente? Ahí tienes un criterio de medir, casi un peso que está todo el rato diciéndote qué cosas no valen la pena.

—¿Todo se configura para que restablezcamos cuáles son nuestras prioridades?
—Exactamente. Normalmente vivimos en una especie de un egoísmo medio alienado donde se supone que cada uno va a la suya, pero en realidad nadie va a la suya ni tampoco a la de los demás. Se habla mucho de esta especie de comunismo sesentero trasnochado, y yo estoy de acuerdo, pero es que el neoliberalismo ochentero está igual de trasnochado y eso no se dice tanto. Tenemos que tener otro modelo, es lo que esta crisis nos ha mostrado, y ese modelo tiene que ser eso: más sensible, quiero decir más femenino, con menos problemas con su vulnerabilidad y con su capacidad de acogida, de mirar al otro. Insisto, no se trata de no hacer negocios ni de no hacer política, sino de hacerla de otra manera, de una manera más amigable y más sostenible. Creo que esa mirada es la que está creciendo y esta crisis nos permite potenciar.
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