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Tóxicos

columna del 9 de abril de revista El Sábado.

03 de Agosto de 2005 | 10:13 |
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El éxito o fracaso de los segundos matrimonios depende, entre otras cosas, de la sanidad de la relación que los nuevos consortes establecen con quienes fueron anteriormente sus cónyuges.

Cuando éstos se hacen presente de manera continua en la cotidianidad de la reciente pareja, ya sea a través de llamados constantes, telefonazos inoportunos, visitas inesperadas, encuentros fortuitos, reuniones secretas, peleas imprevistas, llantos destemplados, provocaciones sexuales, quejas insidiosas o peticiones irracionales, pueden invadir, interferir o dañar la nueva relación amorosa. O sea, ser tóxicos.

Si Ud. debe convivir cotidianamente con un ex cónyuge tóxico no es de extrañar que ya haya experimentado los efectos nocivos que producen. Probablemente ya esté cansado de que viva extorsionando económicamente a su media naranja o que se la pase metiéndole culpas, o que le ponga todo tipo de problemas con los niños para castigarle, o que interrumpa su intimidad a cada rato, o que llame a las horas más raras, o que se las arregle para hacer sentir continuamente su depresión o que se comporte como si Ud. no existiera.

Y más grave aún, es posible que Ud. esté acumulando rabia porque los sentimientos del ex cónyuge terminan siendo siempre más importantes que los suyos, o que ya esté aburrido de que su amada aún siga asumiendo más responsabilidades con el pasado que con Ud., o que ya no resista verlo aún tan susceptible a ser manipulado por la pena y la culpa.

Es más: es probable que ya le resulte insufrible que lo sigan manteniendo al margen de decisiones que afectan a su relación directamente y que incluso esté dudando de la solidez y veracidad del nuevo compromiso establecido.

Por eso, antes que le siga cundiendo la impaciencia, revise con honestidad su propio comportamiento. Quizás Ud. tiene actitudes que resultan hostiles y desagradables, o siente rivalidad con la historia amorosa de su pareja o está malinterpretando como tóxicos problemas comunes y corrientes de todas las separaciones, o está celoso por las cordiales relaciones que su actual pareja mantiene con la anterior, o simplemente no tolera que tenga un pasado del cual Ud. está ausente. Si es así, póngale luego atajo a sus rabias y no le eche más leña al fuego. Entienda que a todos les conviene una sana convivencia.

A continuación reflexione con su pareja sobre la responsabilidad que a éste le cabe en la toxicidad del ex cónyuge. Quizás su amado no ha sabido poner los límites adecuados, o no ha terminado aún el amor o la guerra, o sigue inconscientemente ligado a su relación anterior, o tiene dificultades para hacer rupturas reales y dejar atrás el pasado. Quizás su nuevo consorte fue testigo en la infancia del dolor de uno de sus progenitores debido a la ausencia o deserción del otro, o se sintió abandonado por uno o ambos padres, o no ha superado aún la culpa por su separación y se castiga a sí mismo saboteándose toda nueva relación amorosa.

En cualquier caso, es urgente que comprenda cómo la ausencia de una adecuada separación psicológica entre ex cónyuges es un motivo permanente de pelea y malos ratos. Adicionalmente conduce a confusión, genera problemas conductuales en los niños, e impide que la nueva pareja se afiate o sobreviva.

Lo que ninguno debe ignorar es que los ex cónyuges son inherentes a los segundos matrimonios porque éstos, gústenos o no, siempre están construidos sobre las ruinas de otro.

Por eso antes de establecer una nueva pareja conviene asegurarse de que realmente ha habido una separación de alma del cónyuge anterior. Cuando se establece un nuevo lazo se debe tener cuidado de no formar en vez, involuntaria e inconscientemente, un nuevo triángulo. Porque es imposible estar psíquicamente casado con dos personas al mismo tiempo. No sólo no conviene, no se debe y no se puede. Además es tóxico.






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