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Golpe al ego

"¡Qué gorda estás!, ¿por qué no te pones a dieta?, ¡arréglate ese pelo!, ¿por qué no te operas las pechugas?"... Para algunos hombres decir estas frases es casi un deporte.... Quizá por inseguridad propia, por el machismo que aún impera en nuestra sociedad o, simplemente, porque no miden sus palabras y no se dan cuenta de cuán hondo están calando. Aunque los sicólogos opinan que esto no es algo usual o que se vea mucho en las terapias de pareja, afirman que si alguien se siente identificada, tiene mucho de qué preocuparse.

10 de Noviembre de 2005 | 14:50 |
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Cuando María Elena (ingeniero comercial, 32 años) se quedó esperando a su primer hijo, lo primero que le dijo su marido fue: ¡Después de la guagua te quiero igualita! Ni un kilo de más, ¿me oíste? ¡Y olvídate, no quiero ni una sola estría! Después, como si nada hubiese pasado, la abrazó y la invitó a que salieran a comer fuera. Para celebrar.

Aunque han pasado varios años desde esa primera vez en que prácticamente se vio amenazada por su marido, y ya tienen tres niños, María Elena lo recuerda como si fuera ayer. Porque, claro, ése no fue un hecho aislado. Hoy, reconoce, controlar su apariencia es casi el deporte favorito de su marido, junto con la equitación y el golf. Y eso que María Elena es alta, delgada, y con un cuerpo que se querría cualquier mujer (y hombre).

"Cada cierto tiempo le da con que estoy gorda. ¡Ya puh, María Elena, ponte a régimen!, me dice, y va y me inscribe en el gimnasio. Y escribe un régimen que saca de no sé dónde y lo pega con un magneto en la puerta del refrigerador y le da a la empleada instrucciones precisas de qué puedo comer y qué no. O sea, de hecho, lo he visto diciéndole: Margarita, la mitad de ese plato para la María Elena.

"Otras veces me dice frases como: Ya pues, lávate el pelo; tienes que ir a depilarte ahora mismo; tienes que ir al dermatólogo a arreglarte el cutis, no puede ser que andes así por la calle. Pero no lo hace con cizaña, no es que esté enojado, y yo no le doy mucha pelota".

Otro es el caso de María José (dueña de casa, 36 años). Cuando después de años en su casa cuidando a sus cuatro niños se decidió a buscar trabajo, su marido fue lapidario: Cómo se te ocurre que te van a contratar en alguna parte con lo gorda que estás. Con ese físico es imposible. Después de un tiempo de ese incidente, que tampoco fue aislado, María José reflexiona y concluye que su marido habría hecho cualquier cosa con tal de que ella se quedara en la casa. "Yo le decía que veía a muchas mujeres gordas que trabajaban, así es que no veía por qué no me iba a resultar a mí, pero él insistía en que esas mujeres habían engordado una vez que estaban dentro de la empresa, pero que a las obesas como yo nadie les daba trabajo. Y yo soy gordita, pero no obesa".

A pesar de los malos pronósticos de su marido, finalmente María Elena encontró trabajo como vendedora en una boutique, pero lo único que consiguó de parte de su marido es que le dijera que seguía gorda y que estaba trabajando por una miseria.

Pero su historia tiene también otros ribetes. Aparte de sentirse disminuida físicamente, María José tenía que soportar que él la tratara de tonta y de inútil. Y que la obligara a leer libros "inteligentes" para que pudieran conversar después, porque hablar de la cosa doméstica era "la peor de las estupideces".
La guerra de los sexos
Siguiendo con el caso de Cristina, a tal grado ha llegado su nivel de inseguridad que se ha encontrado preguntándole al marido que por qué se casó con ella si es la antítesis del gusto de él: rubias y pechugonas. "Él nunca me compara con nadie, pero siempre me está diciendo que va a ser mi asesor de imagen. A veces me pongo las cosas que me compra, pero me siento tan no yo que me da lata. O ropa interior bonita, para que él esté feliz".

Continuando con la idea de la exigencia física que tiene la mujer de hoy, Carmen Luz Méndez explica que una agresión de este tipo puede afectar sobremanera a algunas mujeres, sobre todo pasados los treinta años, cuando viven la primera crisis importante junto con las primeras arrugas, las estrías y los kilos de más de los embarazos y las pechugas caídas por el amamantamiento. "Puede ser una broma al pasar, un comentario medio ingenuo, medio torpe, que no va más allá, pero que a ella le pega en esta particular sensibilidad, en el miedo a envejecer que viene a esta edad, y que a los hombres les llega a los cuarenta".

"Hay que hacer una diferencia - dice Fernando Coddou- . En la manera en que se dicen las cosas está todo. Decirle a una mujer que está un poquito gorda es completamente distinto a decirle por qué no te operas las pechugas. Pero, de todas maneras, hay que tener claro que ni esto ni que le digas estúpida a tu mujer es algo normal. Entonces, no es algo para quedarse tranquilas. A menos, claro, cuando se trata de parejas que se permiten un nivel de expresión, de rabia, no muy moderada, en que se pueden tratar de estúpidos o gordos, y para ellos es parte normal de su convivencia. Ahí es uno el que queda choqueado, mientras ellos después andan de la mano como si nada. Hay un acuerdo mutuo y a nadie le molesta".

Carmen Luz Méndez concluye: "Tengo que insistir. Si en una pareja el hombre descalifica agresivamente a su mujer en forma reiterada, sin duda esto nos habla de una mala relación de pareja. Si ella responde con el mismo nivel de agresión la guerra será explícita. De hecho, muchas parejas empiezan a venir a terapia porque se dan cuenta de que empezaron a faltarse el respeto. Si la mujer, en cambio, asume pasivamente descalificaciones severas y sistemáticas, lo más probable es que su conducta sea expresión del temor que le tiene a su marido, quedando sujeta a una dañina situación de violencia".

