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Revisamos la Xbox Series X: Una base conocida y llena de potencial

La nueva generación de consolas llegó a Chile con el estreno de dos nuevas Xbox de Microsoft. La más poderosa de ellas, Series X, trae cambios técnicos importantes, pero no tiene un juego insignia por ahora. La promesa es un equipo al que se le podrá sacar partido por años.

30 de Enero de 2021 | 05:41 | Por Javier Neira R, Emol
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Microsoft
En 2013 el mercado de las consolas de videojuegos vivió su última gran renovación, con el estreno casi simultáneo de la PlayStation 4 y la Xbox One. Siete años después -y en medio de una pandemia que ha afectado su disponibilidad- el mercado se refresca de nuevo, con dos nuevos equipos de Sony y dos de Microsoft.

En el lado de la empresa detrás de Windows, la renovación incluye la Xbox Series S, un equipo enfocado en una experiencia digital -es decir, sin lector de discos- y que limita la resolución para llegar a un menor precio, y también la Series X, el nuevo tope de línea y la cual pudimos revisar por un par de semanas.

Partamos por lo básico: el equipo en sí. Si se describe el look de la consola como “rectangular” no se está en lo incorrecto, pero al mirarla se nota que no es un diseño habitual. Si bien su cara frontal es rectangular, es mucho más ancha que el look tradicional de una consola, y haciendo que no sea un equipo que pueda entrar fácilmente a un gabinete o un rack. Puede ser usada en forma vertical u horizontal, y pese a estar hecha de un plástico negro sin mayor gracia (salvo un llamativo detalle verde en la salida de aire), la Xbox Series X se nota y llama la atención.

Una vez encendida, la Xbox Series X es… muy parecida a la Xbox anterior. En vez de apostar por un software radicalmente nuevo, como ocurría en generaciones anteriores, la nueva Xbox tiene una experiencia de software muy similar a la anterior, tomando la continuidad como el camino a seguir. Esto puede ser bueno para los fanáticos de Xbox, pero para quien viene de otra experiencia, puede resultar algo confuso ya que siempre parece haber al menos dos maneras de llegar a algún menú o funcionalidad.

Pasemos a lo que importa, los juegos. ¿Se ven mejor? Sí. ¿Corren mejor? Sí. ¿Cuál es el juego que hay que jugar? Depende. Lo cierto es que por ahora no hay un gran título que haya que probar con la Xbox Series X: no hay nuevos “Halo”, “Gears” o “Forza”. Pero lo cierto es que las últimas entregas de estas franquicias corren muy bien, han sido adaptadas para la nueva consola y acceder a ellas es más fácil que nunca.

Desde hace un par de años, Microsoft está impulsando “Game Pass”, una suscripción que -mediante un pago mensual- entrega acceso a más de 100 juegos, muchos de ellos desarrollados por estudios de Microsoft y algunos licenciados de otros. Así, se pueden jugar “Forza Horizon 4”, “Halo: The Master Chief Collection” o “Gears 5” libremente.

La gracia de esa transición es que varios de estos juegos (y en particular los recién mencionados) han sido actualizados para correr en Series X y S, sacando provecho de sus capacidades gráficas y de funcionamiento. Lo mismo ha pasado con juegos de EA (que forma parte del piso más caro de Game Pass con “EA Play”), como el muy bueno “Star Wars: Jedi Fallen Order”. Esto hace que varios de estos juegos corran en resolución 4K a 60 cuadros por segundo y con soporte para HDR.

Ahora, ese no es el límite de la consola. La caja de la Series X habla de gameplay en 4K a 120 cuadros por segundo, algo que algunos pocos juegos ya ofrecen. Pero lo más probable es que para poder acceder a esto, el usuario tenga que cambiar su televisor, ya que requiere un equipo con un puerto HDMI 2.1, que recién empezó a ofrecerse en mayor número en 2020. Lo bueno es que, al estilo de un PC para gamers, varios juegos de Xbox permiten configurar el detalle gráfico, permitiendo elegir más resolución a menor frecuencia o aumentar los FPS limitando la resolución.

La ausencia de un juego insignia puede afectar la percepción de la nueva Xbox, pero lo cierto es que la experiencia de usarla es un agrado. Y en parte no menor esto se debe a la incorporación de un SSD, una unidad de estado sólido, como espacio principal de almacenamiento. Esta tecnología no es precisamente nueva, se pueden comprar computadores con estas unidades hace varios años. Pero esta generación de Xbox (y también de PlayStation) es la primera en incluir un SSD en la consola de fábrica.

Y el cambio es notorio. Juegos que antes mostraban pantallas de carga por más de un minuto ahora pueden tomar menos de 30 de segundos en cargar, haciendo que la experiencia de tomar el control y empezar a jugar se sienta mucho más inmediata. Algo que también está apoyado por la función “Quick Resume”, que permite cambiarse de un juego a otro rápidamente, sin tener que pasar por menús o pantallas de carga. El juego es inmediato.

Ahora, no todo es bueno. Quick Resume no funciona con todos los juegos (es de esperar que los próximos lanzamientos para el sistema soporten esta herramienta) y las descargas de títulos como “Gears 5” o “Halo: The Master Chief Collection” hacen que los 802 GB disponibles en la Series X cuando está nueva duren poco.

En 2013, con la Xbox One, Microsoft apostó por posicionar la consola como un centro de entretenimiento, forzando el uso de Kinect y conectándose hasta con la señal de TV por aire. Para esta generación, la directriz parece ser otra: que los juegos corran y se vean bien. Sin tanta parafernalia, con un control que es básicamente igual al anterior (y que sigue necesitando pilas AA, en vez de tener una batería recargable) y con buen soporte para juegos “históricos” de la plataforma. La base está, hay que ver cómo se desarrolla en los próximos años.
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