"Al final, gracias a mis amigas, me di cuenta de que me faltaba poco para respirar por el pulmón de mi marido, que no tenía opinión ni vida propia, y que, erróneamente, estaba convencida de que era una inútil".

¿Inseguridad o machismo?

En menor o mayor grado, muchas mujeres se han visto alguna vez en sus vidas asombradas frente a un comentario despectivo de sus maridos, o frente a una sugerencia en el ámbito físico que las hace cuestionar su atractivo como
mujeres.

Como es el caso de Pilar (35), quien se queja de que no se puede poner una minifalda porque su marido de inmediato la hace cambiarse. "Me dice que ya no estoy en edad de andar mostrando las piernas, que ya soy mamá, que me ubique". O como el caso de Soledad (24) quien debe soportar las burlas de su esposo cada vez que se pone a comer: "Me dice, aunque esté lleno de gente alrededor: ¡Ay, la gorda cómo goza comiendo, si se saborea sola!". O como Catalina (28) quien tiene un marido médico tan obsesionado con la facha que tiene que esperar a que él se duerma para poder ir a la cocina y comer tranquila.

Pero, sin lugar a dudas, mucho más complicada es la historia de Cristina (profesora universitaria, 33 años), una buenamoza morena alta y muy delgada, quien vive con la constante de un marido insegurizador.

Cristina siempre ha sido muy insegura con su físico. "Me siento poco atractiva", según sus propias palabras. Cuando conoció a su marido, con quien lleva doce años de matrimonio, recuerda que él recién había dejado de pololear con una mujer absolutamente distinta a ella, rubia y voluptuosa. Y que los comentarios comenzaron cuando se quedó esperando al primero de sus tres hijos.

"Yo siempre fui súper tradicional para vestirme, un poco fome, entonces las primeras discusiones fueron por el tema de la ropa. Él encontraba que tenía que vestirme como más mina, con polleras más cortas, ojalá taco aguja, con harto escote y muy apretada. Él me llevaba a comprar ropa y elegía puras cosas que a mí no me gustaban, pero al final se frustraba porque yo no me ponía nada. O me las ponía una vez y después quedaban olvidadas en el clóset. En todo caso, éste es un tema súper recurrente con nuestros amigos; siempre sale a la palestra. Es como una frustración masculina generalizada por estas mujeres poco osadas".

Volviendo al tema del primer hijo, cuando Cristina quedó embarazada, su marido de inmediato le sugirió que se aprovechara de sacar "la guata" mediante una cirugía estética. Cristina se negó rotundamente, según ella por pánico. Pero con la segunda guagua él volvió a la carga y empezó con el tema de por qué no se hacía un implante de silicona. "De hecho me hizo cotizar, y me decía que él me acompañaba, que me pagaba todo".

Los sicólogos Carmen Luz Méndez y Fernando Coddou, directores del Instituto de Terapia Familiar de Santiago, explican que una descalificación del tipo físico no es algo que se vea comúnmente en una terapia de pareja, pero que lo que sí se ve mucho, por ejemplo, es un cuestionamiento sobre las características de personalidad de la mujer, que es inmadura, frívola o que no sabe llevar la casa, por decir algo. Pero todo esto como parte de una relación típica de pareja, de esta "guerra" de los sexos en que las mujeres también descalifican a los hombres pero de una manera más sutil.

Por lo mismo, señalan que cuando se trata de comentarios insegurizadores respecto del físico de la mujer, es algo más grave. "Que un hombre le diga a su mujer que se opere las pechugas, independientemente del deseo de ella, es algo súper violento. Ahí lo primero que podría pensar es qué está sucediendo en esta relación que él se siente tan amenazado, tan agredido o tan descalificado por ella que tiene que acudir a un resorte tan burdo para desquitarse", explica Fernando Coddou.

Y continúa: "En este juego de ajedrez que es la relación de pareja, los hombres en general saben que un área en que las mujeres pueden enganchar y sensibilizarse es en el tema físico, sobre todo por las exigencias de belleza que tienen las mujeres en nuestra cultura. O sea, el hombre sabe que golpeando ahí golpea feo".

Carmen Luz Méndez añade: "Lo segundo es el tema del machismo que aún perdura en nuestra sociedad, de hombres que sienten que tienen ciertas atribuciones sobre sus mujeres y de mujeres que aceptan lo que sea. La descalificación del hombre a la mujer se ve más en el mundo social que en el mundo íntimo de la pareja. Por ejemplo, es frecuente que los hombres en una mesa, a la hora de comida, dirijan su conversación a los otros hombres, no considerando la opinión de las mujeres. Algo que las mujeres no hacen, como tampoco usan socialmente un humor descalificatorio para con ellos".

Por último, Fernando Coddou cree que también hay bastantes hombres que en forma desatinada y con un humor muy mal entendido pueden aprovechar alguna circunstancia para mandar un mensaje como, por ejemplo, que su mujer modifique alguna parte de su cuerpo. "En este caso - señala Coddou- la conversación a la que me gustaría invitar a esta pareja es sobre su vida sexual. Habría que saber qué transmite esta mujer de sí misma a su marido que él siente que pueden mejorar las cosas si ella se agranda las pechugas. Es posible pensar que ella no se siente atractiva, sensación que le transmite a su pareja, el cual, con su torpe petición, sólo aumenta el círculo vicioso en que están atrapados".
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